Paradoja”, con esa palabra finalizó la primera nota, con la cual dimos comienzo a esta serie de “Disparadores Rancieranos”, y que en su número inicial, intento pensar esta idea de que “La política es ante todo una relación”, y que es a partir de esa relación que se definen los sujetos políticos, y no a la inversa.

 

Repasando una y otra vez la segunda tesis de nuestro libro-base para estas reflexiones Once tesis sobre política, me encontré con ciertas paradojas, anteriores al libro y a Rancière y a nuestra tesis, y que son las que dan comienzo esta nota..

Tesis 2

Lo propio de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en los contrarios. La política es un tipo de acción paradojal.

Tengo sobre mi escritorio, los dos últimos números del Le Mond edición cono sur, dos diarios de tirada gratuita de la Universidad Nacional de Córdoba, una revista sobre literatura, dos gacetillas culturales, y siete pestañas abiertas en el explorador de la computadora que recorren desde Página/12, Perfil y La Nación, hasta la haine.org o indimedia.org y algunos que otros blogs.

Con todo eso, uno se pone a la tarea (paradójica tarea) de querer establecer cierto orden y claridad al imposible flujo de sucesos que dan cuenta de eso que cotidianamente llamamos realidad. Pero lo cierto, es que cada uno de esos diarios, revistas o blogs, está delimitando una realidad desde el preciso momento en que realiza su ordenamiento de los sucesos relevantes. No hacerlo seria imposible, ya que toda construcción de un relato está proponiendo siempre una determinada realidad y no otra. Hasta aquí lo normal que afronta una “escritura periodística”.

Pero a esta situación, en nuestro caso, le agregamos una intención, que sí es problemática y paradójica, a saber, la «aplicación» sin muchas mediaciones de una idea teórica a una empiricidad que difícilmente pueda subsumirse de ese modo. Incluso a sabiendas de esta dificultad, es difícil esquivar el problema, cuando se trata de sumar un aparato conceptual complejo como es el de Rancière, en una escritura no estrictamente académica y en un tiempo de escritura y lectura relativamente corto. No obstante, y como veremos junto a Rancière en unas líneas adelantes, a la paradoja no hay que buscar evitarla, ni suprimirla, sino más bien ponerla en el lugar correcto. Por lo tanto, para esta nota vamos a presentar una distribución paradójica de la información, de los sucesos, con la cual se irá configurando un relato paradójico junto para ver si, en sus entramados desordenados, podemos visualizar la conformación, la aparición de una política que se piensa en los siguientes términos: (con ustedes nuestra tesis N° 2) Lo propio de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en los contrarios. La política es un tipo de acción paradojal.

1- La monarquía eterna: República Popular Democrática de Corea

El dominio de la familia Kim, mezcla rara de comunismo y monarquía, lleva sesenta y seis años continuados en Corea del Norte, y ante la muerte de Kim Jong-il el pasado 17 de diciembre de 2011, como suceda con cada uno de estos sucesos, se levantan las más sospechosas hipótesis, provenientes desde lugares tan dispares y ajenos como la CIA, la voz de la secretaria de Estado Hillary Clinton, o expertos académicos sobre la región, profetizando posibles levantamientos e irrupciones populares que derrocarían el régimen. El balance puede verse desde lugares contradictorios: “poco antes de la muerte de Kim Jong-il, un académico estadounidense ofreció una conferencia para afirmar que, a su muerte, la multitud se alzaría para derrocar el sistema. La profecía no se cumplió. En una especie de histeria colectiva, muchedumbres acongojadas se amontonaron en las calles para llorar a s líder”. Se pregunta el periodista del Le Mond que escribe la cita, si el sucesor de Kim, su joven hijo Jong-un “¿sabrá hacer olvidar en poco tiempo los diecisiete años del reino de Kim Jong-il, marcados por innumerables epidemias, inundaciones, sequías, el completo hundimiento de la economía y hambrunas que causaron miles de muertos?[1].

2- La lucha no es por el Estado

“El 26 de septiembre (de 2011) el juzgado de letras y garantías de Traiguen liberó al luchador mapuche Pascual Pichún por considerarlo “rehabilitado”. Había sido condenado a cinco años de prisión por supuesto delito de incendio, en el marco de una movilización en reclamo de tierras mapuches. Evidencias y resonancias de una Ley Antiterrorista que encerró a un hombre pero no pudo con el grito de la tierra”, así comienza la nota publicada el viernes 9 de marzo en el diario Marcha, versión digital. La historia de Pascual Pichún se remonta a una lucha de ya más de 10 años, y de un ida y vuelta entre detenciones, acusaciones, juicios, cárcel, pedidos de refugio al Estado argentino, etc.

En los reclamos del pueblo mapuche, la cuestión territorial es inseparable de las prácticas rituales ancestrales, de la economía y de la soberanía de los pueblos por su autodeterminación. Las palabras de Pascual Pichún son claras a este respecto: “No nos interesa si el Estado reconoce o no reconoce la posesión del territorio, sino qué ocurre en la práctica. La lucha también debe realizarse hacia adentro, cómo reconstruir el sistema económico mapuche, el chaskin, el intercambio, para paulatinamente abandonar la dependencia del Estado.  Autogestión, es decir, producir para solventar las cuestiones mínimas, porque nosotros no necesitamos más, necesitamos solamente para vivir, no necesitamos para montar empresas ni nada que se parezca. Y es que hay cierta idea de retorno, la manera mapuche de generar nosotros mismos nuestro alimento y que podamos intercambiar con peñis de otras comunidades que producen otras cosas (…) Nosotros no estamos luchando por tener en nuestras manos al Estado chileno, nosotros estamos luchando porque el Estado no ponga más su mano sobre nosotros y que nosotros mismos construyamos nuestro gobierno, nuestra forma de organización política y social”[2].

3- La lucha es con el Estado

En las dos últimas semanas, una de las noticias de tapa, fue sin duda, el proyecto para la modificación de la Carta Orgánica del BCRA. Veamos algunas opiniones. El diputado nacional por el bloque Unión popular, Claudio Lozano expresó: “si bien compartimos la necesidad de terminar con la actual Carta Orgánica del Banco Central y con la Ley de Convertibilidad, entendemos que sólo puede hacerse en un marco de políticas que coloquen al Estado en el centro del proceso de inversión, estableciendo en qué debe desarrollarse nuestro esquema productivo y definiendo quienes son los actores principales de dicho proceso”. Del lado del oficialismo Marcó del Pont, comento que el principal objetivo es ampliar el mandato del banco para perseguir objetivos múltiples. La estabilidad de precios -meta única del BCRA que fue instalada en 1992- pasará a estar acompañada por “el desarrollo económico con equidad social y la estabilidad financiera”.

Más allá de los tecnicismos y el cruce de opiniones, el cambio en la carta orgánica del BCRA, podría ser entendido como un avance, en la medida en que se dirige a cambiar las estructuras neoliberales y sus anclas institucionales, que persiguen la minimización de la intervención del Estado en la economía.

Un avance del Estado sobre las disputas económicas a nivel institucional, podría ser leído como un paso hacia el desmantelamiento del andamiaje que sostuvo, y sostiene en ciertos aspectos, la lógica neoliberal de la concepción del Estado. Desmantelar la estructura neoliberal impuesta fuertemente en los ’90 resulta ser una condición necesaria a la hora de encarar un proceso de transformación social[3].

Bien, de esa extraña forma de monarquía posmoderna Coreana, pasando por las luchas mapuches en Chile, hasta las disputas institucionales argentinas. Tenemos distintos tipos de acción y de sujetos políticos en una construcción ciertamente paradójica de la realidad, que incluso en el caso de Corea del Norte se miran y se entienden como formas democráticas de vida legítimas. En el Odio a la democracia, polémico libro, Rancière nos dice que “la vida democrática se identifica con el principio anárquico que afirmaba la existencia de un poder del pueblo” contra el cual, la solución postulada ya por Aristóteles, consiste “en orientar las febriles energías activadas en la escena pública hacia otras metas, en desviarlas hacia la búsqueda de la prosperidad material, de las felicidades privadas y de los lazos de sociedad”. Pero nos advierte la línea siguiente a la cita: “¡Ay!, la buena solución reveló muy pronto su otra cara: disminuir las energías políticas excesivas, favorecer la búsqueda de la felicidad individual y de las relaciones sociales, implicaba favorecer la vitalidad de una vida privada y de formas de interacción social que multiplican las pretensiones y demandas (…) y estas, volvían a los ciudadanos indiferentes al bien público y socavan la autoridad de gobiernos conminados a responder a la espiral de demandas de la sociedad”[4].

Lo que pone en discusión la tesis que nos ocupa es la discusión sobre la existencia de un sujeto, que se define de manera diferente en cada una de las situaciones políticas que hemos reconstruido más arriba. El punto es que la política pareciera en esa reconstrucción poner el foco de atención en otro lado, en otros actores y en otros conflictos. La acción paradojal es que antes de poder participar en una disputa por el Estado, por el territorio, por un modelo económico, por un tipo de gobierno… hay una cuenta que saldar respecto del tipo de acción que implica la política y que define al sujeto. Como decíamos en la nota anterior, la política se da en la relación del ciudadano en el tener-parte, más precisamente “en el hecho de mandar y en el de ser mandado”. Y esa relación, se ha dado bajo una lógica según la cual hay una diferencia entre ser mandado y mandar, donde unos poseen algo que los otros no.

Aristóteles, nos dice Rancière, compone su ciudad con tres clases, detentadoras cada una de un «título» particular: la virtud para los aristoi, la riqueza para los oligoï y la libertad para el demos. Esta lógica normal pretende que haya una disposición particular a actuar que se ejerce sobre una disposición específica a padecer (mandar-obedecer); por lo tanto, la lógica del arkhé, del principio que determina que “título particular” corresponde a cada parte de la sociedad, supone una superioridad determinada que se ejerce sobre una inferioridad determinada. En palabras sencillas, hay una lógica política que determina, según superioridades e inferioridades, quién debe mandar y quién obedecer. Ese es el nudo paradojal de la acción política, por lo tanto, “para que haya un sujeto de la política, y entonces la política, es necesario que haya una ruptura de esa lógica”. Todos nuestros casos, fenómenos, reconstrucciones, de la realidad, están cruzados por esa lógica. Por lo tanto, el paso que sigue, es pensar en ellos y a través de ellos la posibilidad de una ruptura de esa lógica; este que es el tema de nuestra próxima tesis, a saber, La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé. En efecto, ella no supone simplemente la ruptura de la distribución «normal» de las posiciones entre el que ejerce un poder y aquel que lo sufre, sino una ruptura en la idea de las disposiciones que se vuelven «propias» de estas posiciones


[1]Bruce Cumings, “La dinastía Kim o los tres cuerpos del rey”, Le monde diplomatique, Edicion 152, Febrero 2012, pp. 20-21.

[2]http://www.marcha.org.ar/index.php/latinoamericayelmundo/104-chile/732-qla-lucha-mapuche-no-es-por-el-estadoq+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=ar

[3]http://www.marcha.org.ar/index.php/nacionales/95-economia/728-bcra-autonomia-o-dependencia+&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=ar

[4] Ranciere, J. El odio a la democracia, Buenos Aires, Amorrortu, 2007, pp. 18-19

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