El jueves 30-S queda como fecha trágica para el Ecuador. Hoy se lloran 13 muertos, 274 heridos, aún no se tiene la cifra exacta de las víctimas. Aquella mañana fui a trabajar con normalidad, redacté cartas, envié mails laborales. Salí a las 10:00 a una reunión en Casa de la Cultura Ecuatoriana para cerrar que nuestro IV Ciclo de Cine de Bolivia en Ecuador se va para 9 ciudades. Trepo a la Ecovia, un bus largo con carril propio, incómodo, sudoroso. De pronto, frenada torpe, el chofer grita: “tienen que bajarse, el bus de adelante fue asaltado”. Brotamos a las calles desoladas, nos esparcimos temerosos. En la esquina dos morochos asaltaban a un tipo a puñetazos. Ni un policía. 4 bancos atacados, cientos de almacenes saqueados: indicaba la radio. Entonces supe del levantamiento policial. Llamé a mi esposa que despavorida emergía del Moll con sus bolsitas y un aire de tsunami.
A medio día distingo en la tele al Presidente Correa que discurseaba en media sonrisa. Correa más sulfúrico. Correa se saca la corbata ante silbidos, protesta irritado. Estaba nada menos que dentro del principal Regimiento de la influyente policía quiteña, prácticamente solo, tratando de exponer la ley emitida, rodeado de intimidación. Estalla el caos. Un gas le revienta en la cara, unos tipos le querían sacar la máscara de protección que su escasa seguridad trataba de ponerle. Con 22 puntos en la rodilla recientemente operada, el Presidente cojeaba en un cerco de gases, lo abucheaban, apenas respiraba. A las rastras trepa un milagroso cerco que daba al Hospital de Policías, ahí se nota la división de la revuelta, no todos los policías querían arrollarlo. Luego brota la marcha de rescate a la cabeza del Canciller Patiño con 6.000 ciudadanos recibidos por la policía con gases y balas. Al Canciller Patiño le abren la cabeza con un palo policial. Un joven muere con el cerebro despedazado de balas.
Es en aquel momento cuando el ejército decide intervenir y mandar a sus Grupos de seguridad para el rescate del Presidente Rafael Correa, revivido y prácticamente secuestrado en el Hospital Policial. A las 18:00 se inicia una balacera entre los rescatistas militares y los sublevados policías, caen varios muertos. A las 19.30 la Televisión Pública ecuatoriana es intervenida por civiles, se distingue a operadores del derechista ex Presidente Lucio Gutiérrez quien era constantemente vitoreado por los policías sediciosos. Los representantes de la derecha en la Asamblea -en el peor momento- salen a pedir amnistía para los agresores solicitando la derogación de la ley del Servicio Público causante del problema, que según los especialistas no es mala, es anti-prebendas.
No era un problema salarial. Los policías ecuatorianos ganan 900 dólares de base desde que Correa está en el gobierno; los capitanes, 2.500, 3 veces más en estos 4 años. Sin embargo, muchos de ellos dispararon al pueblo sin piedad y mataron a condiscípulos. El rescate del Presidente fue de alto compromiso .Salió en medio de ráfagas, atormentado, directo al Palacio de Carondelet. A las 21.00 era recibido por una ingente manifestación de gente en lágrimas. La energía le dio para discursear y dar entrevistas.
En la tarde del viernes 1-10, en Cancillería de Quito, se reúnen los Cancilleres de la compacta UNASUR para dar apoyo al Gobierno ecuatoriano. El Canciller Patiño con 5 puntos en la cabeza suministra un informe detallado y propone un encuentro con el Presidente Correa a las 19.00 en el Palacio de Carondelet. El encuentro se realiza con 12 cancilleres de UNASUR serios, silenciosos, cada uno dando su apoyo al gobierno democrático. Muy cerca de mis ojos, Correa define el asunto como intento de Golpe de Estado e intento de magnicidio. En medio de las palabras, traquetea, la lágrima se le introduce en el corazón al recordar que al salir del Hospital Policial un guardia le cede su chaleco antibalas, Correa sube al auto con el chaleco puesto, las ráfagas destrozan los vidrios, un balazo perfora el pulmón de aquel resguardo heroico que cae fulminado. Hay un descerebrado, otro hemipléjico, se lamenta el Presidente. A las 21.00 los Cancilleres se paran a abrazarlo, solidarios con el valiente Presidente Rafael Correa que frena al imperialismo, aumenta salarios, construye carreteras, expulsa a las bases yankees de territorio ecuatoriano, forja una reingeniería económica beneficiando a los más pobres, combate la deuda externa.
Por otro lado, las calles citadinas y dirigentes indígenas lo acusan de soberbio. Es posible (ese carácter suyo de la costa guayaquileña a veces fastidia), pero no se escuchan acusaciones de corrupto y entreguista. La derecha troglodita ecuatoriana se quiso aprovechar -a la mala- de un problema doméstico generando casi una guerra civil. Los ángeles (humanos y espirituales) protegieron al Presidente Correa que quedó con 5 balazos en su auto y un puñal en el alma que lo sufrirá hasta el final de sus días■