El estigma es una marca en el cuero, un deíctico: esta llaga, esa cicatriz, este arañazo. El estigma teórico no existe, es una bravuconada de la intelectualidad ociosa. Si no se lo siente, si no se lo ve sentir, si no se lo comparte no hay idea cabal de su alcance ni de su profundidad. Al estigma se lo lleva, les dice a todos cuál es nuestro padecer aun cuando lo escondamos y los otros no quieran percibirlo; porque su función es señalar una falta, una carencia y una trasgresión. No nos autoestigmatizamos, aun cuando seamos nosotros quienes empuñemos el látigo que nos marca son otros los que operan detrás. Fuerzas enormes y poderosas que púgiles como Freud y Nietzche señalaron y que aún hoy nos cuesta ver.
Tampoco somos nenes de pecho. El más benevolente mortal corta sobre la carne del distinto. “Sentate derecho” decimos. “cruzate de vereda” decimos. Marcamos al otro, lo encorsetamos con nuestros tapiales morales y lo juzgamos al punto tal que, si no se deja, lo empastillamos y lo hacemos encerrar, o dejamos alegremente que Macri lo haga. Así funciona hasta el más pequeño dispositivo social. Bien lo saben las maestras jardineras, las primeras en normalizar. Bien lo saben los agentes del servicio penitenciario y los médicos, acaso los últimos.
Contra todo eso existe la música que como bastión inexpugnable siempre servirá, sino para evitar, al menos para denunciar y ayudar a procesar eso que cotidianamente nos lacera el lomo. Y por eso 5 discos 5 de gente que tiene en su cuerpo la marca del distinto, porque si pertenecer tiene sus privilegios, no pertenecer también, aunque haya que encontrarle la vuelta■
Symphony of Possession – 2004 – Capitolium – Se dice que los estigmas de Jesús de Judea son el signo de que la buena nueva fue cumplida, el momento en que se reconoce el nacimiento de una nueva religión. 2000 años después esa buena nueva es combatida de diversas maneras y por diversos motivos. Muchas veces desde la música, en especial desde sus formas más extremas. Nunca quedará del todo claro por qué el black metal tiene una poética profundamente anticristiana. Ni por qué esa añoranza de sonidos catedralicios es mezclada con gritos guturales entre blasfemias y llantos. Mucho menos por qué ese género es tan popular en Ucrania de dónde esta banda es oriunda. Lo que si queda claro es que realizar un cover del Ave María de Shubert en clave mortuoria ha sido uno de los gestos que más los ha marcado en su carrera como músicos y a la vez uno de los que más deberíamos celebrar, por su originalidad, por su descaro y a la vez por su elegancia.
Hymns of the 49th Parallel – 2004 – Kd lang – Más allá de ser una de las primeras artistas en hablar abiertamente de su homosexualidad y acaso pagar el precio por ello, Kd lang ha pasado los últimos 20 años militando causas de género y vinculadas al vih/sida. Y todo ello sin mermar su capacidad para moverse con comodidad entre el blues y el country, el pop y el jazz; componer bandas sonoras y estar a la altura de un dios viviente como Charles Aznavour con quien grabó un discazo tremendo que no lo comentamos porque no estamos a la altura ni de mencionarlo. Y este disco es una muestra pequeñita de lo que puede una mujer a la que le importa un carajo que sus ventas bajen por decir quién y cómo es. Un disco para escuchar cuando parece que el mundo nos expulsa… y vaya si a diario el muy canalla lo intenta.
Moffou – 2002 – Salif keita – Si resulta que naciste albino en mitad del África y todos tus parientes son negros y tu comunidad es negra y para colmo creen que sos una señal de mal augurio, lo más probable es que tarde o temprano te quieran cagar a trompadas. Eso es lo que le sucedió a Salif Keita que a pesar de ser casi un aristócrata no se salvó de la estupidez ancestral que todos los pueblos llevan en el marote. Marginado durante años por sus pares desarrolló una enorme capacidad vocal y musical que lo convirtieron en la voz de oro de Africa. Como suele ocurrir triunfó en París puesto que un negro-blanco en el centro de la cultura occidental es la frutilla del postre de cualquier fiesta filo-etnográfica. No es culpa de él que ya bastante tiene con su historia. Este, el disco con que las masas lo descubrieron, es la obra de quien ha sabido leer y adaptar su propio folclore para mostrarlo ante el mundo y decirles sin rencor “nosotros también existimos”.
Tales Of A Librarian – 2003- Tori amos – a Tori la violaron. Así de terrible. Eso no significa que haya actuado el papel de victima en todas sus canciones. Todo lo contrario. Ha creado una obra de gran aceptación por parte de la crítica y sus discos fungen de medicina para millones de personas alrededor del globo. Pero ese hecho no pasa sin dejar rastros en la vida de alguien. Buscarlo es parte de un morbo que no necesitamos pero está ahí. Y la calidad de su trabajo radica en que no lo notemos, en que la dicha y el dolor de sus canciones cuentan historias que protagonizamos aun cuando sea ella quien canta en primera persona. Quien espere un disco bajonero que abandone la idea. Hay tristeza pero no más de la que hay en la vida cotidiana y lo que hay, sobre todo, es una voz cálida y maravillosa.
Tal cual es –1999- Diego Torres – La estigmatización también puede ser retroactiva. Un hecho, un error, una pifiada pueden signar toda la obra anterior de un artista. Como en oriente, que cuando uno realiza una inmoralidad cubre de ignominia a sus ancestros. Eso, de alguna manera, ocurrió con Diego Torres. La canción “color esperanza” y sus trabajos posteriores desbordados de un optimismo berreta y decadente llevaron la vergüenza sobre toda una discografía que, si bien no era la quinta esencia de la música, no era del todo despreciable. Este disco en particular traía no sólo algunas buenas canciones sino que significó una bisagra en la capacidad vocal de Torres. También lo hizo en la elección de un repertorio más maduro, en parte por la producción de Cachorro López. Un lindo disco para disfrutar con el prejuicio de saber que lo que le siguió fue aun peor.