Encontramos a Domingo Bresci en la estación de trenes de Retiro de la tumultuosa capital de nuestro país. Un lugar bien popular, casi tanto como él y sus ideas. Fue la segunda vez que intentamos conversar con él. La primera, el año pasado, al abordar la temática de religiones y fe, buscando encontrar una alternativa dentro del catolicismo; pero el tiempo nos jugó una mala pasada aquella vez. Hoy nos dio revancha y nos permitió descubrir otro modo de pensar la relación entre religión y pueblo, entre Dios y comunidad, entre fe y praxis; un camino que va de abajo hacia arriba.
ANDÉN: ¿Qué es la Teología para la Liberación?
Domingo Bresci: Si vamos a hablar de teología para la liberación, primero debemos preguntarnos ¿qué es teología? Y luego, si la teología para la liberación es o no teología.
Al hablar de Teología, referimos a la reflexión, comprensión e interpretación sobre Dios y el Hombre desde la fe. Lo primero que encontramos es la Teología Clásica. Esta se inicia con Santo Tomás y con la escolástica. La teología es el estudio de Dios y para la escolástica la naturaleza de Dios es el esencialismo. Pero la escolástica no es un saber popular, y dista mucho de serlo. Antes que ello, la escolástica requiere una gran especialización y estudio, es un trabajo intelectual que se somete a un principio de autoridad. En ese sentido, quien hace teología es el “especialista”.
A partir de la modernidad surge otro modo de entender a Dios y surgen otros autores que van a ir cambiando la idea que durante la Edad Media se hizo de Él. Lo que en un momento fue el estudio filosófico de la presencia de Dios, pasó a ocuparse de realidades terrenas y temporales en relación con Él. Es por ello que esta teología puede pensarse como “existencialista” o “concreta”, en tanto el camino es de abajo hacia arriba. En este caso, quien hace teología no es más aquel que lleva años estudiando y especializándose escolásticamente en la fe y la razón, sino que el sujeto que hace teología es el colectivo de creyentes, todo creyente puede hacer teología.
¿Quién es el sujeto de elaboración teológica de la actualidad?
D.B.: Hoy en día, quien realiza la elaboración teológica es el pueblo. Un teórico sistematiza, realiza teorías a partir de realidades concretas o de abstracciones, realiza distinciones analíticas de diferentes conceptos; el pueblo, sin embargo, está en permanente cambio, es quien crea y cambia.
¿Qué importancia tiene el cambio?
D.B.: El cambio es un modo distinto de entender la vida. La teología, la filosofía, la ciencia, los Gobiernos, todo debe pensarse desde el pueblo y su dinámica. En ese mismo sentido, la Iglesia es el pueblo y no los curas. Esto no significa que lo curas no sean parte de la Iglesia, lo que significa es que sin pueblo no podemos tampoco hablar de Iglesia. Esto se acentúa al cambiar el sujeto histórico, como te decía antes: hoy el movimiento es de abajo hacia arriba.
Por darles un ejemplo, en nuestro país, cada año se realizan Seminarios de reflexión teológica en los que participan alrededor de unas mil personas. A partir de estos lugares se construyen nuevos modos de entender la teología. Este es el ámbito que hoy en día queda en América de la Teología para la Liberación, aquí se reflexiona sobre cómo aquello que pasa sería pensado por Dios.
Como ven, el vínculo entre la realidad y Dios es algo primero e inquebrantable. El punto de partida es la realidad y, en este caso, la realidad latinoamericana, que inicia su reflexión al captar la opresión y la pobreza del pueblo.
En la Biblia Dios interviene en la tierra para liberar a su pueblo. Hoy en día, así como hace dos mil años, sigue habiendo pobreza y opresión, y esto se traduce en acción ya que, al estar dentro del ámbito de la fe, hablamos de lo que Dios entiende por acción. Entonces se encuentran dos cuestiones: la reflexión y la acción. De ellas, la acción es lo primero.
Como puede verse, se incorporan nuevos componentes en la religión -como Pueblo, Pobres, Oprimidos, Liberación, Historia y, fundamentalmente, Praxis-, que producen un cambio profundo.
¿Qué importancia tiene el “documento de Medellín” de 1968?
D.B.: En el documento de Medellín se da la confluencia y sistematización de la teología para la liberación. No es que surja allí, esta experiencia se manifestó durante los años 60 en diferentes regiones de América Latina. El Concilio Vaticano II (‘62-‘65) ya había proclamado que “La Iglesia camina unida a la humanidad y se solidariza con su suerte dentro de la historia”. Sin embargo, es precisamente en Medellín, Colombia, donde se produce la afluencia en un único documento de las prácticas que se venían desarrollando en nuestras tierras. Lo fundamental es rescatar que así como el primer pueblo de Dios (Israel) experimenta la presencia salvífica de Dios cuando lo libera de la opresión de Egipto, así también nosotros –nuevo pueblo de Dios- sentimos su paso que salva cuando cada uno y todos pasamos de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.
Por otra parte, esta primera interpretación de la teología para la liberación tiene una gran influencia del pensamiento marxista, que tan presente estaba en aquella época, en diferentes ámbitos. En este sentido, esta primera mirada fue más economicista y social, luego se sumaron otros aspectos, como la historia cultural de los pueblos.
¿Cuál fue la importancia de esta intromisión?
D.B.: A partir de la inclusión de otros aspectos de la realidad y del pensamiento en estas sistematizaciones, que especialmente tienen lugar a partir del documento elaborado en Puebla en el año 1979, la Teología para la Liberación se desprende de cierto determinismo e universalismo. Se reconoce que hay originalidad y diferencia en los pueblos y se ven las posibilidades de revoluciones nacionales (lo cual es muy diferente a las revoluciones de nivel internacional que estaban mucho más lejos de producirse). De este modo, la revolución partía desde los pueblos y con sus propias características.
¿Hay algún elemento original en la teología?
D.B.: Hoy en día hay muchas cuestiones nuevas que responden a los nuevos contextos de nuestro país y de nuestro continente. A partir de los movimientos sociales, que luchan por intereses particulares, como pueden ser la mujer, los aborígenes, campesinos, afro-descendientes, migrantes, medio ambiente, etc.; hay desarrollos teológicos que los acompañan. Leonardo Boff es un claro ejemplo de cómo desde la teología se puede pensar la naturaleza. La teología debe acompañar los procesos históricos, no es una cuestión autoritaria que quede estancada en un modo de ver las cosas. Por el contrario, a partir del pueblo y del cambio, surgen nuevas temáticas y con ellas nuevas teologías.
¿Y qué es lo que queda en este devenir?
D.B.: Yo sigo luchando por la liberación. Mientras haya explotación, opresión y pobreza, habrá una teología que luche por liberar al pueblo del sufrimiento, y si no es la teología, quedará la liberación. Hoy en día se encuentran por todas partes nuevas fuerzas de cambio, así como las de los ’60 y los ’70. Los movimientos sociales y los jóvenes están dando luchas que se habían abandonado, y están participando activamente en la modificación de la realidad.
Estamos en el mismo lugar que los ’60 y los ’70?
D.B.: Pienso que hoy hay más condiciones que en esa época, ya que hoy el contexto latinoamericano nos acompaña. Hoy no es necesaria la lucha armada, ya que es posible generar transformaciones por otros lados, por otros medios. Y hay algo muy importante: los gobernantes comprenden este momento histórico y lo apoyan o tratan de hacerlo. Por ello puede decirse que los cambios se dan en los dos lugares.
¿Cuál es la presencia de la Iglesia en estos cambios?
D.B.: Antes los grupos cristianos estaban más presentes, pero no es lo más importante. Hoy no interesa tanto hacer teología, por lo menos no es lo más importante. Lo que sí importa es comprender y comprometerse para mejorar las condiciones de vida■