La pedagogía moderna no se traduce solo en una serie de prácticas y teorías, también se plasma en documentos en donde los estados dan cuenta de su visión y de sus imaginarios educativos. La experiencia mexicana es analizada y puesta en foco a través de tres ejemplos que bien pueden ser usados para pensar el fenómeno en toda la región.

 

El propósito de este trabajo es analizar la configuración simbólica de la figura docente en tres documentos normativos de la reforma curricular 2012 de educación normal, a saber: el Programa Sectorial de Educación 2013-2018, la Ley General de Educación y el Acuerdo 649 en el que se establece el plan de estudios para la formación de maestros de educación primaria.

El cambio de siglo (XX al XXI) trajo consigo una serie de “renovaciones” académicas para América Latina. La mayoría de estos cambios fueron motivados por momentos de quiebre y puntos de inflexión. Al respecto, resultaron determinantes las voces y los esfuerzos de organismos internacionales (UNESCO, OCDE, Banco Mundial, por mencionar algunos) y de gobiernos nacionales. En esta dupla, dichos organismos, además de que aportaron el dinero necesario para la consecución de esas renovaciones, emitieron una serie de recomendaciones de orden general, las cuales fueron transformadas en políticas educativas por parte de los gobiernos nacionales. Una de esas políticas fue “mejorar la calidad educativa” en los sistemas escolares latinoamericanos. Este ideal de plenitud, que traería como resultado la competitividad y el reconocimiento de los sistemas educativos a nivel internacional, fue revelado casi proféticamente (Spinoza, 1951) por parte de un ente supremo (Organismos internacionales) a los súbditos (gobiernos nacionales y sistemas educativos), siempre que se cumpliera cabalmente con las recomendaciones internacionales.

En México, el sistema educativo nacional se divide en básico (preescolar, primaria y secundaria), medio superior (bachillerato) y superior (tecnológicos, escuelas formadoras de docentes y universidades autónomas), cada uno con sus modalidades, subsistemas y financiamientos respectivos. A excepción de las universidades autónomas, el resto de las instituciones escolares están regidas por la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Con la finalidad de mejorar su calidad educativa, México, como aliado indudable, acató las órdenes de ese ente supremo. Al respecto, entre el 2000 y el 2002, la maquinaria educativa gubernamental, a cargo de la SEP y sus distintas dependencias, puso en marcha una serie de consultas nacionales a docentes, directivos, padres de familia y alumnos, que tenían la finalidad de indagar qué aspectos escolares era necesario mejorar. El resultado de estas consultas permitió renovar los planes de estudio, contenidos curriculares, materiales educativos y libros de textos.

El flujo reformista curricular quedó de la siguiente manera: educación preescolar en 2004; educación secundaria en 2006; bachillerato en 2008; educación primaria en 2009; la aprobación de una Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB) en 2011; un año después, en 2012, se presentaron los nuevos planes de estudio para educación normal en la licenciatura de educación preescolar y de educación primaria. La reforma generalizada más reciente, en 2013, se denominó Reforma Educativa, la cual desató una serie de inconformidades y movilizaciones docentes. Estos sujetos educativos argumentaban que tal reforma, atentaba contra sus derechos laborales; esta situación se encuentra estipulada en el capítulo VIII de la permanencia en el Servicio de la Ley General del Servicio Profesional Docente (DOF, 2013).

 Significaciones atribuidas a la práctica docente

En el imaginario gubernamental, el logro de las reformas curriculares recae mayormente en la actividad profesional de enseñanza, principalmente de los maestros de educación básica y de los docentes de educación normal, estos últimos son los encargados de formar académicamente a los futuros maestros de básica.

Bajo este contexto, viene a colación la pregunta Kantiana acerca de las condiciones de posibilidad para hacer docencia, es decir, de acuerdo a los actuales requerimientos internacionales, ¿qué características que se le atribuyen a la docencia en educación normal? y ¿Qué rol se le atribuye a las necesidades personales de estos sujetos educativos?, para tal efecto se indaga en el Programa Sectorial de Educación 2013-2018, la Ley General de Educación, y el Acuerdo 649, documentos normativos que sustentan la reforma curricular 2012 en educación normal.

En el Programa Sectorial de Educación 2013-2018, se reconoce que el maestro “es una persona que en el proceso de enseñanza y aprendizaje imparte conocimientos y orienta a los alumnos” (DOF, 2013. Pág. 54), sin embargo, algunas otras actividades que también realizan los docentes en su práctica cotidiana no son visibilizados en este documento, por ejemplo: la evaluación, la planificación de la enseñanza, la tutoría, la investigación, etc. En el mismo programa sectorial, se reconoce que “el currículo en básica no ha permitido que maestros desplieguen sus posibilidades de contextualizar y enriquecer el currículo” (DOF, 2013. Pág. 2). Si bien se reconoce que la tarea educativa está en manos de un conjunto de sujetos e instituciones entre las que se encuentran autoridades, maestros alumnos y padres de familia, se delega especial responsabilidad a los maestros como agentes de la acción política; en ellos se depositan deberes para el desarrollo y funcionamiento de la política educativa que se traduce en el desarrollo de estrategias didácticas y actividades académicas, que son pensadas como benéficas para que los alumnos logren resultados internacionalmente competentes.

En el ideal de plenitud del Estado, el docente es quien logra resultados positivos para mejorar las condiciones que la sociedad mexicana “requiere”. De manera general hay dos vertientes para entender la categoría “docente”. La primera a nivel local como un sujeto que coordina la actividad pedagógica en condiciones laborales particulares y con un horario específico, pero al que se le demanda, fuera del salón de clases, invertir horas de preparación profesional y para realizar su tarea pedagógica (planificar, evaluar, sistematizar resultados, reunirse con padres de familia, etc.); y la segunda a nivel estructural, pues se piensa que al actualizarse generará mejores resultados que permitan posicionar a México en los lugares privilegiados a nivel internacional respecto de las evaluaciones estandarizadas como el Teaching and Learning International Study (TALIS) y el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, en inglés).

Por su parte, en la Ley General de Educación se aclara que el uso de las nociones: docente, educador, profesor y maestro son equivalentes, pues se refieren al mismo personaje. En dicha ley se establece que entre sus responsabilidades para con el contexto educativo, se encuentran: las actividades genéricas de capacitación, la ejecución del currículum, la atención del calendario escolar a lo largo del año, las características de su práctica y remuneración. Al respecto, es visto como un operador de la política educativa, es decir, como un instrumento del Estado que brindará un servicio para el logro de las finalidades educativas.

Finalmente en el Acuerdo 649, la categoría “docente” es vista como aspiracional. Permite pensar a los docentes, como sujetos que tienen las posibilidades de cambiar los resultados educativos desde la formación de los normalistas, los cuales se integrarán a las filas de maestros que operarán la aún vigente RIEB 2011. En tal sentido, los docentes son pensados como el futuro esperanzador de los logros educativos:

[…] la expectativa es que los docentes promuevan en sus estudiantes la adquisición de saberes disciplinares, el desarrollo de habilidades y destrezas, la interiorización razonada de valores y actitudes, la apropiación y movilización de aprendizajes complejos para la toma de decisiones, la solución innovadora de problemas y la creación colaborativa de nuevos saberes, como resultado de su participación en ambientes educativos experienciales y situados en contextos reales (DOF, 2012, p. 12).

En este acuerdo, la tarea que desempeña el docente es de operador, técnico e instrumentalista pedagógico; se les exige que generen ambientes de aprendizaje, que fortalezcan las sociedades del conocimiento y que hagan uso de las tecnologías de la información y la comunicación, así como de los mecanismos necesarios para que el alumno normalista aprenda de forma permanente, y pueda, posteriormente, ser un maestro de “calidad”.

En las reflexiones mostradas con anterioridad, es notorio que el docente es un operador, estratega y técnico de la política educativa; sin embargo, en ningún momento se hace referencia a él, como a un ser humano con necesidades de disfrute y recreación. Desde la discursividad normativa, se piensa a un maestro/docente deshumanizable, esclavo de la docencia y reproductor autómata

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Bibliografía

-Diario Oficial de la Federación (DOF) (2012). Acuerdo número 649 por el que se establece el Plan de Estudios para la Formación de Maestros de Educación Primaria, [Consultado el 29 de agosto de 2012].

Disponible en: http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5264718&fecha=20/08/2012.

-Diario Oficial de la Federación (DOF) (2012). Programa Sectorial de Educación 2013-2018, [Consultado el 12 de marzo de 2014]. Disponible en:

http://normatecainterna.sep.gob.mx/work/models/normateca/Resource/253/1/images/programa_sectori al_educacion_2013_2018.pdf.

-Diario Oficial de la Federación (DOF) (2013). Ley General del Servicio Profesional Docente. [Consultado el 21 de septiembre de 2013]. Disponible en:

http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5313843&fecha=11/09/2013

-Spinoza, B. (1951). A theologico-political treatise. New York: Dover Publications.

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