Agosto de 1976. Señores Padres:
Comunicamos a Uds. Que su hija, María Gabriela, se retira del establecimiento a las 16hs., debiendo regresar a su domicilio. Notificado. Hora de arribo al hogar…
Nunca entendimos muy bien por qué nuestros padres debían firmarnos la hora que llegábamos a casa. Tampoco había muchas explicaciones sobre por qué nos obligaban a dejarnos el guardapolvo blanco puesto durante el camino de regreso. Ni hablar de “no transitar por avenidas (en mi caso la Av. Independencia donde vivíamos) sino por calles paralelas y no más de dos alumnas juntas”. Salíamos así a la calle, sin entender nada, pero debiendo caminar en forma solitaria. Imaginen toda una escuela secundaria de dos divisiones en fila por una calle de Buenos Aires.
Ya sé, lo que estoy contando no es tan dramático pero sí intrigante para una adolescente de 15 años que transitaba su tercer año de secundaria. Vivía en un típico barrio porteño y los gobiernos militares de turno se hacían la gran salsa con esta carne fresca que era la juventud: irreverente, contestataria, revolucionaria y pensante.
Me considero tan inocente de lo que sucedía como culpable. No nos dejaban ni saber de qué se trataba. ¡Chito! Y sin embargo convivíamos con una compañera que se casó con un líder del ERP y, nobleza obliga, se pasó días enteros en la escuela – con las monjas, cuidando su panza de embarazo- porque al marido, al hermano del marido y a la suegra no los vimos nunca más… En fin, cosas de las dictaduras. Así te desayunabas, con sirenas, con bombas, con heridos, con muertos “en combate” y no queriendo saber más o ignorando lo que pasaba.
¿Si recorrimos un largo camino? ¡Apenas! Si cuando entramos a la facultad, nos atajaron con un ingreso con “múltiple choice”, con “documentos, por favor” a toda hora y en cualquier lugar, y el aniversario de la Conquista del Desierto con Roca como el más grande paladín de aquella epopeya.
Y bueno… Cosas de la dictadura cotidiana, de la Junta de Gobierno de turno… ¡Haber guardado el cuaderno de comunicaciones para ver cuánto tardé en llegar a mi esquina!■