¿De qué se habla exactamente cuando se nombra a un sujeto como un “loco”? Existen muchas respuestas a esta pregunta y varían de acuerdo al lugar desde donde uno se ubique para responderla. Se puede contestar desde el psicoanálisis lacaniano que llamará de tal forma a aquel sujeto que no reconoce ni responsabiliza su posición en el mundo o también a un conjunto específico de signos y síntomas, si se responde desde la psiquiatría. Pero éstas son versiones de la cosa, como lo es en definitiva toda realidad.

La figura romántica del “loco” se debe en gran parte a la literatura, que le imprimió a tal personaje características exageradas de acuerdo al momento histórico desde donde se contaba la historia. Sin proponérselo realizó un estereotipo que ha ido modificándose de acuerdo a la época. Una vez más, el discurso generando una realidad (como siempre lo fue y será).

Ahora bien, siguiendo la línea de los discursos como generadores de realidades, se debe argumentar que, que se llame enfermedad a tal tipo de existencia, responde a un tipo de “verdad” que la sociedad mercantil capitalista ha establecido a partir de determinada época, la Clásica. Y esto fue debido a una nueva dinámica social que estableció las cosas de tal forma (no siempre fue visto como enfermo). Este análisis lo ha realizado Michel Foucault en sus dos tomos de La locura en la época clásica.

Se sostiene que el cine ha sido posiblemente el arte popular por excelencia durante todo el siglo XX (¿cederá en este siglo ese lugar de privilegio a la computadora y su fiel aliado Internet?); por lo tanto, se tomarán tres películas antológicas de épocas distintas para intentar realizar un recorrido y una reflexión acerca de qué mito ha establecido el hombre moderno acerca de la figura del “loco”.

El gabinete del doctor Caligari. El loco encerrado.

Lo que rápidamente llama la atención de la película de Robert Wiene es su puesta en escena. Caligari contaba con un cuidadoso diseño de producción que mucho le debía al teatro. La presencia de una escenografía compuesta por telas y cartones pintados, la iluminación sugestiva y un maquillaje que resaltaba emociones dieron como resultado una película típica del expresionismo alemán. Se ha planteado alguna vez, si esta película es realmente cine o teatro filmado. Que se sostenga como teatro filmado reside en lo temprana de su aparición (es de 1919) y la falta de aquellos elementos que definirían al cine como arte. La cámara es estática y no hay un solo travelling en todo el metraje, cosa que por ejemplo Fritz Lang se animaría a hacer 3 años después en Nosferatu.

El guión es un elemento muy importante en esta producción. En el siglo XIX, gracias a sujetos como Edgar Alan Poe, irrumpe la literatura moderna, con el típico héroe de la narrativa contemporánea y con un estilo innovador de contar la historia residente en el planteamiento del relato en función del desenlace. Caligari probablemente sea la primera película cuyo final resultó absolutamente sorpresivo. Con Sexto sentido pareció que se había inventado la pólvora en este aspecto y en realidad no lo fue así. Por ejemplo, al final de la película Las diabólicas (H.G. Clouzot, 1955) aparecía un cartel que decía “Por favor, no cuente el final”. Y respecto a hombres que estaban muertos  –he aquí un  fantasma típicamente obsesivo- sin que público ni protagonista lo supiesen, se puede recomendar Muertos y enterrados (1981) dirigida por Gary Sherman y con guión del gran Dan O´ Bannon.

La genial trama de Caligari posee un desenlace a la altura. Luego de los asesinatos del Doctor y su “marioneta” nos damos cuenta de que Caligari es ni más ni menos que el psiquiatra de un hospicio y que la “marioneta” es su paciente quien delira toda la trama. Esta historia es de 1919 y resulta aún hoy superlativa su eficacia.

Establece a la locura como un hecho controlado por un cuerpo médico y con elementos románticos en su delirio. El loco en el hospicio, con delirios y alucinaciones bastante floridas y hasta apasionantes. La película muestra un delirio típicamente persecutorio contado de un modo narrativo y fantasioso.

Por lo tanto, en este momento el loco era aquél que se encontraba encerrado y que cautivaba con su delirio. También establece la fascinación que siempre produce al público la figura del loco. Ocurrió en la literatura y comenzaba a pasar en el cine.

Psicosis. El loco siniestro.

Hitchcock eligió a Anthony Perkins para interpretar a Norman Bates debido a su cara de tipo común y sencillo. Al presentar al personaje de tal forma, resultaba doblemente sorpresiva la aparición de la locura. El éxito de la película representó el puntapié inicial para que la figura del loco fuera explotada definitivamente en el cine como una figura siniestra: Los Giallos de Argento, los asesinos seriales, desde Michael Myers a Hannibal Lecter, Baby Jane  y una enorme lista de personajes y películas.

Si Foucault sostiene que la figura del loco se estableció como algo que simbolizaba el desvío de un sistema moral pretendido, es este mismo sistema moral el que lleva a la  segregación de esa figura (si bien posteriormente se lo integró aunque de manera diagnóstica-patológica y como “distinto”).

En la sociedad que se acomoda en función del producir, el “loco” se muestra  en 1960 como una figura no sólo lejos de la moral establecida, sino que destruye a la sociedad y al pequeño burgués. No se debe olvidar que Janet Leight llevaba consigo mucho dinero que le había hurtado a su jefe. Generalmente la víctima de los asesinos seriales son mujeres urbanas que se ven atormentadas por un sujeto que quiere terminar con su vida. Y esto no es una línea que ha bajado de las productoras siguiendo una ideología, sino que es una expresión de arte auténtica, que no reflexiona sobre la época (en un intento artístico buscado) sino que es la expresión de un fantasma de la época. Por este motivo, estas producciones tendrán enorme valor a futuro.

Por lo tanto, en este momento apareció la figura del “loco” como una exageradamente siniestra.

El maquinista. Pobre loco.

Finalmente han aparecido películas que pretenden demostrar otra cara de la locura, películas que se corren del romanticismo con que se abordó el tema y demuestran el asunto en una vertiente cruda: si la locura no es algo tan lindo o peligroso, entonces, ¿qué es?

El maquinista es un buen ejemplo para mostrar cómo se ha abordado actualmente el tema. Si bien la película es un gran simbolismo de lo que es la culpa, muestra un planteo diferente a lo planteado hasta el momento de su aparición. Aquí el protagonista no es alguien peligroso sino alguien absolutamente atormentado. Se repite, es un claro manifiesto sobre la culpa: tan intolerable es la carga que atormenta a Trevor Resnik (interpretado por un escuálido Christian Bale) que lleva a crearse una nueva realidad, tal como sucede en los brotes psicóticos. Película del año 2004, probablemente se encuentre entre las diez mejores producciones de la década pasada, si bien poca gente la vio ya que en nuestro país no se estrenó comercialmente.

El maquinista plantea un nuevo enfoque que se establece en derredor de la locura: el sufrimiento del “loco”. Debe recordarse que los antecedentes de este tipo de abordaje son Repulsión y El inquilino de Roman Polanski como también Spellbound de Alfred Hitchcock.

 Así se ve que hay discursos que se establecen sobre la locura y la ubican como un fenómeno de características disímiles de acuerdo a cada época.

Aunque terminado este ejemplo salta a la luz una constante: tanto El maquinista como El gabinete… Psicosis y fueron catalogadas como películas de terror. Probablemente no lo sean. Pero justamente este hecho demuestra el Terror que la locura siempre ha representado para el hombre■

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