Muchas veces lo verbal no está. Muchas veces la palabra es solo un balbuceo. Muchas veces la palabra no basta. ¿Qué significa comunicarnos desde otro campo que no sea el verbal?  

En el living comedor entraba la tarde…, mil nueve ochenta y siete sería. El sol espiaba por la ventana…, hacía reflejo en los lustrados muebles de estilo (Luis quince o dieciséis, quien sabe)…, y en el intocable piso parquet, siempre encerado a la perfección, la alfombra…Tenía flecos, que no sé cómo, pero siempre, siempre estaban perfectamente peinados, cuando alguno se corría de lugar me gustaba poner los dedos en forma de garra y peinarlos hasta que volvieran a su posición correcta…, siempre derechitos… todo estaba siempre derechito, y sino ella se encargaba de enderezarlo… Era un lugar prohibido, ni siquiera sé por qué…, creo que eso era lo que más me atraía: nadie lo usaba nunca, era bastante lúgubre todo ahí dentro… Siento que por momentos había hasta neblina…, o eran esas pelusitas que se ven cuando entra un rayo de luz por la ventana… Ocupando la pared oeste, se erguía un mueble en el que todo parecía sagrado: miles de animalitos de porcelana, copas de cristal, adornos antiguos añejos…, todo se encontraba detrás de una puerta de vidrio cerrada con llave… El mueble era muy alto…, mi estatura no debía superar los ochenta centímetros, en cambio, más abajo y a mi alcance, las puertas del mueble también cerradas tenían la llave puesta… No sabía usarla para abrir, pero…, convertir la puertita y la llave en un gran pizarrón con tiza no fue una tarea complicada para una artista de dos años y medio… «¡¿Qué estás haciendo?!», preguntó la abuela en un grito desgarrador, presuponiendo las profundas heridas que habría sufrido su querido aparador a causa de una nieta atraída por la plástica… A la hora de pensar en el porqué de mi conexión con la escritura, había una frase muy primaria que no paraba de hacer eco en mi cabeza…, la misma que di a conocer en aquel momento, acompañada de un tono de obviedad y de una inocente sonrisa: “¡Etoy equibiendo!”.

Andrea Wilches Riaño dice: “El camino a la salud implica la posibilidad de liberar el potencial creativo espontáneo en cada uno de nosotros”.[1]

Este es uno de los maravillosos desafíos que nos propone el ser arteterapeutas, una disciplina que todavía está naciendo, pero que de a poco va haciéndose su lugar en las diferentes instituciones y espacios terapéuticos de aprendizaje.

            ¿Es nuestra cultura?, ¿es occidente?, en nuestro país se suman el auge y la vigencia del psicoanálisis. O fueron aquellos que “nos conquistaron” quienes nos enseñaron a privilegiar un lenguaje: el verbal; quedando fuera o como segunda opción otros lenguajes, y con ellos también a las personas que poseen lenguajes diferentes al verbal.

Tratando de recorrer estos terrenos, nace la disciplina de la Arteterapia, intentando renacer y recrear aquella comunicación que tiene que ver con otros lugares del ser, lugares más primarios, más ancestrales, más originarios, más puros, más corpóreos y sobretodo menos manoseados.

“Los cuerpos se definen por lo que son capaces de hacer, por los afectos de los que son capaces”, dice Gilles Deleuze.

Entonces, ¿de qué se tratan estos “’otros”’ lenguajes? ¿Cuál es la labor de un arteterapeuta?

Andrea García es Arteterapeuta, además de dedicar su vida a ayudar a otros en tareas solidarias de diferente índole, brinda su trabajo a personas con problemas de afasia, hipoacusia y ceguera:

“Desde mi experiencia laboral actual, yo vivo y entiendo la Arteterapia como un puente, que busca unir un mundo interno vivo con un mundo externo que no nos oye, porque no podemos reproducir aquello interno en palabras o códigos reconocibles y, como consecuencia, ese mundo externo tampoco nos ve. Cuerpos cárceles, rígidos, que encierran a un ser que no puede hablar, leer, escribir, caminar, ni recordar nada de su vida. Pero que siente y tiene consciencia de su realidad.

¿Cómo gritar la angustia, como exorcizar el dolor que eso provoca si no tengo palabras para decir, si no puedo escribirlo, si no logro que me entiendan? ‘Nadie sabe lo que puede un cuerpo, sin estar determinado por el alma’, decía Spinoza; y esto nos abre cuestionamientos: ¿qué puede un cuerpo?, ¿de qué afectos es capaz?, ¿qué es lo que puede experimentar?, ¿qué puede soportar?

Frente a la no palabra/código comunicacional, frente al silencio profundo o al balbuceo inentendible, estos cuerpos que encarcelan almas encuentran, a través de la Arteterapia, un lenguaje expresivo que rompe las limitaciones, que abre las almas y los corazones, que resucita la alegría y el deseo. El deseo que Deleuze trata de vaciar de sentido y de entender como mero flujo, potencia de producción, acercándolo al delirio.

Desde ese delirio –delirio como la posibilidad de no pretender hacer las cosas bien o mal ni lograr una producción artística bella, entregándonos al juego y al arte– es que podremos fugar y devenir palabra y ser comprendidos y resignificar la vida. Aún en el absoluto silencio”.

¿Cuál es la tarea de un Arteterapeuta?

Buscar, la misión es explorar cuál es el lenguaje a través del cual puede una persona expresar sus emociones, escapando, nosotros como terapeutas incluidos, a la rigidez de lo aprendido, lo conocido: lo verbal. Esto no significa que quedará por fuera siempre, ni que debemos reemplazar todo lenguaje verbal por arte, no; sino simplemente explorar otros lenguajes para expandirnos, para transformarnos, para acceder a lo nuevo: la creación.

Singularmente, una de las definiciones de creación propone: “Presentación de algo más sobre lo ya representado”. Parafraseando esta enunciación, podríamos proponer “construcción de algo nuevo sobre lo no representado”, introducir un corte sobre lo mismo para producir lo diferente es hacia donde orientaríamos nuestra búsqueda como arteterapeutas.

La creación nos desafía a la invención, a la posibilidad de hacer algo diferente con lo ya conocido, la posibilidad de re-crear, de volver a inventarnos.

Un maestro mío decía: “Si un paciente con su afecto hace síntoma, un artista con su afecto hace signo”, así, el recorrido podría pensarse en términos de poner el afecto en un signo y no, en un síntoma; un recorrido atravesado por la psicología y el arte, donde el poder hacer con el síntoma (entendiendo aquí al síntoma simplemente como afecto penoso que no me permite ser y vivir con libertad) será mover ese afecto hacia algo diferente, construir y crear para transformar, poner el síntoma a circular con otros, otros personas, otros lenguajes.

En este sentido se piensa el trabajo del arteterapeuta no con el fin de crear una obra de arte, sino con el fin de crear un lugar para poner a trabajar ese afecto penoso, donde el hacer y el crear sean un recurso al padecimiento.

Apuntamos también a descubrir en esa novedad una potencia, casi parafraseando a Lacan, “allí donde yo era mi ello advendrá”, exploramos no solo aquello que ya estaba ahí que nos afecta, sino también aquello que nos moviliza, tenemos presente también la potencia de las infinitas posibilidades por advenir. Desbloqueando intensidades.

Dar un mapa diferente para recorrer el mismo territorio, ya que nunca dejaremos de ser aquel que somos, pero podemos recorrernos de formas diferentes de acuerdo con el lugar donde nos posicionemos a mirar.

“’Enseñar al alma a vivir su vida, no a salvarla”, nos diría Gilles Deleuze    

Como aquella niña que inocentemente producía una herida en aquel mueble familiar, rompiendo con la estructura rígida conocida para dar lugar a lo nuevo a través del arte. Enlazando mundos.

“Hoy se cruzó en mi camino un ser maravilloso, de esos que te enseñan a ir más despacio para poder disfrutar el camino, para apreciar los detalles, cosas simples que en el día a día se pierden: un abrazo, una mirada, una sonrisa… Es increíble como por medio de la danza encontramos un lenguaje en común con B, donde él decide en qué momento conectar conmigo y sus compañeros, es ese momento mágico donde nos deja formar parte de su mundo y él se sumerge en su movimiento, expresando mucho más de lo que alguien podría decir con palabras. Nada es casualidad, dicen, hoy más que nunca siento que tengo el alma llena de vida, de amor para dar y desafíos que afrontar”. Yanina Cáceres (maestra de danza de un niño con diagnóstico de autismo).

Este es el maravilloso desafío (y regalo) que nos brinda el ser Arteterapeutas, encontrar, liberar y comunicarnos también en otros lenguajes, ¿o es el mismo?

Una vez llegó a mis manos un folleto que expresaba “hay otro mundo, pero está en éste’”…, para pensar…■

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