Frantz Fanon es una figura fundamental para quienes se han ocupado de trazar una genealogía del pensamiento descolonial. Su profunda caracterización del racismo en la sociedad antillana, su posicionamiento crítico en torno al movimiento de la negritud, su participación política e intelectual en la guerra de liberación de Argelia son sólo algunas de las razones que pueden justificar su incorporación al panteón de la descolonialidad.

 

Ahora bien, pensamos que la merecida reivindicación que Fanon ha recibido desde esta perspectiva no se ha ocupado de señalar que los análisis del martiniqués no pueden trasladarse mecánicamente a las muy diversas realidades latinoamericanas actuales. Nuestras sociedades siguen siendo racistas, sin lugar a dudas, pero, ¿lo son en el mismo sentido que las sociedades a las que Fanon hizo objeto de su incisiva crítica? Lejos de querer acometer la tarea de evaluar la totalidad del pensamiento fanoniano en estas breves líneas, nos limitaremos a sus consideraciones acerca de la constitución del cuerpo negro en un mundo racista. En ellas Fanon, que era psiquiatra, hace uso de algunos conceptos psicoanalíticos de su tiempo; lanza así el desafío de un posible diálogo entre psicoanálisis y descolonización, cuyo guante recogemos en lo que sigue.

¿Qué dice Fanon en su célebre primer libro Piel negra, máscaras blancas (1952) acerca del negro y su cuerpo? Su punto de partida es que no alcanza con tomar en cuenta el factor de la individualidad del sujeto, como habría propuesto Freud, sino que es necesario considerar también el factor social, lo que denomina sociogenia. En ese sentido, tenemos que partir del hecho de que la sociedad antillana, colonial y racista es un mundo maniqueo. En él, toda subjetividad está obligada a constituirse en el marco de las coordenadas blanco=bueno=bello y negro=malo=feo. Fanon se ocupa de aclarar que se trata de dos tipos de alienación, de dos mixtificaciones; pero que, de todas maneras, es imposible escapar de ellas en el mundo colonial racista. Ahora bien, dado que aquel que es identificado como “negro” no será reconocido como un ser humano, sino más bien como una bestia subhumana, el negro sólo podrá afirmar su subjetividad humana negando justamente aquello a partir de lo cual se lo deshumaniza: su cuerpo.

Desarrollemos este proceso. Fanon apela al concepto de estadio del espejo de Lacan para establecer que el negro debe apropiarse de su cuerpo a partir de la imagen que sus semejantes le proyectan. Pero he aquí que el negro, a diferencia del blanco, no se apropiaría solamente de una imagen, sino también de todas las historias, mitos y prejuicios que se tejen en torno a él en una sociedad racista: su hipersexualidad animal, su hedor, su fealdad, etc. En palabras de Fanon, se encontrará inescindiblemente adherido un esquema histórico-racial o epidérmico racial a su esquema corporal.

Podemos sacar dos conclusiones a partir de estas ideas. En primer lugar, que para Fanon no hay constitución del cuerpo sin la mediación del lenguaje. El negro se apropia de su cuerpo tanto a partir de una imagen, como a partir de las palabras y nociones que esa imagen trae consigo. En segundo lugar, que la imagen del semejante, que sirve de base para la constitución del cuerpo propio, surge necesariamente en contraste con la imagen de un otro, que es el blanco. Se trata siempre de una imagen negra sobre un fondo blanco. O sea que cada vez que el negro se identifique como “ser un cuerpo negro”, paralelamente se identificará como “no ser un cuerpo blanco”. En función de los sentidos que “negro” y “blanco” revisten en una sociedad racista, esta doble identificación implicará a su vez que el negro se sabrá diferente y, sobre todo, inferior con respecto al modelo de humanidad que esa sociedad instituye.  

En consecuencia, este sujeto dispone de dos caminos existenciales en un mundo racista: o bien se asume como “negro”, lo cual conllevará la aceptación de la monstruosidad e inhumanidad de su cuerpo; o bien, como habíamos adelantado, intenta afirmar su humanidad mediante el blanqueamiento, es decir, mediante el desarrollo del irrealizable proyecto de negar su corporalidad. Tales proyectos, y las profundas neurosis que producen, son analizados largamente por Fanon en su libro.

¿Cuál sería el posible comentario de una psicoanalista lacaniana contemporánea ante estos desarrollos? En principio, que Fanon no distingue entre la identificación primaria –aquella fundadora del sujeto– y las identificaciones secundarias, que se articulan a la primera. La identificación primordial se produce en el plano de lo Simbólico; se trata de un significante cualquiera (una palabra, una frase, etc.) que funcionará como nombre para el sujeto, en tanto este lo asuma como propio. Fanon postula que esa primera marca no puede ser cualquiera, sino que será necesariamente un significante fijo: “negro” (= “no-blanco”).

Por otra parte, para el psicoanálisis, significantes como “hediondo”, “feo” y demás se corresponderían con identificaciones secundarias, es decir, no se encontrarían ya contenidas en el significante “negro”, aun cuando ese hubiese sido el significante primordial. En suma, desde esta perspectiva, dado que la constitución del cuerpo propio depende de la identificación primaria, este no se estructurará indefectiblemente como un cuerpo negro ni tampoco como un cuerpo hediondo, feo, etc.

Cabe preguntarse entonces: ¿Es posible establecer algún tipo de articulación entre las posiciones fanonianas y las lacanianas?

Creemos que sí. En principio, encontramos dos acuerdos básicos entre ellas. Uno: el sujeto y su cuerpo se constituyen a partir de las identificaciones, tanto en el plano del lenguaje como en el de la imagen. Dos: el lenguaje nunca es neutro. Sus significantes se encuentran atravesados por relaciones de poder.

Sobre esta base común mínima, Fanon realiza un aporte decisivo, tal vez desatendido por el psicoanálisis. El lenguaje del mundo occidental, moderno y colonial, es profundamente racista. La virtud, la pureza y la bondad son “blancas”. El vicio, la impureza y la maldad son “negros”. Estas asociaciones, y los efectos en la subjetividad que producen, trascienden la pequeña realidad martiniquesa de mediados del siglo xx y se hallan vigentes en amplios sectores del occidente globalizado.

Por otro lado, hemos señalado un importante diferendo entre Fanon y el psicoanálisis. Para el primero, el “negro” será siempre “feo”, “hipersexual” y “hediondo” en los inicios de su vida subjetiva; luego se encontrará ante la disyuntiva de asumir dos proyectos (negritud o blanqueamiento) que no hacen más que confirmar la lógica maniquea del mundo racista. Finalmente, sólo una vez que haya comprobado el callejón sin salida al que conducen ambos caminos, se encontrará preparado para desarrollar un proyecto existencial alternativo: la descolonización, es decir, el radical cuestionamiento del racismo y la afirmación de un nuevo humanismo.

Por el contrario, desde el psicoanálisis se sostenía que no todo niño negro será nombrado primordialmente como “negro”, por lo cual ese significante no será necesariamente la base de la constitución de su subjetividad y de su cuerpo. Más aún, no todo niño negro asumirá inevitablemente todos los sentidos sociales racistas asociados al significante “negro”, sino que podrá identificarse con unos y no con otros, o directamente rechazar todos. En otras palabras, el sujeto siempre elige. La sociedad y el lenguaje condicionan la formación de la subjetividad, pero nunca la determinan. Además de esos factores, es fundamental tomar siempre en cuenta el factor del deseo.

¿Implica esta divergencia el fin del diálogo? Por el contrario, así como mencionamos un posible aporte de Fanon al psicoanálisis, proponemos aquí una contribución inversa. Pues Fanon, como todo pensador fecundo, es múltiple, no admite una sola interpretación. En ese sentido, la reapropiación descolonial de Fanon que mencionábamos al comienzo podría beneficiarse de los cuestionamientos psicoanalíticos, evitando –por ejemplo– el etapismo que puede advertirse en algunos pasajes de la obra fanoniana. Así, los proyectos existenciales de la negritud, el blanqueamiento y la descolonización podrían ser interpretados no como sucesivos, sino como alternativos. No sería necesario atravesar unos para llegar a los otros. Por otro lado, estos tres no serían los únicos proyectos posibles, sino más bien casos límites con infinidad de matices entre sí. Esto, a su vez, nos permitiría sostener que, aun cuando las coordenadas del mundo fueran maniqueas, los procesos de subjetivación no lo serían. En conclusión, podremos empezar a leer a Fanon de forma tal que nos sirva de herramienta para pensar las racializaciones latinoamericanas y mundiales contemporáneas, que revisten complejidades y matices mucho mayores que la tajante división entre “blancos” y “negros”.  

Partiendo de estos acuerdos y articulaciones posibles entre Fanon y el psicoanálisis, resulta manifiesto que la edificación de un mundo pos-racista no puede prescindir de una reformulación del lenguaje imperante. La consigna fanoniana de “construirse un cuerpo nuevo” requiere necesariamente la construcción de un lenguaje nuevo. Ahora bien, también es evidente que las meras modificaciones lingüísticas son insuficientes. Las dominaciones y explotaciones sociales, económicas, políticas, culturales –articuladas en la matriz de poder que denominamos colonialidad– continúan vigentes, a pesar de que digamos “todxs” en lugar de “todos” para referirnos a un grupo de hombres y mujeres, o que reemplacemos el vocablo “indios” por el de “pueblos originarios”. Más aún, tales restituciones simbólicas pueden llegar incluso a enmascarar la persistencia de las opresiones patriarcales y racistas. En suma, la meta fanoniana de un cuerpo descolonizado requerirá necesariamente la descolonización de lo simbólico, pero siempre que se entienda este en un sentido mucho más amplio que lo meramente lingüístico, en directa vinculación con la materialidad de la existencia■

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Un comentario sobre “Fanon en el diván, Lacan en las Antillas. Un diálogo entre el psicoanálisis y la descolonización de los cuerpos negros – Andén 76”

  1. Mientras leía el capítulo 6 y 7 del libro «Piel negra, máscaras blancas» -diáfano a mi registro- me lamenté el año de su publicación (52) Pensé en la enseñanza distópica y lacerante de Lacan (a partir justamente del 53!) Además de la arqueología de varios términos que están ligados a la enseñanza de Lacan. De Fanon me remueve la cercanía, en lo que a la experiencia americana concierne, de los términos máscara y obliteración así como tantas expresiones que creeré resumidas en esa mención tan cara a nuestra existencia «alma de negro»

    En fin, y como comienzo… me resultó muy interesante la articulación y les agradezco por la apuesta.

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