El nuevo escenario político con el que vemos llegar el 2010 debe llevarnos a reflexionar sobre la curiosa forma de ejercer el rol político de nuestros representantes. El deseo por parte de la Presidenta de la Nación de utilizar reservas del Banco Central para el pago de deuda externa enmarcada en el cuestionado proyecto Fondo del Bicentenario abrió la caja de Pandora de una inesperada crisis institucional. Las cuestiones puramente técnicas escapan al grueso de la población. ¿En qué sentido o en qué momentos debe, la principal entidad monetaria, mantenerse independiente de los vaivenes políticos? ¿Cuál es el grado de independencia que su presidente, Martín Redrado, debe tener con respecto a las decisiones del gobierno sobre  las reservas y en especial sobre los decretos de necesidad y urgencia dictados en su contra? En principio no hay una posición internacional unánime con respecto a ello, ejemplos en pro y en contra sobran en todo el mundo.  Pero deberíamos poner el foco en otras cuestiones menos tecnocráticas, a saber, un concepto tan en desuso como el de la buena fe. 

Se dirá que en política apelar a la buena fe es un ejercicio de inocencia irredente y hasta irresponsable, pero puestos a observar con este prisma, los resultados no debieran de distar mucho de los siguientes:

La mal llamada “política K” (no olvidemos que cualquier expresión peronista del periodo que sea siempre se estructuró de forma puramente verticalista) pidió la renuncia del presidente de  una entidad autárquica violentando los mecanismos institucionales de remoción expresamente detallados tanto en la carta orgánica de la entidad como en la Constitución Nacional. Es impensable suponer que la secretaría legal y técnica ignorara estos mecanismos. No tener en cuenta al Congreso Nacional, por opositor que fuera, no es un signo de respeto a la institucionalidad. Los exabruptos verbales del Jefe de Gabinete y del Ministro de Economía deben entenderse como punta de lanza de una cuestión que se les ha escapado de las manos. La siempre paranoica interpretación de la realidad que declara enemigos a todos aquellos que se oponen a un conjunto total de medidas tomadas por el gobierno (o a un grupo de ellas) divide, discrimina sin ton ni son, traza las aguas indebidamente allí donde no conviene.

Un ejercicio claro de la realpolitik no puede aspirar a la aceptación lisa y llana de cualquier decisión. Algo que a los K siempre se les ha cuestionado y al parecer no dejará de ocurrir es la falta de vocación para generar los consensos necesarios para medidas que impacten de lleno en el conjunto de la sociedad. Judicializar una cuestión puramente política y enturbiar las aguas custodiando a una jueza que expresamente pidió no serlo, exigiendo de ésta la recepción de una apelación,  es caldo de cultivo para cuestionamientos variopintos que no se suman a las ideas conspirativas o en todo caso las avalan desde afuera. No hay buena fe allí donde se sugiere que todos son enemigos y conspiran.

 El rol del director

Que Redrado se negara a liberar los fondos no es, per se, un acto conspirativo. Si su posición es fundada en datos técnicos bien puede considerarse como una oposición debido al matiz de la medida, su oportunidad, su situación en el contexto internacional. Lo cuestionable es que días antes éste ya realizara probados contactos con los principales jefes de la oposición. Alguien en un cargo de corte puramente técnico no está éticamente habilitado para hacer un testeo de posiciones políticas (en el mejor de los casos) o un llamamiento a una búsqueda de consensos. Ese rol es para otro tipo de funcionarios. Su tan sugerente modo de comunicar la situación a medios tan recalcitrantemente opositores como TN, del grupo Clarín, y su verba a favor de los intereses de la Nación, en consonancia con las presentaciones realizadas en New York apelando el embargo de fondos en los EEUU y mezclando todo eso en un paquete de defensa de su cargo, flaco favor le hicieron a los mercados que, siempre asustadizos y mal intencionados, dejaron caer la bolsa en días en que la tendencia regional iba en alza. Que se filtraran sus contactos con el Vicepresidente Julio Cobos, con cara de foto en toda ocasión, tampoco le aportó mucho a la imagen del Presidente del Banco Central que ve peligrar su cargo desde el momento en que el diputado Ricardo Alfonsín sugirió la posibilidad de apoyar su remoción a cambio de que se permita discutir en el congreso la composición, reales objetivos y viabilidad del, a esta altura, poco feliz Fondo del Bicentenario.

 Posiciones no positivas

Todo un artículo aparte merecería el rol del vicepresidente que, a estas alturas del quehacer nacional, se ha convertido en la figura más desdibujada del arco político. Desde su irrupción por la puerta grande al grupo de los súper enemigos con su voto no positivo a la 125, ha intentado perfilarse como opción de gobierno ante los avances K. No obstante, la gran aceptación que propició su distanciamiento del Gobierno,  su discurso en pos de la preservación de la institucionalidad no se condice con su constante oposición a las medidas de un gobierno al que aún pertenece, con el que no tiene ni busca tener contactos y al que tirotea en cada foto que se saca con el resto del arco opositor. A estas alturas y comparando su conducta, la renuncia de Chacho Álvarez parece ser una conducta más honrosa que la de quien, aun siendo votado por la mayoría de la sociedad para integrar una dupla gubernativa, se postula a presidente como alternativa a un estado de cosas que su sola permanencia en el cargo avala cotidianamente. Su conducta, por honestas que puedan ser sus intenciones, no goza de la buena fe que proclama.

 Oponentes

La oposición es básicamente mezquina. Su actitud no deja lugar a dudas.  No hay oposición de buena fe salvo los contados casos de Pino Solanas, Martín Sabatella, Margarita Stolbizer y Hermes Binner, minoría absoluta en el arco de racionalidad imperante. Inarticulada y errática sólo responde a la realidad, no la interpela, aguarda y hace leña del árbol caído. El ahora novedoso debate sobre los fondos es de una importancia tal que no debería haberse esperado a que surgiera un conflicto inesperado por ellos. Qué se hace con el dinero es la principal cuestión a tratar en el congreso tanto cuando se es mayoría como cuando se es minoría.

Los ya mencionados contactos de Redrado, de inexistente cintura política, dejó al descubierto la intentona de la oposición (que no tiene el tono destituyente que le endilga el gobierno más por ineptitud que por ganas) y su apelación por vía judicial para la resolución del conflicto empantana la cuestión del mismo modo que el Gobierno. Si se acusa a este último de “aprietes”, las apariciones mediáticas haciendo llamados al respeto por las instituciones enmascara la intención de generar un clima propenso al conflicto. Las nulas intenciones de negociación coordinada que deje fuera las cuestiones proto electoralistas cubren con un manto de nulidad moral toda defensa de la institucionalidad. La mala fe cunde en el salón de los pasos perdidos tanto o más que en Balcarce 50.

Posiciones

Si bien la pequeña semblanza antes realizada deja fuera el rol de una jueza más pronta a las declaraciones que a la acción, la idea de la presente es hacer notar que los contendientes no son ni tienen intención de tener una conducta lejanamente honrosa. Parece ser una verdad de Perogrullo, no obstante, tener presente ese norte puede ayudar a comprender las diferentes crispaciones que distintos grupos de interés que componen la sociedad sienten ante una realidad que se escapa de las manos por errores propios de la comunidad política más que por el imperio de la realidad. Inútil parece ser la necesidad de hacer un llamado a la buena fe en las relaciones que se entablan a la hora de poner en el centro de la escena los temas en común. No por esto debe abandonarse la búsqueda de una resolución al conflicto más racional y menos sanguínea.

Curiosamente, una de las ideas más lúcidas sobre la cuestión fue dada por uno de los dirigentes de la agrupación de ultra izquierda, que el miércoles 13/01, en medio de una protesta callejera frente al banco central declaró ante las cámaras de televisión: “nos gustaría ver que los excedentes del banco central sirvan para la creación de escuelas, hospitales, puentes y caminos”. Nos es vedado conocer la buena fe de sus declaraciones pero como deseo brilla algo más que las declaraciones de quienes no han visto nunca a su gente con hambre■

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