Frente a la implacable praxis del actual proceso político de Bolivia, vista a la luz de algunos elementos de  la fenomenología, surge una mirada que descubre  “en acto”, en práctica concreta, algunos de los mejores desarrollos del legado filosófico universal, referidos a la dimensión social.

El vicepresidente de Bolivia Alvaro García Linera dice sobre la revolución boliviana: García Linera: “Quizás valga la pena cabalgar sobre la contradicción, quizás sea esta la mejor forma de romper con la governance, que es la anulación de la contradicción. La clave de una nueva izquierda es cabalgar sobre la contradicción, vivir en la contradicción como única manera de permitir siempre el flujo vital de la sociedad, pero a la vez, la eficacia de esa vitalidad en imagen y decisión”.

Ciertamente la profundización de los procesos democráticos, y la apertura de instancias decisorias mediante el ejercicio de la democracia directa, asambleas, comunidades, etc. somete a una crítica profunda el criterio de la representación política, y la delegación de Poder. Bolivia ha vivido como ningún otro país un proceso general de movilización social, signado por la auto-representación. Pero lo cierto es que la constante dilución de la toma de decisiones en ámbitos asamblearios se confronta, en un punto, con la urgencia de una eficaz ejecución y la necesidad intrínseca al ejercicio de mando de concentrar las decisiones en los dirigentes. La expansión y la concentración ciertamente reclaman la fidelidad a las bases, al “mandar obedeciendo” zapatista, si bien en ese ejercicio hay una posible pérdida o exceso – pero en todo caso una distorsión-, de los objetivos y alcances políticos que entran en juego.

Al respecto, el Vicepresidente de Bolivia Alvaro García Linera se ha preguntado: “¿Hasta cuándo puede mantenerse este movimiento, hasta dónde se puede mantener un proceso ininterrumpido y permanente de deliberación y de asunción directa en la sociedad de sus decisiones sin necesidad de delegar?”.

Entiende que hay un movimiento complementario a aquel en el cual los dirigentes retoman la delegación. Pero quien decide al fin de cuentas, si el pueblo o sus dirigentes, será algo que permanecerá como la contradicción en sí misma que conlleva en su seno, y hace a la definición, de la democracia participativa.

Movilización y reposo, fuerzas vinculados a los momentos políticos de conflicto y consenso, coexisten y se alternan en sus manifestaciones, pero nunca dejan ambos de estar presentes. Esta sencilla indeterminación que debe tenerse sobre el conjunto político es el esbozo de la democracia participativa que Bolivia, (inencuadrable en ningún trabajo de “teoría general” al respecto), viene consagrando con una práctica política desde hace más de 20 años, y se ha revelado como una metodología claramente favorable para los sectores sociales en ascenso. En tal sentido señala García Linera: “Quizás valga la pena cabalgar sobre la contradicción, quizás sea esta la mejor forma de romper con la governance, que es la anulación de la contradicción. La clave de una nueva izquierda es cabalgar sobre la contradicción, vivir en la contradicción como única manera de permitir siempre el flujo vital de la sociedad, pero a la vez, la eficacia de esa vitalidad en imagen y decisión”.

En gran medida, el alcance que la revolución democrática y cultural de Bolivia pueda tener en el tiempo venidero, dependerá de la relación de estos factores.

Según un análisis de Carlos Antón, que considera que el núcleo central de lucha en Bolivia gira en derredor a la tenencia de la Tierra, entiende que sin dudas es el papel protagónico de las masas indígenas originarias el que hace posible la construcción de una nueva conciencia revolucionaria, pero considera que esta aún está en gestación; y que quien dirige y gobierna actualmente Bolivia es “la pequeña burguesía democrática que no está ganada por el imperialismo”. En este análisis se afirma incluso que “ellos son los protagonistas, no las masas, aunque se las reivindique en forma constante y explícita”. Pero lejos de ser una crítica, Antón considera que este es apenas un dato objetivo que sólo la conciencia y la práctica de las masas podría inclinar hacia cambios más radicales en su programa, y adquirir posiciones de vanguardia revolucionaria, si bien esta posibilidad todavía está vacante.

La inclusión del artículo 399 de la NCPE – que declara que los latifundios preexistentes a la entrada en vigor de la nueva constitución no estarían afectados por el nuevo régimen fundiario – y fue sin duda la mayor concesión que se dio a la oposición, resulta un ejemplo clarísimo de esta circunstancia, ya que generó al interno de la fuerza gobernante el dilema acerca de si había que pactar, y en ese caso sustraer el proceso a la posibilidad de una eventual guerra civil con desenlace incierto. O por el contrario se contaba con fuerzas sociales capaces de sostener en el tiempo una lucha aún mayor con un programa de expropiación sobre la totalidad del territorio boliviano, incluidas fundamentalmente las grandes haciendas de los barones del oriente.

Como sea la profundidad de este proceso sólo se verá con el decorrer del tiempo. Lo cierto es que el actual gobierno encauza la lucha política facilitando la constante movilización, y según palabras del propio Linera: “Serán las masas las que nos digan hasta donde ir, nosotros tenemos que seguir hasta donde ellas nos conduzcan, es nuestra obligación como intelectuales, como políticos y ciudadanos…y ojala que los movimientos sociales nos rebasen”.

En todo caso, Bolivia debe guardar el recuerdo de cómo el transcurso de los hechos diluyeron en el tiempo los objetivos de la revolución de 1952, si quiere tener presente que ningún momento de la historia consagra definitivamente los logros alcanzados por la lucha política.

Revolución democrática y cultural

Al intentar acercarnos a algunos de los diversos elementos que se dan estrechamente vinculados en el modo de ser comunitario, y han sido reconducidos a la política, e imprimen los rasgos del tipo de demandas y la experiencia general que hoy se vive en Bolivia, no podemos menos que reconocerlos como parte de la formación política integral del sujeto social del actual proceso boliviano.

La riqueza de su educación política, cubre además un amplio espectro de registros que van desde el pensamiento mítico (según Levi-Strauss lo más parecido a la ideología política), la incorporación y readaptación de los discursos centrales del indigenismos, el marxismo, el antiimperialismo, el tránsito empírico de lo los reclamos sociales devenidos en instrumentos políticos – la resistencia devenida gobierno, y la eliminación de intermediarios por la auto-representación – y finalmente la toma y conservación del poder. A la vez, goza de un vínculo ancestral que es portador de un legado cultural que siempre guardó en su seno el sueño de su redención, y de la comunicación con los objetos materiales del mundo, que sumados a este universo de cosas le ha permitido conservar en estado de excelencia, y ejercer, ese tipo de pensamiento que Levi-Strauss llamó: salvaje. Pensamiento que con el rigor de un filósofo o un matemático, piensa el objeto por medio de los elementos del mundo real; y reflexiona a través y mediante el mundo, y no sobre el mundo.

Los actores políticos bolivianos son portadores además de un tiempo estratégico, el tiempo agrario, orgánico si se quiere, que los trabajos de arado de pie, o con dos bueyes uncidos al yugo, minería u otras tareas brazales vivenciadas por generaciones les han permitido conservar – como modo de conciencia de la fuerza del trabajo – y como goce de esa comprensión que se da a través del propio cuerpo y del mundo. Que según los estudios de Remy Kwant, no pertenecen al orden teórico y no son la aplicación de ninguna teoría; sino a un tipo de comprensión incorporada y corporizada. “Un pensamiento que está unido a la acción, es una comprensión en la acción. Merlau-Ponty la denominó pratognosis porque la acción práctica y el conocimiento (político agregamos) están unidos”. Y aún agregaba Kwant que: “Este es el modo más primordial de existir del pensamiento humano…conocimiento en la acción, comprensión concreta que casi no se conoce a sí misma. No puede separarse del comportamiento. Lo que sabemos de esta manera lo podemos hacer, pero no explicar. Y podemos enseñárselo a otros mostrándoles como hacerlo”.

Asimismo, la experiencia colectiva de construcción política de Bolivia se ha basado en un incesante descubrir en la acción, marcando una fuerte diferencia con el modo de proyección racional de un modelo – el programa político que por antemano establece sus objetivos –  que se quiere llevar a la práctica. Con lo cual se pone en cuestión el lugar clásico que se le atribuye a la teoría, y en gran medida aún se piensa. Pues si tantas veces, intentando quebrar la falsa dualidad entre teoría y práctica, se ha sostenido que son dos momentos de una misma actividad, en la praxis boliviana tenemos un ejemplo emblemático, no sólo de que sea la reflexión y maduración posterior el momento predominante, sino incluso que sea uno y el mismo donde lo concreto y lo abstracto (y esta también es otra de las características del “pensamiento salvaje”), se dan por entero en la unidad de la acción, que por “prejuicio” inextirpable es portadora de una ética, en este caso solidaria, pacífica e igualitaria, como su razón práctica.

Lo comunitario, génesis de la ética estatal

Si quisiéramos acercarnos aún más al modo de “estar en el mundo” del sujeto político colectivo que hoy es Poder en Bolivia, e intentar describirlo, entonces, quizás sea acertado recurrir a los estudios de Heidegger, cuando demolía los últimos vestigios del positivismo, trabajaba en la  búsqueda de una posibilidad de conocimiento más originario, y sostenía que el ser-ahí (Dasein), ya lanzando fuera, en el mundo y junto a los objetos, el ser-en-el-mundo (In-der-welt-sein) era quien logra conocer de ese modo.

Tributario del método fenomenológico, el análisis heideggeriano entendía que el ser-ahí, en tanto ser temporal e histórico, asume su propio ser en un mundo de coexistencia con los otros, y desde ese marco cualquier experiencia se da como “totalidad significativa”. De ahí que la cultura provea el carácter de las interpretaciones. Pero agregaba, que ni siquiera esa totalidad funda al ser (evitando así cualquier fundamentalismo o dogmatismo al respecto), sino que el ser-ahí – en tanto abismo – es fundante de sí en completa libertad.

En tal sentido los pueblos originarios, son en todo caso pueblos originales, por haber establecido como orientación su propio espejo, sabiendo que esa es una construcción colectiva y arbitraria, y que el consenso de tal “objetividad social” es su “última” verdad, su propio soporte “retórico” fundante.

Y en honor a que esta “idea” – que es otro de los rasgos evidentes de la cultura boliviana-  pertenece al tronco común de la fenomenología, es menester  complementar este desarrollo con el concepto de lebenswelt o mundo de la vida con el cual Husserl remató todas sus investigaciones: el “mundo de la vida”, o mundo circundante que es lo que hay de más conocido, lo evidente a toda la vida humana, y dado continuamente a la experiencia, aunque aún no esté objetivado. Y dentro del cual la percepción del sujeto se da como conciencia comunitaria (síntesis del yo, tu, nosotros) y se vive una dimensión axiológica orientadora.

El momento colectivo que vive actualmente Bolivia, esta situado en una experimentación social que ha desbordado todos los conceptos desarrollados en Occidente para el tratamiento de la sociedad civil, llegando a poner en cuestión ya no sólo el lugar del poder – con el cual suscribe el mayor proceso de retroversión hacia el pueblo de las facultades delegadas antiguamente al Estado -, sino incluso la naturaleza misma del Poder, proponiendo una inversión de su predominante carácter de dominio al de servicio al prójimo.

Pues si el ejercicio de la ciudadanía no se agota en el ejercicio pleno de los derechos, o en la creación o reconocimientos de otros, sino en la promoción de una superación constante de los planos de subordinación, el sentido final de esa lucha es la reflexión acerca de la utilización del Poder dentro de la instancia del Estado. Sencillo, Evo Morales afirma que “la política es la ciencia de servir al pueblo”. Asemejándose así a los antiguos movimientos cristianos que luchaban por sustituir el sometimiento y su propia sumisión, por la diaconía o ejercicio de solidaridad con al comunidad.

Con una praxis implacable, y el nivel de cohesión cultural de su población,  – ejercida desde muchos de los “dominios” de comprensión que hemos intentado establecer -, el pueblo boliviano parece haber superado al “sujeto kantiano“, por una suerte de “sujeto colectivo trascendental”, una nueva “Humanistas”; y desde ese lugar nos brinda una Didáctica Magna. 


{xtypo_info} Esta nota es un extracto de la ponencia: “La experiencia boliviana, como pensamiento político”, presentada por el autor en el reciente, I Congreso Internacional Extraordinario de Ciencia Política, de San Juan, quienes deseen leerla en su totalidad pueden solicitarlo por mail.{/xtypo_info}

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