lo largo de los últimos quince años, y de las sucesivas traducciones al español, la obra del pensador francés Jacques Rancière se ha puesto en el centro de atención de un variado conjunto de discusiones, que incluyen a la filosofía política, la estética y la literatura, principalmente. Una de las notas distintivas de su pensamiento, nota que lo vuelve interesante para pensar nuestra realidad argentina, es su constante interrogación por la emancipación. Dos de sus más repercutidas obras El maestro Ignorante y El espectador emancipado, apuntalan esta cuestión de la emancipación, tanto en el campo de la enseñanza como en el de la política.

 

En sus obras sobre política y filosofía, que serán la materia prima de estos ejercicios de reflexión, Rancière, comienza por problematizar y resignificar los mismos términos de la discusión, lo que se entiende por filosofía y por política.  Entre esas obras podríamos mencionar, el excelente libro El desacuerdo y Once tesis de política. Esta última, escrita a modo de breve texto de divulgación, es un disparador de gran impacto teórico, sugestivo y problemático; aunque incomprensible si no se tiene presente el resto de la obra del autor, y las discusiones previas que lo circundan. A mitad de camino entre uno y otro extremo, nos proponemos dedicar una serie de publicaciones para recorrer los disparadores rancieranos, adentrarnos en ellos, y tratar de, junto a algunas contribuciones de otros textos, pensar a través de las Once Tesis de Política la posibilidad de acercarnos a la comprensión de distintos problemas políticos, culturales y sociales que envuelven a la Argentina de hoy. Esto no significa, extrapolar conceptos de una realidad a otra, ni de un contexto teórico a otro, sino la creencia, de que algunos problemas en torno a la “democracia”, a la legitimidad del poder, a la noción de “pueblo”, a la idea de “derechos”, son pensados en la obra Rancière, en una clave hermenéutica que contempla y desafía los problemas actuales de la política y la democracia, y nos permite pensarlos siempre en el horizonte de la emancipación. La idea entonces consiste en utilizar una herramienta para profundizar la reflexión, con la intención de llegar a lugares incómodos, que nos hagan repensar nuestras ideas y praxis cotidianas, así como nuestro sentido común.

Antes de comenzar, conviene aclarar que si bien las tesis pueden pensarse en su individualidad, y que haremos el esfuerzo por pensar un tema distinto a través de cada una de ellas; la comprensión del planteo de Rancière dependerá de la comprensión del conjunto de las tesis.

La política es, ante todo, una relación

Tesis 1:
“La política no es el ejercicio del poder. La política debe ser definida por ella misma, como un modo de actuar específico, puesto en acto por un sujeto propio y revelador de una racionalidad propia. Es la relación política la que permite pensar el sujeto político y no a la inversa.”

Lo primero que nos dice Ranciere es qué no es la política: no es la práctica del poder y la lucha por su posesión, no es tampoco una teoría del poder o una búsqueda del fundamento de su legitimidad, tampoco un modo de asociación más considerable o una forma de poder distinguida por su modo de legitimación; a lo cual podríamos agregar: la política no es una ciencia sobre la mejor forma de gobernar, la política no es administración, la política no es aquello que sucede en relación a la toma de decisiones en los gobiernos y Estados, entre muchas otras cosas que podría no ser la política. Pareciera ser que todo lo que comúnmente denominamos política no lo es y por tanto no podemos darle una definición del tipo “política es:..”. Lejos de eso, nuestra primera tesis nos dice que la política “debe ser definida por ella misma”. Esto significa en primer lugar, que “si la política es algo específico (…) a ella concierne un sujeto que le es propio, y que le concierne bajo la forma de un modo de relación que le es propio”. Esto significa que para definir la política tenemos que ver qué sujeto le es propio y qué modo de relación. Para esto Rancière se remite al libro III de la Política de Aristóteles donde este define al ciudadano como aquel que “tiene parte en el hecho de gobernar y el de ser gobernado”. El “todo de la política” está en esta relación especifica, este tener-parte que hace necesario interrogar sobre su sentido y sobre sus condiciones de posibilidad.

Pero con esto todavía no avanzamos mucho, ya que a continuación nos encontramos que esta relación “se ofrece a dos interpretaciones radicalmente opuestas que definen dos puntos de vista antagónicos sobre lo «propio» de lo político”.

La primera a veces nombrada como el “retorno” de la política, consiste en una “reducción de lo político a lo estatal” que se da de la siguiente manera. Se identifica a lo “propio” de la política con una concepción del buen vivir. Esa definición del “buen vivir” que en Aristóteles se utilizaba para designar el orden de vida doméstica, es transformado en estas interpretaciones, en orden social. De allí que la ciudad también se definiría por un “bien propio”, una buen vivir en base a una virtud. Esta relación entre política pura y virtud del bien político, remite en la práctica, para Rancière, a las oligarquías gubernamentales ilustradas por los expertos. Se entiende así la reducción de la política al ámbito estatal. 

Volviendo a nuestra idea de que a la política le corresponde una relación específica de la cual se define un sujeto y un modo de actuar propio, esta interpretación que hemos llamado “reducción a lo estatal”, tendría el problema de caer en un círculo vicioso ya que propone la similitud entre la relación política y el sujeto político. En este caso, explica el pensador francés, la relación política se deduce de las propiedades de un mundo vivido específico [mundo del buen vivir], y se la explica por la existencia de un personaje (la oligarquía) que tiene el bien de la virtud como elemento específico: “Se explica, en definitiva, la política como la realización de un modo de vida propio de aquellos que están destinados a ella. Se establece como fundamento de la política esa parte que es de hecho su objeto”.

Esta interpretación viola el principio del cual partimos según el cual “la política no puede definirse por ningún sujeto que la preexista”. Para Rancière, entonces, es en la forma de su relación que debe ser encontrada la «diferencia» política que permite pensar su sujeto: “Si hay algo propio de la política, se contiene todo en esa relación [tener-parte en el gobernar y ser gobernado] que no es una relación entre los sujetos, sino una relación entre dos términos contradictorios por la que se define un sujeto. La política se desvanece cuando se desata ese nudo de un sujeto y una relación”.

Esta relación en una de sus formas fundamentales es nombra por Rancière como “litigio”. El litigio, la discusión sobre las partes de la comunidad, la igualdad de la comunidad, lo “propio” de la política, incluso, “es el litigio sobre la existencia de la política por el cual hay política”. En palabras más sencillas, la discusión misma por la política, su relación especifica y su sujeto, es la razón por la que hay política. 

Nos quedamos con dos elementos de esta primera tesis:

1 – La política no es el ejercicio del poder. La política debe ser definida por sí misma, como un modo específico de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto.

2 – Es la relación la que define el sujeto y no a la inversa. No es lo estatal lo que define al sujeto de la política, ni lo “propio” de ella, como tampoco lo es la virtud o un bien común.

Tesis a la obra

Veamos entonces como esta tesis nos permite pensar dos cuestiones actuales sobre la política argentina. La primera, es la relación (¿conflictiva?) entre la Presidenta y el titular de la CGT Hugo Moyano. Tomo como referencia la editorial del Le Mond Diplomatique (edición Cono sur) de enero del 2012, a cargo de su director José Natanson, titulada “Como el salmón”. El primer subtítulo de la nota “Una cuestión de alianzas” comienza así: “Como la moneda y los celos, el poder no es un absoluto sino el resultado de una relación”. Esta afirmación bien podría ser un paso en sintonía con el pensamiento de Rancière. Pero sólo a primera vista, la nota continúa con una descripción de la “ecuación de poder” del Kichnerismo desde 2003 hasta esta parte. Haciendo hincapié en dos pilares, por un lado en su relación con el PJ bonaerense, y por el otro con la CGT. Con esta última, el punto parece ser en los últimos años una convergencia de intereses lograda a través del “modelo”, más que una cuestión de feeling personales. De allí que Natanson nos propone que “quizás lo importante no es tanto el feeling personal entre la presidenta y el camionero sino preguntarse si el gobierno esta dispuesto a cambiar sus sistema de alianzas, el mismo que le permitió conservar el poder en los momentos bajos del ciclo, como durante la crisis del campo del 2008”. El carácter estratégico de esta alianza, y su transcurrir por las posibles futuras crisis, concluye Natanson, es quizás el principal desafío político que enfrenta hoy el kichnerismo.

En esta nota, la política es presentada como una disputa entre sujetos y como una elección estratégica con el objetivo de armonizar sus intereses, o mediar sus conflictos. Si como explicaba Rancière, “es la relación política la que permite pensar el sujeto político y no a la inversa”, anteponer a una discusión política sujetos ya constituidos en la relación tener-parte, es disolver el nudo que ata a la política. La disputa entre Cristina y Moyano ya tiene definida la relación tener-parte. El sindicalismo tiene su lugar en el orden de los cuerpos, tiene su sentido político, sus reivindicaciones y lucha, tiene un lugar instituido y configurado en la sociedad, en el todo. Es decir, tiene su parte en el tener-parte. En este sentido específico, la relación entre Cristina y Moyano podríamos decir que no es política en la medida en que no se interroga, no se cuestiona por ese modo específico de la relación “tener-parte”. No se abre al litigio sobre las partes de la comunidad ni los sujetos que la constituyen.

El análisis de Natanson sobre la política se movería sobre la interpretación que denominamos el “retorno” de la política, en una reducción de la política a lo estatal, donde los sujetos, el gobierno y la CGT son anteriores a la relación. El litigio, la discusión sobre el tener-parte ya esta saldada y por tanto, siguiendo a Rancière, “se hace desaparecer el objeto que la política pretende explicar o fundar”.

El segundo ejemplo, nos permitirá completar el cuadro general de esta nota.

En la sección de “Ideas” del Suplemento Cultural Ñ, del 21.1.2012, se publica una nota (Pág. 12-13) con el siguiente título: “El año que redefinió la política”. En ella se reconstruyen y problematizan los distintos “movimientos sociales difusos” (Los indignados, el 15-M, Anonymus) que protagonizaron las principales luchas, protestas y reclamos del 2011 a lo largo y ancho del mundo (Túnez, Madrid, Wall Street, Grecia, Libia, etc.). En una subnota en la misma página, se le pregunta el escritor Amado Fernández Savater (“escriba” del 15-M) en qué medida se puede hablar de un nuevo sujeto político, respecto de estos movimientos sociales difusos. Primero aclara Savater: “los poderes operan siempre por de-limitación: ponen nombres, establecen fronteras, asignan identidades”, y el 15-M ha logrado -incluso a través del humor y la ridiculización- pinchar todos esos estereotipos: “marginales”, “anti-sistémicos”, “violentos”, etc. Pero más interesante aún, afirma al final Savater, el “indignado puede ser cualquiera que perciba como intolerable este capitalismo enloquecido, cualquiera que piense que sólo juntos podemos recuperar la dignidad. Indignados no son “los de izquierda” ni “los radicales”, no son los trabajadores ni siquiera los ciudadanos. No es una identidad, sino una decisión subjetiva y posible para todos”. Aquí no hay efectivamente ningún sujeto político pre-definido. Tampoco hay una causa única en común que los agrupe, ni una ideología, ni una nacionalidad, nada. Un sujeto constituido por cualquiera. Pero ni siquiera estas nuevas identidades (discutibles todavía) son el punto en cuestión. Más interesante es que, tal vez, en las consignas reivindicadas en sus prácticas del tipo “no nos representan”, “No les votes”, “la llaman democracia y no lo es” y (mi preferida) “Seguimos aquí” uno pueda leer la intención de empezar a discutir nuevamente sobre el tener-parte en el gobernar y ser gobernado. En el mejor de los casos, una vuelta a la discusión primordial de la política, sobre el litigio, sobre las partes de la comunidad, sobre cuáles tienen voz y quienes gobiernan y son gobernados.

En el entramado de esas complejas relaciones ponemos a girar los disparadores rancieranos que continuarán en la próxima nota con la segunda tesis, que apunta a una de las características más indiscutibles de nuestra política y nuestros políticos:la paradoja

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