Si Catamarca fuera una mujer, seguramente muchos la juzgarían tímida y calladita. Sin embargo, en la intimidad, como algunas madres, despliega un carácter fuerte en las relaciones que proyecta, haciendo resonar su voz potente para imprimir un carácter familiar sobre todos sus hijos.

Esa voz viene principalmente del amplio cuerpo de sus paisajes, sonidos y timbres de naturaleza viva que conforman un instrumento imponente, gracias a sus montañas susurrantes y sus ecos, que se pierden entre cañadones; a  la ambigua tonalidad de sus ríos, tronadores o alegremente cantarines; al seseo de un viento constante a veces ensordecedor; a todos los pájaros con sus idiomas, las chicharras del largo verano al unísono estridentes, las tormentas feroces, los perros de la noche y sus ladridos.

Pero cuando hablamos de cultura, lamentablemente la voz de esta mujer se vuelve silenciosa o apenas audible, entre el decir masculino imperante, con tono mandante y arcaico de raíz folclórica y tradicionalista, tan fuertemente arraigado y políticamente sostenido.

Sobre este colchón orquestal es que, en Catamarca, se levanta, a finales del 2018, el Movimiento Margaritas mujeres de la música. Con viento en contra, las Margaritas florecen en el paisaje que les es propio, en un momento de ebullición histórico, como otros colectivos femeninos que se alzan a lo largo, ancho y profundo del país, para hacer frente a las problemáticas comunes en los ámbitos de desarrollo donde las mujeres han decidido cuestionar y redefinir el rol por ocupar de ahí en adelante.

Integrado por más de sesenta mujeres de la capital y del interior, las músicas catamarqueñas se juntan y crean un colectivo que incluye a las cantantes, instrumentistas, compositoras, productoras, gestoras, animadoras, investigadoras, técnicas, bailarinas, diseñadoras, etc., entre artistas con trayectoria y emergentes. Todas con la necesidad común de discutir su presencia y visibilidad, de reconocerlas y de hacerlas valer, a partir de la demanda concreta: “Por más mujeres sobre los escenarios”.

En este ejercicio de hacerse oír; de llegar a acuerdos y de compartir conocimientos, experiencias y posibilidades; de acompañar en la dificultad y de festejar en los logros, Margaritas transita paso a paso su razón de ser, con la esperanza de generar a corto plazo cambios concretos para el beneficio de las mujeres de la música, así como del público y de la cultura toda de esta provincia en el contexto nacional movilizado.

Como productoras de bienes culturales, a través de su manifiesto, dejan sentados los puntos más importantes por abordar y los logros por conseguir, a partir del deseo común de trabajar profesionalmente en las distintas dimensiones que ofrece el campo de la música. Campo actualmente copado casi exclusivamente por hombres poco dispuestos a empatizar y compartir un escenario, que consideran propio y que les reditúa económicamente gracias a su exclusiva presencia en los numerosos festivales de música de la provincia, donde la participación femenina  históricamente es casi nula. Sobre estas bases, las mujeres levantaron la voz, desplegaron su cantar y reclamaron ser incluidas, convocadas, escuchadas, difundidas, respetadas, bien pagadas.

Las margaritas vienen cantando

Como resultaba más fácil gestionar un festival independiente que esperar a que se las convoque, las Margaritas llevaron adelante el Primer Festival de Mujeres Músicas, y desplegaron a lo largo de cuatro sábados de marzo un escenario por el que pasaron más de cincuenta mujeres de todos los géneros ante la presencia de unas dos mil almas. En un viejo tinglado del ferrocarril convertido en teatro, poco usado para estos fines, y haciendo gala de un esfuerzo colectivo de producción, lograron generar un hito musical que marcó un antes y un después en la cultura catamarqueña.

Cada noche las margaritas se agruparon y, al son de las cajas, recibieron al público cantando un himno cargado de deseos y promesas que conmovió a los asistentes por su repentina manifestación y la proximidad física de la multitud de mujeres empoderadas que lo sostenían:

Yo soy una margarita que se plantó en el camino, cantar sobre un escenario es mi lucha y mi destino, ay, ay, somos las margaritas, con nuestra voz que palpita… y si en el campo molesto junto a mis muchas hermanas, sepan que es por defender a las que han sido calladas.

Con casi cuatro horas de show por noche completamente gratuito, una locución inteligente y cálida sin fisuras y con un sonido excepcionalmente bueno, sumado a la riqueza visual del diseño de imágenes creado para la ocasión, que incluía saludos de artistas nacionales en apoyo de la movida, y material adicional creado por diseñadoras y artistas visuales, el festival fue un verdadero espectáculo, y demostró que nada puede justificar la disparidad de género en las grillas de festivales y conciertos.

“Por más mujeres en los escenarios” es, a partir de este suceso, una interpelación concreta y punzante en el camino de renovación de prácticas en nuestra cultura y un compromiso hacia adelante en la tarea de ampliar los sonidos.

 

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