Chris Marker es un cineasta francés poco conocido en el país, a pesar de contar con una trayectoria fílmica que supera ya medio siglo de producción de películas y obras en distintos soportes; por ejemplo, ha expuesto instalaciones en reconocidos museos del mundo y ha editado el trabajo que aquí nos convoca en formato Cd-Rom: Immemory (1997). Immemory es una verdadera puerta de acceso a la memoria del artista, a las imágenes y sucesos que capturaron su atención en algún momento de su vida. Ahora bien, si tomamos prestado (aun con la desconfianza que nos suscita) el lugar común que reza que los artistas son gente con un ego sobrevaluado, no sorprendería a nadie que Marker expusiera este contenido frente a nuestros ojos guiándonos por aquello a ver e imponiendo, además, la manera de mirarlo, secuencial, de principio a fin y en el orden en que él las considere; tal sería el caso de un filme tradicional. Sin embargo, su propuesta es bien diferente: un Cd-rom, con múltiples entradas, diferentes recorridos posibles y el ¿espectador?, ¿usuario?, ¿explorador? Construyendo y trazando su propio mapa en la memoria de otro. ¿O en la memoria colectiva?

Con ustedes: Chris Marker

En primer lugar, voy a sincerarme con ustedes. No es sencillo presentar a Chris Marker, sobre todo al hombre detrás del cineasta. Alcanza con comparar unas pocas biografías a las que uno pueda tener acceso para comprobar que los datos difieren entre sí, incluso se contradicen. ¿Será que nació muchas veces? ¿Será que nació en varios lugares? ¿Será que no existe? Se preguntan los más escépticos.

En mi caso, opto por resignar la información sobre su vida personal, incluso reconociendo que me perderé de saber si tuvo o tiene amores escandalosos –que son los datos que parece que hoy por hoy mejor cotizan en cuanto a la vida de la gente-, cuál es su color preferido o si duerme vestido o desnudo. Me quedo con su forma de presentarse al mundo: su trabajo. Sobre todo porque creo que es lo que mejor lo define, y de lo que se puede inferir muchísimo sobre quién es en verdad este enigmático y casi mitológico cineasta cuyo primer pseudónimo es Chris Marker, pero que muta todo el tiempo sembrando pistas falsas y desconcierto al camuflarse detrás de diferentes alter egos.

El fotógrafo Mike Aaland nos brinda una definición que lo pinta a nuestro misterioso artista de cuerpo completo; se las comparto: las enciclopedias de cine informan de que Marker fue paracaidista durante la Segunda Guerra Mundial. Que es hijo de un soldado americano. Que nació en Mongolia. Que en realidad proviene de otro planeta, o del futuro, lo que –como escribía alguien- “le lleva a uno a pensar que la raza terráquea llegará a parecerse a Marker dentro de unos cuantos siglos”. Como en toda buena leyenda, los límites entre los hechos de su vida y la ficción resultan difusos. Su obra también desafía toda definición.

Algunas certezas: es cineasta, fotográfo, escritor y viajero. Tiene un incansable espíritu internacionalista –como todo verdadero revolucionario- o en palabras más afectuosas internacionalista hasta la médula fílmica (tal como lo nombra Paul Arthur en una carta que le escribe). Sus películas pueden tomar por escenario las calles francesas, Japón, África, Chile, Cuba, EE.UU. y más recientemente los levantamientos en Grecia y el Mundo Árabe, siempre atento a la idiosincrasia de cada sitio y exponiendo sus propias problemáticas, que en definitiva, en algún punto confluyen conviviendo todas las geografías dentro del mismo sistema victimario. Otra de las cosas que podemos asegurar es que supo poner sus saberes al servicio de otros, pero sin tratar de enseñarles nada sino permitiendo que hicieran sus propias experiencias, como por ejemplo en el caso de los grupos de cineastas y obreros –Grupos Medevkine- fundados con la convicción, en palabras del mismo Marker de que Nosotros (los cineastas) seremos siempre, como mucho, exploradores bienintencionados, más o menos simpáticos, pero de fuera, y del mismo modo que para su liberación, la representación y la expresión del cine de la clase obrera serán su obra en sí. (…) La película que ustedes deseen al final, amigos míos, la harán ustedes. Y fundamentalmente que se trata de un artista para el cual el medio cinematográfico, lejos de operar como un ámbito normativo, restrictivo, plagado de reglas a las que ceñirse (la mayoría de la veces coincidentes a las del mercado) ha sido y es un constante desafío, un medio de adaptación combativo, en el que el aprovechamiento las nuevas herramientas permite que vayan corriendo y expandiendo esos límites impuestos desde fuera cada vez más.

68-MONTES_2Immemory

Como ya les adelanté, Immemory es un trabajo en el que Marker opta por el formato Cd-Rom para eludir la inquebrantable secuencialidad del filme tradicional y permitir que quien se sienta delante de la computadora pueda explorar los recuerdos, fragmentos y marcas de toda índole depositados allí con un mayor grado de libertad. El contenido está diferenciado por zonas: El Cine, la Fotografía, la Guerra, la Poesía, la Memoria, el Viaje y el Museo. Esta obra está actualmente disponible en –para variar- un misteriso portal web (www.gorgomancy.net) cuyo creador se desconoce, pero se supone que es el mismo Chris Marker.

La hipótesis que origina Immemory es que toda memoria de cierto alcance está más estructurada de lo que parece y que las fotos tomadas en apariencia al azar, las postales elegidas en el capricho del momento, comienzan una vez que se acumulan a dibujar un itinerario, el mapa de un país imaginario que se extiende en nuestro interior.

Immemory es un mapa. En principio, podemos mapear a partir de allí en contenido de la memoria de su autor, pero también, lo que propone es mucho más profundo que eso. Por otra parte desde el mismo soporte posibilita a quien lo utiliza construir diversos mapas, pero no de esos que usamos desde la escuela primaria, con fronteras fijas que se mueven solo con guerras y derramamiento de sangre, no de fronteras que se disfrazan de naturales para acallar las matanzas y demás fechorías que las fijaron. Immemory es un mapa de fronteras que se dibujan a gusto y que permiten o “aperturan” la reflexión a ese gran mapa universal que es la memoria, no solo la de un sujeto (el autor de la obra en este caso) sino esa colectiva, la de los pueblos, la de todos los que aún estamos vivos y la de los que fueron quedando en el camino. Una reflexión, también, sobre la manipulación de la memoria (ya presente en trabajos anteriores del cineasta), sobre los modos de operar sobre ella.

Decir que la memoria miente es una banalidad, es más interesante ver en esta mentira una forma de protección natural que podemos regir y modelar. A veces a esto se llama Arte. (Immemory)

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