Hombres incapaces de aceptar sus limitaciones, sociedades resultadistas y un enorme negocio detrás de la competencia de alto rendimiento manchan constantemente al deporte mundial. Competidores de todas las disciplinas deportivas fueron y son víctimas del flagelo de la droga que cada día se adueña más de sus destinos dejando marcas imborrables en sus vidas. Así la actividad mas sana se convierte a veces en un camino que no todos saben caminar.
Desde los comienzos de la historia los hombres han intentado vencer sus propios límites naturales y aumentar su resistencia ante diferentes situaciones. En ese afán por superarse y superar a otros han utilizado a lo largo de su existencia diversos métodos y elementos que no siempre son lícitos o saludables.
Ya desde la antigüedad se cuenta que los guerreros se alimentaban con hongos especiales para aumentar su resistencia física y psicológica. En la era preolímpica, los atletas griegos bebían pociones extraídas de plantas e ingerían alimentos estimulantes para mantenerse en la competencia. Estos datos muestran claramente que con un nombre o con otro el uso de métodos artificiales y no del todo válidos para alcanzar ciertas metas es tan antiguo como el deporte mismo.
La primera de las sustancias conocidas en ser usada para mejorar la resistencia de atletas es la vieja y querida cafeína, actual compañera de muchos en horas de estudio o trabajo. En los comienzos de la natación y el atletismo, fue utilizada por numerosos competidores para incrementar su rendimiento. Con el paso del tiempo, las sustancias nocivas fueron instalándose a pasos agigantados en el deporte mundial y en 1866 cobran la primera vida, el ciclista Galés Arthur Linton, que murió por sobredosis de estupefacientes. En aquel momento aún no se hablaba de doping ni se pensaba en controlar el uso de distintos medicamentos con la intención de incrementar ilegalmente las posibilidades físicas o psicológicas de un deportista.
En la antigüedad, la lucha solo por el honor llevaba a los hombres a mejorar su rendimiento a través de métodos artificiales. En la modernidad, con el ingreso de los premios en dinero y los sponsors a las competencias deportivas, el honor comenzó a tener precios cada vez más altos y el uso de drogas se incrementó hasta convertirse en el tema central de cada evento del deporte mundial. Todo esto sumado a una sociedad que exige mayores y mejores resultados a plazo inmediato y a una necesidad de perpetuarse en la elite de las competencias ha convertido al deporte en un camino muy difícil de desandar. Todo esto sin mencionar una necesidad desmedida de acumular la mayor fortuna en el menor tiempo posible debido a que las carreras cada vez son más cortas y las figuras debutan cada vez más jóvenes.
Mucho más aquí en el tiempo, más precisamente promediando el siglo XX, el aumento desmedido del uso de sustancias prohibidas en el deporte llevó a las distintas asociaciones y federaciones a reglamentar el control antidoping. Entre las primeras se cuentan la de natación y la de fútbol creadas en 1966.
Desde ese momento y hasta hoy, prácticamente a ninguno de los grandes acontecimientos deportivos le faltaron problemas con el doping. Desde los juegos olímpicos, pasando por las copas mundiales y los torneos nacionales, hasta las competencias de mayor prestigio, como lo es el tour de Francia, albergan numerosos casos de doping. Este flagelo no ha respetado categoría ni jerarquía alguna, dado que han sido víctimas de él hasta los máximos exponentes de cada disciplina.
Fueron justamente los escándalos por doping que se produjeron los últimos años en los grandes eventos deportivos los que desataron fuertes controversias entre las mayores autoridades del las federaciones y asociaciones deportivas. Hace poco tiempo desde el Comité Olímpico Internacional surgió la propuesta de reducir en buena parte la lista de sustancias prohibidas. Una medida cuya motivación no quedó del todo clara. Tal vez unos dirigentes cansados de librar batallas muchas veces perdidas. Una enorme presión de los grandes intereses escondidos detrás del deporte de alto rendimiento, que quieren la liberación de ciertas drogas. O tal vez una necesidad de terminar con cierta hipocresía en el deporte.
La lista de productos farmacológicos considerados dopantes, mas allá de la intención que motive su uso, es de alrededor de 400. Así lo dispuso precisamente el Comité Olímpico Internacional y es la que manejan casi todas las federaciones y asociaciones deportivas. Dichas sustancias se reconocen como: estimulantes, especialmente las anfetaminas; los analgésicos, que atenúan el dolor producido por lesiones y aceleran la recuperación; los anabólicos, que aumentan la fuerza física, cuya víctima más famosa fue Ben Johnson; los Beta bloqueantes, son relajantes y calmantes; una vedette de los últimos tiempos, La Epo, hormona del crecimiento, aumenta los glóbulos rojos y mejora la circulación de oxigeno; las transfusiones de sangre con el mismo objetivo que la Epo. Por último los diuréticos, aceleran la eliminación de otras sustancias prohibidas y contribuyen a la perdida de peso.
La propuesta de algún dirigente del COI era reducir esta lista sosteniendo que lo que no atentara directamente contra la salud de los deportistas no fuera considerado doping. Pero, ¿cuál es la voz autorizada para determinar aquello? Una liberación de drogas en el deporte implicaría riesgos que quizás los médicos más especializados en el tema no estarían dispuestos a asumir. Lo que sí se ve con claridad son los efectos que a mediano y largo plazo causan las drogas en la salud de los deportistas. Estos efectos van desde el deterioro físico y mental hasta la muerte por sobredosis o por reincidencia.
Una liberación de drogas profundizaría las diferencias existentes en el deporte. Solo los poderosos podrían mantenerse en la elite de las competencias, y solo quienes puedan invertir fortunas en equipos médicos y productos farmacológicos se llevarían todos los laureles. Solo los países más desarrollados y con una gran inversión en el deporte podrían rodear a sus atletas con semejante equipo. Por ejemplo, la Argentina no podría hacerlo ya que el gasto estatal en deportes no supera los 30 millones de dólares por año.
El profesor de la Universidad de Texas, John Oberman, dice en su libro La ciencia del rendimiento y la deshumanización del deporte: “me imagino a los corredores olímpicos en sus tacos de salida con el logotipo de compañías farmacéuticas reluciendo al sol”. Por otro lado, un alto dirigente italiano dijo en aquel momento “no hay que abandonar la lucha contra el doping, sería como si el Estado autorizara la criminalidad porque siguen los homicidios”. Quizás pensando en todo esto o por motivos que solo ellos conocen los dirigentes de las federaciones y las asociaciones rechazaron la reducción de la lista de fármacos prohibidos en el deporte.
Nuestro país tuvo su primer caso de doping en el año 1975, y como era de esperarse ocurrió en el deporte más popular, el fútbol. El primero en dar positivo en un control antidoping fue Juan Taverna, jugador de Banfield. A Él le siguió una saltadora, Andrea Ávila, y así comenzó una larga lista de figuras que marcaron un antes y un después en la historia del deporte argentino.
Como no recordar el doping de Diego Maradona, el máximo exponente del futbol mundial. Aquel día se rompió el corazón de millones de argentinos. Desafortunadamente ese fue solo el comienzo de un largo partido que hoy todavía no termina para Diego. Muchos de los grandes exponentes del deporte en Argentina integran esta triste lista que cada vez tiene una cara nueva para mostrar. Así fue el caso de los tenistas, Guillermo Coria, Juan Ignacio Chela, Mariano Puerta y otros. No solo en los deportes profesionalizados, más populares y más exigentes existen casos de doping, esto ocurre en todas las categorías de todas las disciplinas deportivas, pero por un motivo o por otro no todos los casos tienen la misma resonancia ni la misma difusión en el país.
Las explicaciones y las causas pueden ser infinitas, las soluciones hoy siguen siendo escasas, insuficientes o inexistentes. Se pueden utilizar millones de palabras, se pueden contar miles de historias, lo cierto es que hoy sigue sin haber soluciones eficaces y que den un resultado visible a uno de las mayores guerras que le toca enfrentar a una de las actividades consideradas la más sana y la más limpia de todas, el deporte■