Spinoza, un muchacho muy poco dado al contacto corporal, llegó a esta conclusión: “No sabemos lo que puede un cuerpo”. Y tenía razón. El cuerpo, ese rejunte de tripas y músculos tan próximo a nosotros que se confunde con lo que somos, es un enigma que médicos y pornógrafos han investigado a más no poder sin lograr un conocimiento satisfactorio y cabal.
Emergemos en un mundo en el que solo el cuerpo puede darnos las directrices urgentes con las cuales mantenernos en él. La satisfacción del hambre, de la sed, del dolor nos constituye como individuos y también traza las fronteras de nuestra propia corporalidad, los límites somáticos dentro de los que podemos correr, jugar pero no salir. Una idea del cuerpo que nos preexiste delimita los usos y costumbres que habremos de observar para ser parte de una comunidad de cuerpos. Y cuando salimos de esa idea, cuando nos negamos e improvisamos nuevos andamiajes, como los transexuales, o aquellos que varían su cuerpo en pos de una búsqueda estética, quedamos, por obra de la estupidez, desfasados de ese mundo previo, de esa comunidad..
También está el alma, que no es cuerpo pero que está unida a él como el aire con la luz, que no son lo mismo pero están mezclados. Y si existe, cuando ya no está, eso que está en el féretro no es más que carne podrida. Y si existe, cuando está, moviliza músculos y venas y nos recuerda su existencia en el sexo y en la dicha. Por eso 5 discos 5 corporales, puramente materiales pero con una pisca de alma, para tocarnos y tocar la carne como lo que realmente es: el soporte de lo que somos.
Aire para respirar – 2003 – Súper Ratones. Los aires de la juventud no se pierden con facilidad. Y mirarse en las fotografías suele recordarnos eso que no se pierde del todo. El primer disco de la banda marplatense tiene mucho de eso: la juventud del sonido, su frescura, sus ganas de sonar a los Beach boys y a los Beatles, esa compulsión por el cover correcto y no muy alejado de las fuentes. Muchos años después, con la pelada asomando en sus cabezas, los Súper Ratones dieron grandes discos al rock nacional y de seguro no contarán a este entre sus mejores producciones; pero en retrospectiva ese rock blando y blanco tenía un pulso y una inocencia propio de la adolescencia, esa edad en la que el cuerpo es pura hormona, pura tensión y pura promesa. La canción que da título al disco, una pequeña joya para salir a bailar.
Inspiración – espiración – 2004 – Gotan Project. El tango fue (y no ha dejado de serlo) una danza lasciva, donde el cuerpo se desnuda en sus movimientos ante un otro sin distancias. El tango electrónico de Gotan Project va en ese camino. Este disco con rarezas y remixes de su primer disco, fusiona y mezcla clásicos del tango con el jazz y el folclore y le agrega un plus, un touch de intimidad. El tango, sonido tan foráneo en otros lugares del mundo, cobra una universalidad inesperada con la cadencia del bandoneón junto a la caja de sonidos refundando el género y ayudando, no sólo a revitalizarlo sino a también a ponerlo en los primeros puestos de venta en el mundo. Una obra para respirarla, como el buen tabaco de pipa que se lo degusta y se lo lleva a los pulmones cuando ya se lo saboreó por completo.
Si el placer es un pecado – 1998 – Flema. Si hay alguien que le puso el cuerpo al punk rock nacional, ese fue el enorme Ricky Espinoza, líder de Flema; uno de los mártires del rock como estilo de vida. Un compositor sanguíneo de canciones vanas y urgentes. Un compositor absolutamente desdibujado detrás de un sonido sucio y canciones para el pogo, que no resisten la intelectualización extrema pero que dan cuenta de una percepción del mundo lúcida, penetrante, al borde de la candidez, donde lo corporal es puesto en juego en cada verso. Un grupo fundamental para entender de dónde surge la cultura del reviente, cuáles son las primeras razones que llevaron a una generación a las drogas, al alcohol y, como en el caso de Espinoza, a un suicidio absurdo, para nada nihilista, sino por pura estupidez.
Machine love – 2000 – Genitorturers. Tomamos cabal conciencia de un cuerpo cuando lo exponemos a sus límites, cuando interpelamos sus costumbres y sus hábitos. Lo que este grupo norteamericano hace es interpelar desde la teatralidad de un boudevile sadomasoquista las seguridades que tenemos sobre el uso del cuerpo. Un rock industrial, de fluidos contactos con Marilyn Manson, y letras que hacen pie todo el tiempo en lo sexual desde una óptica fetichista y pornográfica. El poderosísimo carisma de su cantante, la hipersexuada Gen, trasforma las canciones en una suerte de mantra pecaminoso que dispara mensajes fálicos, que lacera los oídos como un látigo los cuerpos. No es precisamente una agrupación de grandes discos sino de interesantes performance en vivo; no obstante, prestar atención en este a Touch Myself, one hit wonder de The Divinyls.
X&Y – 2005 – Coldplay – Luego de un maravilloso disco como The rush a blood to the head, lo máximo que podía esperarse de esta banda-fenómeno global era que no decepcionara. Y no lo hizo. X&Y es un disco de un preciosismo descuidado, una vuelta de tuerca a su propia fórmula de brit pop sensible y autoconciente de vocación de hit. “Speed of sound” y el inolvidable “White shadows” son canciones que ingresan en el cuerpo e invitan a sentir esa invasión de sonido desde adentro. Un disco sobre la vida, la muerte y el amor que omite lo corporal y en esa omisión acentúa el cubículo donde todo aquello ocurre. La voz de Chris Martin tan amigable como siempre, las guitarras de Jonny Buckland, pilar sonoro de la banda, una muestra del poder del pop.