Siempre recibía el catálogo, pero ese día el encuentro fue algo sobrenatural, hito arqueológico. Allí estaba la publicidad de la heladera inteligente última generación, con gavetas de opción programables digitalmente para determinar días y horarios en que podían ser abiertas, convirtiendo al artefacto en un aliado en el cuidado de nuestra silueta y salud. Había leído en la página web de la fábrica en Australia que un reciente estudio realizado en Vancouver demostraba que los microorganismos, que lo habitan absolutamente todo (incluyendo nuestra comida) al ritmo del britpop, por un proceso de regeneración celular favorecían la reproducción de partículas que son beneficiosas para el hombre cuando las ingiere. Esta maravilla del no frost incluía, por supuesto, la música funcional que alegraría a los bichitos de mis alimentos.
Me sentía tan emocionado al ver que el límite de mi tarjeta era suficiente para adquirirla, aunque necesité verificar en el Home Banking si mi última compra virtual en el supermercado chino de la esquina no había sido procesada en dos cuotas. Por suerte, nada me detendría: había solicitado un pago.
Simultáneamente, mientras experimentaba un fusilamiento de sensaciones, las iba compartiendo con mi amigo Uriel en teleconferencia directa desde su oficina en Paraná. Mi gran amigo, me acompañaba siempre con su imagen y voz cuando lo necesitaba, en las buenas y en las malas. Fue una suerte haberlo conocido a través del foro de “Amigos con Códigos On Line” al que había llegado a través de Pilar, con quien si bien mantenía una relación mas esporádica en el Hot Chat, conservaba aún los más grandes y húmedos recuerdos de nuestras noches de lunes, miércoles y mañanas de domingo pasionales, donde agilizamos la mono-escritura al teclear las palabras más fogosas y excitantes con una sola mano mientras que con la otra nos tocábamos (yo a mí mismo, ella supongo que también). Con Pilar todo fue diferente: no necesitaba consultar el diccionario de sinónimos para no repetirme, ni la corrección automática de escritura, con ella todo era fluir. Un fluir efusivo, demostrativo, en “caps lock”, sin complicaciones, sin “delete” de por medio.
Pero, el amor jamás será tarea sencilla, por más virtuosismo taquigráfico que se tenga. Sobrevino la convención Latino Americana de videojuegos y con ella mi tiempo en el Chat disminuyó considerablemente, pues requería completa conexión con el canal que la transmitía en directo. Fui invitado a la convención como orador “win-player” a través de un aviso electrónico a mi casilla de e-mail. ¡Que fatídico podría haber sido mi destino y mi reputación ante la comunidad “game fan” si no hubiera adquirido apenas días antes mi Blackberry! Fue una sabia recomendación de mi gurú couseling virtual, ya que el disco duro de mi notebook dejó de latir aquella misma tarde. Sin ella, un momento como este hubiera tenido un grave impacto en mi salud comenzando por la eyección de mi presión arterial al espacio de la confusión e inmediatamente después, el estallido craneal seguido de una muerte segura.
Me atrevo a decir que además de la precavida y lúcida ventaja que saqué al comprar sin dudar mi Blackberry, el nuevo complejo multivitamínico creado con fórmulas utilizadas por los trabajadores de la NASA ha sido de muchísima utilidad en la contención de este tipo de situaciones.
Y al respecto, debo agregar que el Spam ha sido difamado, nunca se planteó una discusión seria acerca de lo que puede ser considerado correo basura o no. Es análogo al “etnocentrismo”, pues los parámetros de los productos necesarios y útiles no serán iguales para todos los habitantes de este planeta. Peleado con esta imposición, la carpeta de Spam es para mí otra bandeja de entrada a un sin fin de posibilidades. De hecho, no dudé en pedir las grageas, aunque el costo de envío fue superior a las cuatro cajas mínimas que requería la compra. De todas formas, ¡no puedo estar más agradecido!
Además de mi presión, mi peso se ha controlado, logré bajar catorce kilos en veinte días. Y no sólo eso: mi masculinidad se ha visto reforzada con unos cuantos vellos más en las zonas más recónditas de mi cuerpo. ¡Mi webcam no me deja mentir!
Pero, hay algo incontrolable, la fuerza que todo lo domina, el Zeus que me determina: el servidor de Internet. Las dudas existenciales se hacen carne, las meditaciones: ¿qué estará pasando entre esas fibras ópticas en ese espacio aéreo, inalámbrico, invisible, que no se ve? ¡Espíritu caprichoso! ¿Qué no te ofrezco?, ¿qué plegaria no profeso en tu altar router, para que de repente, sin más, acometas con una maldición y hagas caer la conexi…?■