Hay un reclamo que los puristas de la música hacen con cierto tino: la adicción por el downloading barrió bajo la alfombra la escucha atenta. Cuando se contaba con solo unos pocos pesos al mes para destinar en un disco, se leía, se averiguaba, y recién ahí se compraba. A veces uno la pegaba y a veces no. Amortizaba el costo del disco con su escucha; una y otra vez giraba el disco, sonaba el cassette, se repetía el cd. Se acababa conociendo a la perfección el objeto y el arte que contenía. Ya no será más de ese modo.
¡Descargar, descargar, descargar! Toda la discografía de Yo Yo Ma, el último disco de la banda sensación de Ucrania, el concierto del bajista de Scorpions en Japón, la peli porno de Marilyn Chambers, lo último de Gino Soccio. Todo, ya, ahora mismo; todo lo que hubo y todo lo que hay. Ilegalmente gratis, vergonzosamente sin el menor esfuerzo. Y ese es el quid de la cuestión. Internet es un signo de nuestra obsesión por la inmediatez, del goce instantáneo, del conocimiento presto y sin macerar por el dato irrelevante. Igual de burgueses que los averroistas, cada mañana frente a la pc y al celular, nos conectamos con el gran intelecto de nuestra civilización y actualizamos nuestro conocimiento de casi todo lo hecho y dicho. No reneguemos de ello, pero hay algo que se ha perdido en ese ¡plop! Instantáneo e indecente que resume y archiva obras enteras en una mísera tarjeta de memoria del tamaño de una uña. Y ese algo perdido es una conexión irrepetible y única que nos cambiaba la vida cuando sucedía en un mundo sin tantas distracciones. Por eso 5 discos 5 para tomarse el trabajo de buscarlos, desconectarse, disfrutar y correr el riesgo de no querer enchufarse al mundo nunca, pero nunca más■
23am- 1997 – Robert Miles. Un disco de música electrónica de 1997 debería sonar viejo, frío, poco elaborado. En estos días donde la electrónica llega a lugares inesperados – desde el metal industrial noruego hasta el chill-out étnico para goce y disfrute de aristócratas y burgueses – en estos días, la electrónica vive. Y vive como nosotros, sin vivir, sin respirar, sin sentir, sin conmoverse. No siempre fue así. Hay que decirlo de nuevo ¡No siempre fue así, hijos de puta! ¡¡¡Entiéndanlo de una vez!!! «23am» de Robert Miles conmueve, emociona, llena lo vacío, le da de comer al naufrago hambriento, al viejo cansado de historias, recrea nueva ciencia, hace música y se queda ahí, sonando en el alma. Comprado o descargado, más lo segundo que lo primero, se entiende por qué hay veces que Internet nos salva la vida.
Impression –2011- Lunatic Souls. La red de redes es un topos conceptual en donde nos reflejamos como especie. Lo mejor de nosotros como civilización está ahí. También lo peor. Nuestra oscuridad, nuestros miedos y pesadumbres. Algo de eso transmite el disco de esta agrupación polaca que se define a sí misma como “un viaje músico-oriental-trans-psicodélico-vocal”. Una obra dividida en movimientos, predominantemente instrumental, de sonidos delicados, pequeños, engarzados unos con otros de tal manera que si se los escucha fuera de contexto se comete el error de pensar que es música new age. Nada más alejado de la realidad. Impressions es un disco oscuro, ominoso. Un rock progresivo que track a track sube la apuesta, incomodando. Hay una Internet paralela, la deep web, quien se adentra en ella puede encontrar cosas inesperadas. Con Impression pasa lo mismo.
Mientras esperamos que salga el sol –2012- Ramiro Alija. La red está repleta de músicos de todo tipo y calibre que pugnan por hacerse un lugar. Muchos son francamente horribles. Otros son encantadores. Alija es uno de ellos. El rasguido de una guitarra, una voz cálida, reconocible y amiga que nos cuenta y nos canta y nos miente todo lo bueno que nos espera cuando se acaba el día. En la línea de los trovadores románticos, mitad antihéroes, mitad hermosos perdedores, Alija nos trae historias que buscan empatía con climas particulares de atardeceres compartidos y madrugadas trashumadas entre nostalgias de besos y bebidas varias. Un ep independiente, de 5 canciones artesanales. Veinte minutos de trova actual que de no ser por las redes sociales y los servicios de streaming nos perderíamos.
A flor de tiempo -1978 – Paco Ibáñez. El mundo real, el cotidiano, el que padecemos todos los días tiene por hábito el olvido. En la red no existe, en principio, tal cosa. Para el que sabe buscar siempre queda un registro, una mención que sirva como huella para seguir tras el rastro de lo deseado. Sólo así las juventudes pueden tener acceso a uno de los cantantes más fabulosos de habla hispana. Una obra de más de medio siglo dedicada a musicalizar a poetas no debería caer en el olvido de nadie. Alguien como Paco Ibáñez diría que Internet es una herramienta más de dominación, una distracción pequeño-burguesa que aleja la mente de cosas importantes. En tiempos en lo que es difícil conseguir discos importados por estas pampas, sólo la piratería nos permite acceder a un obra digna del aplauso.
Memphis blues – 2010- Cyndi Lauper. La red entera es un repost del mundo real, una forma de copia y de reelaboración de elementos existentes puestos en conexión con otros y estos con otros y otros y otros más. Sólo ahora, cuando nuestros modos de entender las conexiones han cambiado, podemos advertir el potencial de la interconexión. Por eso una cantante pop como Lauper puede abordar un desconocido cancionero del blues y traerlo a la memoria de la mejor manera posible: siéndole fiel traicionándolo. Memphis blues está muy lejos de aquello que la hizo famosa en los ochentas y eso nos habla de una artista que pudo haber desaparecido de los charts pero no de la búsqueda y de la experimentación que, volviendo al pasado, trae al presente las formas en las que debemos mirar el futuro.