De los quinientos y poco diputados federales electos el 3 de octubre pasado en Brasil, hay apenas uno que aún no encargó el traje que estrenará el día de su juramentación. Su nombre es Francisco Everaldo Oliveira Silva y a pesar de haber recibido más de un millón trescientos mil votos, en una de esas se queda de este otro lado del Olimpo.
La notoriedad de este caso viene dada por algunos elementos que comenzamos a desandar. El primero, que este ciudadano fue el candidato a diputado que tuvo la votación más alta en estos comicios y ya en el contexto de la historia democrática brasileña sólo es superado por Eneas Carneiro, quien en los comicios de 2002 había sumado doscientos mil votos más que él.
Segundo. Durante el desarrollo de la campaña electoral y en virtud a su vertiginoso crecimiento en las encuestas fue blanco de varios ataques que pretendieron barrerlo. Lo acusaron de usar términos ofensivos contra el Congreso Nacional, mas no funcionó. Luego se metieron, de nuevo sin éxito, con sus “distraídas” declaraciones juradas de bienes. Y ahora por último, siguen persiguiéndolo pues habría mentido y utilizado un método vedado para inscribirse como candidato.
Tercero. Pasó a conformar la galería de los outsiders no tradicionales, inaugurada en 1959 por el rinoceronte Cacareco, vecino del Zoológico de San Pablo, quien resultó el candidato a concejal más votado con cien mil preferencias. Historia seguida por la del chimpancé Tiáo, morador del Zoo de Río de Janeiro, que en 1988 se alzó con cuatrocientos mil votos.
Y cuarto. Es Tiririca, payaso brasileño acusado de tener pocas luces.
Avancemos hacia la médula de esta singular trama que ha generado en estos días un arco de interpretaciones y polémicas en el mundillo político local. Leemos y oímos en uno de los extremos a los amanuenses de la elite que se manifiestan horrorizados pensando que un payaso, además analfabeto –acusación que pesa en su contra- pueda convertirse en diputado federal. En el medio, quienes ven en esos votos señales de hastío y de protesta contra el sistema. Y en la otra punta, los que celebran este desembarco y apuestan a que permitirá recuperar la dignidad del oficio político a partir del desempeño del mentado “dipuyaso” o “payatado”, resta saber cómo lo etiquetarán.
Francisco Everaldo Oliveira Silva, Tiririca, nació hace 45 años en Itapipoca, una de esas localidades que había sido expulsada de los mapas brasileros hasta hace ocho años. Dicen sus recién aparecidos biógrafos que su familia –él, su madre y siete hermanos- recolectaba basura para sobrevivir. Y agregan que cuando él tenía ocho años comenzó a frecuentar el circo, primero para vender caramelos y, enseguida, como equilibrista. En los prolegómenos de su carrera como payaso habría sido rebautizado por su madre como Tiririca, eso por ser dueño de un acentuado mal humor.
Este Tiririca, una simbiosis entre Piñón Fijo, el mexicano Kiko y el olmediano Álvarez, adquirió notoriedad con su primer disco compacto, grabado con la ayuda de sus amigos y que logró vender un millón y medio de copias. Con esa llave entró al universo de la televisión que lo catapultó hacia el éxito y la fama. Un universo que hace unos años lo mimaba como payaso pero que hoy lo rechaza como diputado.
De la mano del Partido Republicano Brasilero (PBR) -siempre proclive a volar aprovechando el viento de cola que garantizan ciertos personajes populares- Tiririca decidió saltar de la arena circense a la de la política. Disímiles, aunque cada vez con mayores denominadores comunes. Tanto así que algunos sabuesos de los políticos brasileros se animaron a preguntar: “¿Es que acaso Tiririca va a ser el primer payaso en frecuentar el Congreso Nacional?”.
Hecho el pacto, registró su candidatura mediante una nota escrita con puño y letra, trámite elemental pero que ha puesto en riesgo la llegada de Tiririca a Diputados y lo explicaremos luego. Eso y salir a la caza de los dólares que permitan encarar una rendidora campaña. Gastó poco menos de medio millón de dólares, sobre todo en papelería y transporte, y el resto fue encaminado a la elaboración de media docena de anuncios televisivos que, a juicio de especialistas en marketing y propaganda, debieran figurar en el “top ten” del rubro.
Tiririca, convertido en eje de una campaña que reveló una aplastante preponderancia de las formas por encima de los contenidos, le dijo a la gente cosas como estas: “Vote Tiririca, pior que tá não fica” (Vote por Tiririca, peor de lo que está no va a estar). “Ayude con su voto a los más pobres… vote por mí y ayude a mi familia”. Otra: “¿Usted sabe qué hacen los diputados? Yo tampoco. Voten por mí y después les cuento”. Y cuando la campaña caminó por las estereotipadas sendas que nos arriman a las “cuestiones de familia”, se lo vio en una propaganda junto a dos payasos que hacían las veces de sus padres, a quienes les pedía que demanden para su hijo el voto del pueblo.
Eso, algunas recorridas callejeras, mucha presencia en las redes sociales de Internet y, sobre todo, su generoso kilometraje en la televisión, le aseguraron a Tiririca -metamorfoseado en Francisco Everaldo Oliveira Silva- la conquista de 1.353.820 votos, equivalentes al veintidós por ciento del padrón de su Estado, convirtiéndolo en el insospechado candidato campeón de votos para la Cámara de Diputados.
No obstante, tamaño suceso no desalentó a quienes sostuvieron durante la campaña que Tiririca era analfabeto y que por tanto no podía ser candidato. Al contrario, tras conocerse los resultados, se hizo más evidente la obstinación de quienes siguen aún hoy buscando cerrarle el paso al payaso diputado. A él y a sus más de 1,3 millones de votantes, por supuesto.
Un mes después de su elección compareció ante los miembros del Tribunal Regional Electoral de San Pablo. Trece horas después de iniciada la prueba, sin dar precisiones sobre el desempeño del diputado electo, el presidente de esa instancia aseguró, parco, que Tiririca “leyó y escribió”. Apenas girando unos grados, la televisión le dio la palabra al Fiscal que ha poblado de zancadillas el camino del payaso hacia su curul. Casi a los gritos dijo que Tiririca apenas había alcanzado un treinta por ciento de puntaje, corroborando de ese modo que es analfabeto, “por lo que mintió en su declaración, inhabilitándose para asumir en Diputados”. El payaso abandonó el lugar dejando una invocación para que la gente defienda a los animales, exhibiendo una vez más su gigantesca capacidad de llegar a la gente con un lenguaje sencillo y contundente.
En cuestión de horas o quizás días, se sabrá el destino de este personaje que se animó a desafiar y poner en evidencia a la tradicional e inoperante clase política brasilera, un espacio festivo para el que no estaba invitado.
Al margen de lo que se defina –el sentido común aconseja que se lo habilite como diputado- habrá que admitir que el caso Tiririca ha reinstalado un viejo y ocultado dilema: ¿es democrático que el voto de los analfabetos sea bienvenido, pero que su mandato sea inadmisible? En la economía de la democracia, poder elegir y ser elegido ¿no son dos caras de una misma moneda? Saber leer y escribir ¿es garantía de saber pensar, de saber ser honesto y de saber ser eficiente? Para los analfabetos, que en Brasil son más de catorce millones, ¿sólo existen deberes y no derechos? Negarle al analfabeto el derecho a ser elegido ¿no es castigarlo por doble partida?, una al imposibilitarle su acceso a la alfabetización y segunda, en razón de la primera, cerrarle la puerta al Legislativo.
Es curioso ver cómo desde el mundo de los preconceptos se sigue insistiendo con que son los tecnócratas encorbatados, que hablan y huelen bonito, los únicos que podrán salvar a la especie humana. Ciega por opción, esta elite prejuiciosa sufre espantosas pesadillas pensando que un obrero metalurgista en Brasil, y un sindicalista indígena en Bolivia, hayan probado cuán cierto es aquello de que lo que natura non da…
“El problema del Congreso brasileño no es el analfabetismo de sus miembros. El problema es que allí se registra el más elevado índice per cápita de ladrones por metro cuadrado en todo el mundo”. Lo dijo Ricardo Boechat, periodista de Radio Band, en la mañana del 19 de noviembre.
Mandato para Tiririca: una vez Diputado, de puño y letra, proyecte y promueva cuando menos dos leyes: una que asegure la participación plena de los Lulas, Evos y Tiriricas que vienen llegando. Y otra que fije el 3 de Octubre como el Día de las Narices Rojas■
*NOTA DEL EDITOR.- Este artículo fue escrito antes de que el Tribunal Supremo Federal de Brasil, dé luz verde para que jure el legislador Tiririca.