El consumo excesivo tiene consecuencias, no siempre del todo malas. El arte se nutre de ella para dar cuenta de cuestiones latentes y así retroalimentar la cadena de montaje que va del fenómeno al hecho artístico y de él, a la reflexión. El cine, con su dinámica también permite ver eso: la basura no sólo está ahí, sino también en los ojos del que mira.

 

En los últimos años, noté que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no solo se caracteriza por su belleza geográfica, la de sus edificios antiguos, de sus galantes paseos y actividades diversas, gracias a su magna oferta cultural las veinticuatro horas del día, sino que también se caracteriza por un personaje muy importante: su basura. El ojo del caminante urbano ya se acostumbró a contemplar los restos de cada casa o edificio en las esquinas o a los pies de los tachos de basura. Una imagen repetida: los tachos llenos, y los restos que cubren el piso, como si fueran el fruto de un árbol de plástico. 

Uno de mis placeres, sin embargo, es caminar y recorrer los barrios de la ciudad donde nací para descubrir constantemente estéticas y elementos oriundos de lo urbano. Al haber desarrollado un ojo cinematográfico, no puedo evitar ver la basura urbana como un plano metafórico de nuestro presente, donde el exceso de población, el constante consumo y la inconsciencia del cuidado del medio ambiente son algunos de los ejes que componen este gran plano de la realidad.

Ahora bien: ¿Hay acaso películas que aborden esta temática? El problema sobre la basura y la contaminación del medio ambiente data de varias décadas y fue un repetido elemento detonante para todo tipo de filmes, tanto documentales como de ficciones. 

Antes de comenzar con algunos ejemplos, creo necesario mencionar algunos detalles sobre un film que condensa toda idea sobre el hombre urbano, aquel híbrido entre la naturaleza y la ciudad: “Koyaasnisqatsi”, de Godfrey Reggio realizada en 1983. El director decidió tomar imágenes de distintos paisajes naturales de nuestro planeta y contraponerlos contra todos aquellos espacios de la ciudad que la componen: autopistas, estaciones de tren, centros comerciales, supermercados, etcétera. El hombre es aquel mediador entre estos dos mundos y su acción es la que determina el estado actual del planeta. Al no tener diálogos o una trama fija, la película es atractiva para todo espectador, ya que éste tiene todas las herramientas para construir su propio mensaje del film: tan solo observar aquellas imágenes que sabemos que existen, pero que, sin embargo, nunca nos detenemos a contemplarlas.

Volviendo a la incógnita sobre si hay películas cuyo atractivo principal es la basura, la respuesta es: sí, pero no tantas. Luego de los años dos mil,  surgieron muchos documentales activistas independientes que fueron desarrollando distintos problemas sobre la salud humana o los conocidos procedimientos de los alimentos, tales como: Super Size Me, realizada por Morgan Spurlock en el 2003, donde consume durante un mes únicamente alimentos de McDonald’s, y refleja el desastre alimenticio en el estilo de vida americano y mundial (luego de haber visto esa película, cada vez que paso cerca de un McDonald’s, veo que hay un garaje con entrada a la cocina de la que emana un olor a basura intenso); otro de los pilares que desarrolló esta temática es Fast Food Nation de Richard Linklater, quien desarrolló una mirada interesante sobre el mundo de la comida rápida de la industria americana.

Escapando de las reglas de los géneros documental y ficción, encontramos al gran cineasta americano Harmony Korine que, en un film muy criticado titulado Thrash Humpers, utiliza la basura como factor fundamental en las motivaciones de sus personajes, quienes tienen relaciones sexuales con la basura. A partir del material en VHS, Korine plantea un mundo absurdo donde la incomodidad ante lo que vemos es constante, pero que sin embargo interesa (al menos a mí) que la basura sea un elemento cinematográfico que puede disparar diversas acciones. Personajes que deambulan por baldíos se mueven fuera del orden civilizado, quizás pertenecientes y habitantes de un mundo de rechazados. Así, la basura se convierte en un eje social que el director manipula de forma autoral. Pero ahora vamos al plato fuerte.


El film más conocido es Ilha das Flores, un breve cortometraje documental del brasilero Jorge Furtado realizado en 1989, donde en tan solo trece minutos da material para reflexionar días y días sobre lo que observamos en pantalla. La idea del ciclo es una variable muy importante en el film, ya que la desarrolla unificando distintos elementos que parecen ser muy diferentes, pero, al fin y al cabo, componen el mismo camino: alimentos, animales y dinero. La basura como resultado del ciclo económico es aquello que moviliza al director, situándonos en Ilha das Flores, una isla real que se encuentra en Porto Alegre, cuya principal función es recibir todos los desechos de la gran ciudad. Así es como un narrador nos presenta a algunos de los personajes que pertenecen a esta cadena alimenticia y económica donde la basura es el origen y el fin de dicha cadena. Ese mecanismo es representado de esta forma: el Sr. Susuki cosecha tomates en su parcela, no los consume, sino que se los vende a un supermercado; la Sra. Anita compra tomates en el supermercado para comer con su familia, pero uno de esos tomates no les gusta porque está en malas condiciones, y lo tira al tacho de basura; esa basura es recolectada y llevada a Ilha das Flores; el tomate arrojado a la basura por la Sra. Anita se encuentra junto a otros desechos en un espacio enrejado, donde se separa la basura y se la organiza para que pueda ser consumida por sus habitantes o por los chanchos del dueño de esa parcela.


Mientras suceden las imágenes entramos en un código que se puede remitir a la comedia, mientras se nos explica esta repetición eterna de la economía, pero la crítica aparece rápidamente para reflexionar sobre la pobreza y las fallas del sistema capitalista que nos domina hace años. Jorge Furtado no realiza un típico documental que quiere mostrar un caso específico sobre las consecuencias de los errores humanos y gubernamentales, sino más bien un ensayo poético donde el mismo espectador debe ser lo suficientemente coherente para comprender la realidad de lo que está sucediendo en los alrededores de su ciudad. 

Ilha das Flores no es un caso particular, sino que es uno de los millones de espacios geográficos en donde la basura urbana es acumulada, convirtiéndose así en una cuna de enfermedades y de desechos tóxicos para todo ser vivo que se encuentre cerca. Un retrato realizado en 1989 sobre la realidad brasilera es tan apto para ser aplicado en el presente como muchas obras de arte que, a pesar de que reflejan un momento del pasado, son eternas y siempre estarán vigentes ya que encarnan problemas humanos y sociales que aún no son resueltos.

Siempre la basura y lo tóxico de los desechos humanos fueron una motivación para aquella explosión de las películas de ciencia ficción hasta la actualidad; aquellos problemas como las enfermedades que puede provocar la basura o el maltrato ambiental puede desembocar en un final terrible

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