Este artículo va a intentar resumir en pocas palabras una vida de 25 años con mi amiga discapacidad y mi amigo el teatro.
Antes de arrancar me presento: mi nombre es Marcelo Ariel Domínguez. En los papeles soy director y actor de teatro, estudié en la escuela de Pompeyo Audivert y en la escuela Crear Valor coordinada por el actor Joselo Bella. Actualmente estudio terapia ocupacional en la universidad de Quilmes y trabajo ya hace 6 años en el Campo del teatro e Inclusión Social.
Tengo 25 años y nací con una discapacidad (parálisis cerebral). He vivido y vivo el condicionamiento generado culturalmente hacia las personas con discapacidad. He pasado por muchos momentos anecdóticos que me hicieron ver la discapacidad en la Argentina desde una mirada muy crítica que despertó en mí un espíritu combativo y el deseo de cambiar muchas cosas.
He viajado mucho gracias al deporte adaptado y al teatro, y cada vez que vuelvo a la Argentina veo una sociedad con valores acartonados o de libros a la que le cuesta mucho ver al otro como ser, como hombre, mujer, como gran valor; y nos condicionamos a acartonar, rotular y diagnosticar pero nunca primero a escuchar y a compartir, menos que menos a acompañar, a descubrirnos lejos de todo prototipo e ideal de ser cultural que nos armamos u nos hacen armar.
Todas estas actitudes caen como bombas en las personas con discapacidad, limitando, estigmatizando, llenando de miedo a vivir, a arriesgar, se convierten en mascotas de padres, en héroes del deporte, en payasitos del teatro, en pobrecitos, especiales (como si volaran y obtuvieran súper poderes como los dibujos animados). Es así como somos tratados, como algo complicado, delicado o de otro planeta. Y de esto se sostienen instituciones que lucran con ello, padres que se juntan con otros padres armando círculos viciosos en donde la independencia de sus hijos no es valorada y los hombres o mujeres grandes con discapacidad son tratados como niños o animales. Familias ausentes o en el mejor de los casos familias presentes que acompañan y dan lugar porque eso es acompañar, dar lugar.
Escuelas limitadas que se agarran de la discapacidad y no vuelan, no buscan, son pasivas y solo se agarran del amor artificial que es poco profundo, o sea, una educación de mierda .Talleres que explotan y esclavizan con sueldos miserables porque tienen discapacidad cuando muchas de esas personas pueden ser competentes y trabajar a la par de cualquiera. Leyes que son frases lindas en papeles, pero que en la práctica se le cae la mascara a quien la escribió.
La salud que ve al pedazo de carne por sobre la persona y la limitan a eso neurólogos, kinesiólogos, traumatólogos. Pero salud también es tener amigos, enamorarse, soñar, etc.
Para romper con este paradigma debemos tomar con total naturalidad el hecho de la discapacidad, tratar a la persona como tal: Tito, Pepe, Cholo, el que sea. No debemos generar otros paradigmas, sino ser naturales y consientes de que en este momento está naciendo alguien con discapacidad, no será lo esperado -todo padre espera lo ideal, un Messi- pero si en vez de esperar lo ideal tomamos lo que tenía que ser y lo valoramos al máximo… Acá se lee fácil pero para que esto suceda en nuestra cultura deben pasar 60 años de que la gente salga a la calle y tenga trasportes adaptados con total naturalidad, accesos a cines, teatros, estadios más inclusivos… Y lo principal es que aquellos que trabajan en este campo se den cuenta de que lo importante no es la carrera, la muestra de arte o el partido sino lo que da el diálogo y la empatía que no se genera en 2 horas de clase sino en una entrega total con la causa.
Mis 25 años, mi familia, mis amigos, mis operaciones, mis 6 años de trabajo con el teatro y discapacidad y mi estudio me dieron una forma o filosofía de vida que luego llevé a una pedagogía en base al trabajo con personas con discapacidad.
A partir de lo que dice el maestro de teatro Raúl Serrano (director del etba y eminencia teatral), quien sostiene: “el actor debe tener la búsqueda eterna de su propia poesía más allá de los textos o personajes…”, puedo pensar que toda persona con discapacidad tiene una propia poesía, una propia forma de comunicarse, de interpretar su mundo interno y el que lo rodea, su forma de ser más allá de su patología, nivel cognitivo o habilidad motora o sensorial; formas de comunicarse que le permiten luchar por sus derechos que son los derechos de todos sumados a los de las personas con discapacidad, que les permitan hacer arte para con ellos y los demás.
Junto a mi compañera Jimena Coppolino creamos la escuela de teatro Verte Volar (totalmente pública) que forma actores exclusivamente con discapacidad, actores de vida en donde el principal propósito es no dar lástima sino actuar en la vida como hombres, mujeres, niños, niñas que deben luchar como todos, que deben accionar para estudiar, trabajar, tener sexo, ocio, etc.
Todo desde la búsqueda de su poesía que no es más que la de su ser o animal interior que busca tan solo la forma de vivir.
Me presento de nuevo, soy Marcelo Domínguez, en los papeles tantas pavadas pero al final un hombre más■