En una entrevista publicada por Página 12 el domingo 31 de octubre de 2010, Raúl Zaffaroni dijo, entre otras cosas, que Néstor Kirchner respondía a un tipo de liderazgo fraternal. En un diálogo sin desperdicio con la periodista Irina Hauser, el ministro de la corte sostuvo además que “hasta ayer era una persona, hoy es un mito”.
Desde mi perspectiva, estas dos ideas guardan a su interior el legado político más importante del ex presidente de la Nación. En efecto, como mito Néstor Kirchner puede comenzar a funcionar como una imagen que configure un futuro en donde la política se convierta en una herramienta de construcción que reivindique la fuerza de lo colectivo en oposición a lo individual. Esta idea de lo colectivo es de por sí fraternal porque busca unificar a aquellos de la misma condición.
Esta fraternidad política es atacada constantemente por todos aquellos que desde la idea de un consenso abstracto y vacío de contenido intentan desacreditar la construcción política impulsada por Kirchner. Si nos remitimos a un ejemplo concreto podemos hablar de los ataques e intentos de sembrar discordias que se impulsaron cuando la Juventud Sindical y la Juventud Peronista marcharon juntos o cuando el movimiento obrero marchó junto a movimientos políticos territoriales.
La famosa búsqueda de consensos es una herencia de aquellos intelectuales que en la transición democrática le escamotearon a la idea gramsciana de hegemonizar todo vestigio de coacción. Su perfil socialdemócrata les imposibilitaba aceptar que la política también es fuerza y que los que la ejercen legítimamente frente a aquellos que avasallan los derechos obtenidos, lo hacen colectivamente y por acuerdos mutuos, con otros que son de su misma condición.
En este sentido, la ingenuidad republicana se convierte en hipocresía: la hegemonía es consenso y coacción. Consenso con aquellos que consideramos hermanos y lucha, si no nos escuchan, contra aquellos que quieren que el statu quo se siga reproduciendo. Ese es el legado de Néstor Kirchner: una visión realista de la política que le restituye la vitalidad que le corresponde. Y esta idea, como dijo Zaffaroni, es hoy un mito y, por lo tanto, se encuentra grabada a fuego en la conciencia colectiva del pueblo trabajador■