Un atentado que cruje entre las palabras de los actores de una obra de teatro, en una sala de teatro repleta de espectadores. En ese crujir de palabras y sensaciones que se agolpan en el espacio, el atentado, firme como una mano que aprieta el puño, expande su propósito y rompe y enmienda, y enmienda y rompe. Este acto tiene, para mí, un nombre y un movimiento “intentos desmedidos por dejar una huella”.

Hace unos cuantos años el colectivo cultural Etcétera elaboraba el Manifiesto errorista, editado en 2009.[1] Entre muchos errores, este manifiesto deduce que: “El teatro errorista no inventa escenarios ficticios ni convenciones unilaterales. Busca los escenarios sociales y se apropia de ellos violentamente irrumpiendo en la escena. La dramaturgia se construye a partir de la sucesión y simultaneidad de errores. Aquí no hay ensayos la acción dramática nace en el error”.

Y describe algunas categorías como: Actor-cidios, actores que se entregan como suicidas a la experiencia teatral, no temen a la muerte, saltan al vacío y explotan. Asimismo, los Espect-tactores son sujetos y multitudes que se ven involucrados en la acción teatral errorista, ya no como espectadores, sino como actores participantes de esta performance escénica.  Y lo que llamaban la Dramaturgia del error, desarrollada entre actor-cidios y espec-tactores, donde la trama es la clave de la obra, repleta de actos fallidos, lapsus y errores. Serían estas las valiosas armas del teatro errorista.

Atentados, ataques, choques, explosiones, desastres, errores, catástrofes.

Fracasos, horrores, frustraciones, desesperaciones, insatisfacciones y penas.

¿Entonces? La ausencia de alegría se hace presente, entonces la aparición del asombro impacta en quien observa este hecho teatral, poco feliz, desahuciado, pero presente como nunca antes. Pequeños, pero enormes actos visuales se cruzan en nuestro camino. Como el maravilloso grupo Noviembre, en España de los años noventa, o como, en nuestro país en los años sesenta, en las performances del Di Tella; y mucho más cerca el Parakultural y aún más cerca lo hecho por el Periférico de objetos y los actos Gore en la vía pública. En estas ofrendas despiadadas, se exponían actos impactantes y fugaces. Esto hacía a un teatro entregado a la convicción de generar en su público o en los espec-tactores desprevenidos, algo más que la mera disposición a mirar, se los apelaba profundamente y de alguna manera se los hacía responsables de completar el hecho teatral, de reelaborar ese mensaje, de repensar ese “estar” allí.

Hace varios años y para este medio que encajaría perfectamente en lo que el manifiesto errorista denomina como “re-evolucionario”: practicas re-evolucionarias en busca de la autonomía y autosuficiencia social. Asume la lucha contra toda forma de control o dominación social, cultural, racial, espiritual, política y económica. Decía que pude expresar en esta columna cómo se logran, desde el teatro, formas expresivas abordadas desde propuestas decididamente formales. Andamiajes y procedimientos que utilizan conceptos que hacen posible la generación de ideas que luego de varios intentos, ensayos y errores serán puestas en acción. En esta cocina creativa, repleta de efectos y estructuras y mecanismos, nacen piezas teatrales, plásticas y musicales. En su morfología de forma y contenido, coexiste la firme decisión de provocar en los que miran un movimiento mental, una suerte de corrimiento de lugar. Le dice que lo que acaba de ver es y será para siempre.

Un hombre visiblemente prolijo y perplejo entra al espacio ficcional, lo atraviesa, duda, se detiene y avanza hacia el público, se acerca todo lo que puede. Mira detenidamente a los ojos de los espectadores. Luego hace ingresar aire por sus fosas nasales, acción que dura varios segundos y crece. De repente se detiene esa respiración para dejar salir un susurro que ira aumentando su volumen y dice estas palabras:[2]En este mundo donde todas las cosas tienen nombre y donde todas las aguas son en apariencia profundas y el aire se respira confuso existen corazones infinitamente estancos. Existen manos que tantean en la oscuridad buscando encontrar otras manos. Existen ojos y pestañas mojadas, cuerpos revoleados, sonrisas descompuestas, cantos apagados y muchos gritos apuñalados”. Pausa, vuelve a agitar su respiración, agudiza la mirada y continúa:

Hoy es el día. Entonemos la nota profunda, su vibración y su reververancia va abrazar como los anillos de Saturno a todos y a cada uno y a esta tierra que pisamos, va a llegar hasta el centro y va a penetrar en su núcleo para que vuelva a nacer la alegría”. Silencio. Vuelve a recorrer algunas miradas, esboza una tímida tos y se da vuelta alejándose para salir. Vemos, en su espalda descubierta, heridas provocadas por todo tipo de armas de fuego y de armas blancas, antes de desaparecer se desploma. Apagón.

No sé si el arte va a salvarnos, no sé qué es salvarnos, no sé en qué piensan los pocos que deciden sobre todo y que además nos hacen creer que no somos nada. Lo que si sé es que el arte libera toxinas, el arte nos encuentra, nos enfrenta y nos habla claro y directo. Es como un abrazo que quiere darnos. Quiere acobijarnos amablemente y entibiarnos el corazón.


[1] Realizado por el comando Villa Crespo. Grupo Etcétera. Emprendimiento cultural “El asunto” (www.elasunto.com.ar, youtube: errorismo).

[2] Paula Neri.

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