A los gigantes se los puede vencer con trabajo de hormiga, con estrategia de mosquito y sin tenerles miedo a los inexistentes fantasmas. Hasta en el tradicional Arroz con leche se determina que debe coser y bordar, pero también se reconoce lo importante del “saber abrir la puerta”, hasta ahí nada difícil, “para ir a jugar(se)”.

Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte.
Joan Manuel Serrat

Por  definición utopía es todo “proyecto, idea o sistema irrealizable en el momento en que se concibe o se plantea”. Puede ser algo “bueno” para todos, para muchos o para pocos.

Tal vez sea raro, nunca me pasó, ver que alguien califique algún privilegio para pocos con la palabra utopía. ¿Será porque, a diferencia de su verdadero significado, el uso de la palabra es más bien para calificar algo como “irrealizable por siempre”? De este modo, para quienes aún tienen “la sartén por el mango”,  seríamos “ridículos soñadores románticos” los que planteamos como alcanzables las utopías de Igualdad, de Justicia y de Paz entre todos los hombres.

Ellos imaginan como realizables un montón de proyectos deshumanizadores. Recuerdo que una persona, que fue dueña de un colegio importante, se había entusiasmado con los microorganismos, al imaginarlos como posibles esclavos para todo, subrayando el hecho de que “ellos no hacen huelga”. Miles de millones de personas sobrarían, ya que no se los necesitaría para incrementar las ganancias de los pocos. En realidad, incluso esa persona iba a caer como innecesaria en su propio sueño, salvo que transformara su escuela en un laboratorio adoctrinador de microorganismos a tiempo. Son típicos errores, sobre todo de ellos, mirar el árbol y no el bosque o sentirse el ombligo del mundo.

Todo el sistema capitalista intenta siempre tapar la utopía humanista. Llenan permanentemente el ambiente de mentira, de estupidez y de todo tipo de alienación. Si los grandes ideales se filtran, los vacían de contenido, los ahuecan, los hacen moda, para destruirlos.

A través de distintos medios nos dicen: “Por ahí no se puede”, “El (falso) orden natural no se debe modificar”. De manera que si no se puede, no hay poder para realizar la utopía. Quieren anularnos la voluntad.

Sería muy interesante discutir por qué una profecía como la de Maynard Keynes (citado en un muy interesante artículo de Robert Skidelsky, de junio del 2012), que indicaba que a fines del siglo xx el avance de la tecnología permitiría que trabajáramos sólo 15 horas semanales, se iba a truncar. Obviamente que la explicación económica es la concentración de la riqueza, la apropiación de la plusvalía. Pero es interesante discutir cómo la profecía, una utopía para la mayor parte de la población, termina siendo negada para concretarla utopía opuesta, la de las oligarquías.

Decía  Kropotkin en La conquista del pan:

Se comprende fácilmente que, sin respeto, simpatía ni apoyo mutuo, la especie degenera. Pero eso no importa a la clase directiva e inventa toda una ciencia falsa para probar lo contrario. Se habla de compartir con quienes no tienen. Pero cuando alguno lo pone en práctica, se le advierte que son sentimientos adecuados para libros poéticos y no para la vida.

Pero para poder hacer que la utopía humanista se haga realidad, tenemos que pensar, precisamente, en el poder.

La Utopía debe estar en nosotros como algo que podemos ir alcanzando, aunque sea necesario el esfuerzo de sucesivas generaciones. Hay que mantenerla viva. Hay que gritarla. Es necesaria y posible. Se va desarrollando. A veces un hecho determinado, inesperado, puede provocar un avance asombroso.

Como decía Agustín Tosco:

Las armas morales no pueden ser requisadas, secuestradas o destruidas. Pasan invisiblemente, intangiblemente, inaprensiblemente, en todo momento, todos los días, de conciencia a conciencia y de generación en generación….

La utopía en el conurbano

Una de las tareas que considero urgentes y apremiantes, por encima y más allá de todo lo demás, es la siguiente: deberíamos indicar y mostrar, incluso cuando están ocultas, todas las relaciones del poder político que actualmente controlan el cuerpo social, lo oprimen y lo reprimen
Michael Foucault, en diálogo con N. Chomsky. 

No hay posibilidad de avanzar, si estamos enredados con tantos falsos “no se puede”.

Es animándonos a desarrollar ese “poder por nosotros mismos”, que es tan maravilloso descubrir, como vamos a desenredarnos.

Recuerdo que hace muchos años, para un acto de la escuela, una alumna me dio un texto que había preparado con unos compañeros, para que diera mi opinión…En este, se expresaba la necesidad de que llegara alguien que pudiese gobernar de manera de “hacer un país justo”.Yo le conté mi parecer respecto al papel del pueblo en la historia, pero no hubo caso. Ahí quedó la idea del salvador de la patria, del mesías, la solución mágica que hay que esperar cruzados de brazos. Y esta es otra forma de autoanularnos, de demorarnos.

En nuestros barrios y en nuestros lugares de trabajo, distintos tipos de “poder antiutopía” están muy activos y consiguen convencer a muchos de que no se puede hacer nada, si no es por los caminos establecidos. Sería como un “fin de la historia” a nivel barrial. Y se ve reflejado en frases como: “Es un hijo de…, pero es necesario” o “No te hagas problema, conozco a fulanito que te resuelve el tema…” o “Si no le chupábamos las medias al intendente, no íbamos a conseguir nada, lo hacemos por los chicos”; sí, es muy lindo esto de decidir para ellos un mundo de porquería.

En muchos casos “la democracia participativa” se tergiversa en un opuesto, que es participar haciendo lo que te dicen qué tenés que hacer, apoyando así a los que, en el frente, toman las decisiones de la mejor manera, siempre pensando (ellos) cómo hacer todo lo que pueden por nosotros, en la medida de lo “máximo posible”.

También, en muchos casos, sólo se piensa con el chip de la propia quintita. La política es así, sólo el camino para lograr objetivos individuales, “hacer lo que nos conviene”. Es el clientelismo político, pero ojo, que en esto caen personas de distintos recursos socioeconómicos.

Pero, la única manera de hacer un mundo mejor, somos responsables de ello, es teniendo en cuenta que “no tenemos que hacer lo que creemos que ‘nos conviene’, sino lo que ‘creemos que tenemos que hacer’. Tal es, según el ícono humanista Manfred Max Neef, el mejor consejo que podemos darle a la juventud.

Somos muchos, pero aislados, los que pensamos así. Y el aislamiento es una valla que debemos quitar. Rodolfo Walsh le escribió a su hija María Victoria, a raíz del estreno de su obra de teatro La granada:

Confío en que con el tiempo comprenderán que las cosas contra las que yo he luchado son cosas vergonzosas, y que los que luchamos contra ellas somos pocos.

Esa es la sensación que provoca el aislamiento. Pero estoy siendo testigo del surgimiento de una militancia con mayúscula (escribí un artículo para Andén con este título), motivada por la injusticia y el sufrimiento que este sistema sostenido provoca en el mundo, y que está de a poco aprendiendo a trabajar en redes, evitando esa sensación de soledad.

Hay que generar y sostener espacios, además: “El poder no es un lugar, es una capacidad”, como dicen en el muy recomendable libro Sin Patrón Fábricas y empresas recuperadas por sus trabajadores del colectivo la vaca, donde también, inspirándose en La sociedad sitiada de Zygmunt Bauman, se toma la posta de la idea de “arrebatar el lápiz y escribir nuestras propias condiciones de legitimidad”, el lápiz para ir escribiendo nuestro proyecto, a la vez que lo vamos haciendo. ¡La agenda la tenemos que plantear nosotros!

“No queremos ser oposición toda la vida. Tenemos que dar un paso. No sé bien cuál es, pero tenemos que armar nuestro espacio para discutir, para tener nuestro programa y dar una pelea de fondo. Los que movemos la economía somos los trabajadores. Entonces es una picardía que no seamos los trabajadores los que decidamos qué queremos con nuestro futuro”
 testimonio de Alberto Esparza, trabajador de FaSinPat (Cerámicas Zanón), en Sin Patrón Fábricas y empresas recuperadas por sus trabajadores.

Hasta el momento en que los oprimidos no toman conciencia de las razones de su estado de opresión aceptan fatalistamente su explotación…probablemente asuman posiciones pasivas, alejadas en relación a la necesidad de su propia lucha por la conquista de la libertad y de su afirmación en el mundo. Sólo cuando los oprimidos descubren nítidamente al opresor y se comprometen en la lucha organizada por su liberación, empiezan a creer en sí mismos, superando así su complicidad con el régimen opresor
P. Freire, Pedagogía del oprimido. Y luego reafirma, una vez más, la necesidad de la praxis (reflexión-acción).

¿Qué lápiz escribe en nuestras escuelas del conurbano?

En caso de que sea correcto, como creo, que un componente fundamental de la naturaleza humana es la necesidad del trabajo creativo, de la investigación creativa, de la creación libre sin las limitaciones arbitrarias de las instituciones coercitivas, se desprende que una sociedad decente debería llevar al máximo las posibilidades de realización de esta característica humana fundamental. Esto significa intentar la superación de los elementos represivos, opresivos, destructivos y coercitivos que se encuentran en toda sociedad real -la nuestra, por ejemplo- como residuo histórico
 Noam Chomsky, en diálogo con M. Foucault.

Nada cambió de fondo en nuestras escuelas desde los sesenta. Con el tremendo agravante de la asesina dictadura, que arrancó a muchos alumnos y docentes de estasy que profundizó la negación de la circulación de la palabra, de la construcción del conocimiento, de la dialoguicidad, del poder crear.

Las estructuras de las instituciones escolares son tremendamente verticalistas. Sólo la oposición desorganizada, casi individual, llega a modificar las directivas decididas, prácticamente, siempre desde arriba. No existen los espacios de reflexión y cuesta mucho generarlos desde abajo. Da la sensación de que habría que hacerlo desde un grito desesperado.

Muchas de las veces que hablo con los alumnos, me expresan que es muy poco común que un docente charle con ellos, por eso les cuesta dialogar. Además tampoco abunda el diálogo en sus hogares, no lo ven en la sociedad ni en el barrio ni en los medios de comunicación. Para colmo, los docentes sólo tenemos la oportunidad de dialogar entre nosotros en una o dos reuniones anuales, en los recreos y en los pasillos, siempre brevemente, siempre dejándolo para ese más adelante que no suele existir. Es urgente transformar la estructura escolar, pero no va a ocurrir desde arriba.

A esto agreguémosle la censura que se intenta aplicar en las escuelas, estatales o privadas, por el control amenazante que suele haber desde varios municipios, aumentado en muchos casos por los compromisos políticos de algunos directivos.

El tema es cómo lograr que las escuelas no tengan como misión:

Difundir en el pueblo los valores del opresor, sino ayudar al pueblo a descubrirse, a expresarse, a liberarse
(María Teresa Nidelcoff, en ¿Maestro pueblo o maestro gendarme?).

Recordemos el surgimiento de la educación pública y las discusiones que se dieron en diversas partes del mundo en la segunda mitad del siglo XIX. Paulo Freire en Pedagogía del oprimido cita, de El hombre moral en una sociedad inmoral de Reinhold Niebuhr, una discusión en el parlamento británico sobre el proyecto de creación de escuelas subvencionadas: “Un tal Mister Giddy, en 1867, expresaba que sería  perjudicial para su moral y felicidad, les enseñaría a despreciar su misión en la vida, en vez de hacer de ellos buenos siervos, los haría rebeldes y refractarios…” ;bueno, lo hicieron de manera que fuera lo menos posible así…, una vez más.

Desde cualquier contenido, más allá de la importancia que tenga ese concepto en sí mismo, cosa que debe estar dispuesto a discutir el docente cada vez que sea necesario, se puede ir trabajando una actitud que favorezca el crecimiento intelectual autónomo de los alumnos en su encuentro con el tema que intenta aprender.

No debe presentarse el conocimiento cerrado, “terminado”, transmitido por el docente al alumno para que lo “crea” y tome prestado. Siempre les insisto en esto: “Si estudian de manera que hablan en pasado: ‘esto era así’ o con el agravante de que el conocimiento es propiedad privada de ‘otro (el profe del año pasado o mi tío) me dijo que era así’, entonces no estamos trabajando con la construcción del significado. Si te da lo mismo que una propiedad matemática sea de una manera o de otra, entonces ese conocimiento es prestado”. La propiedad y la fórmula son consecuencias de significados, de relaciones. Y las consecuencias vienen al final de un trabajo necesario para la comprensión.

Estudiar “mecánicamente”, con el alumno como receptor pasivo, atrofia el cerebro, estupidiza, hace esclavo de los especialistas, no libera, pone una frontera por delante, una separación entre los que saben que prestan algo que sólo entienden ellos, y el alumno.

De nuevo cito a Freire en el mismo libro:

En la visión bancaria de la educación [la llama así haciendo referencia a que, en esa visión, el educador deposita el saber en el educando. El educador hace la acción., los hombres son vistos como seres de la adaptación, del ajuste. Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que les son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que resultaría su inserción en el mundo, como transformadores de él. Como sujetos de él
 Nada más ni nada menos, ¡y es así!

No todos los docentes, no todos los directivos, no todas las escuelas son iguales. Pero la suma de tanta educación bancaria, organizaciones verticalistas, adormecimiento, “pragmatismo individualista”, determinismo –transmitido a través de todos los medios, incluso docentes que les dicen a los alumnos o a sus compañeros: “Es así, siempre fue así, no se puede hacer nada”–, conforma un coctel de verdadero opio del pueblo.

A modo de conclusión

En un libro no tan conocido de Erich Fromm La revolución de la esperanza, donde analizaba la situación de la sociedad de consumo en la década del sesenta, el autor advertía: “La pasividad que nuestra exclusión de las decisiones responsables engendra, amenaza con matarnos internamente”, “Lo que vale para el individuo vale también para la sociedad. Esta jamás es estática: si no crece, decae; si no trasciende el statu quo hacia lo mejor, se desvía hacia lo peor“,“A menudo (muchos) tienen la ilusión de que podríamos estar quietos y no alterar la situación dada en uno u otro sentido. Es una de las ilusiones más peligrosas. En el momento en que nos detenemos, comienza la decadencia” (se relaciona con el tema de la falsa neutralidad, que tanto planteamos en educación),“El hombre sólo podrá liberarse si privilegia la vida, desde una perspectiva humanista radical. Sólo percatándonos plenamente del peligro que corremos podrá el amor a la vida que todavía existe en muchos de nosotros ser puesto en marcha y llevar así a cabo modificaciones drásticas en nuestra forma de organizar la sociedad“, “No se puede pensar en términos de probabilidades mientras haya una posibilidad real, por pequeña que sea, de que la vida triunfe”. Yo creo que deberíamos ir más lejos aún, así supiéramos que no hay posibilidad real de lograrlo: morir haciendo lo que creemos bueno.

Necesitamos, debemos y podemos, como mínimo, hacer lo siguiente:

Generar y sostener espacios de cambio verdadero. Si el espacio parece terminar su ciclo, sostenerlo hasta crear uno nuevo, no dejar huecos. Los que no quieren la liberación están convencidos de que no podemos, de que “caemos por nuestro propio peso”. Cerrar espacios no sólo es caer en la desilusión, sino también fortalecer al oponente.

Trabajar siempre y mucho en la concientización. Sin ella no hay liberación. Concientización no es adoctrinamiento. Es encuentro creativo con la realidad para poder transformarla.

Generar redes de humanización-liberación.

Ser pacientes, no desesperar. Paciencia no es pasividad. Apurar es atrasar el camino hacia la liberación y esta es urgente.

Llegar a sentir que realmente se hace lo máximo posible por la liberación-humanización

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron
en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde.


¡Ay! Utopía,
cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro
de cada día!


Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande.

¡Ay! Utopía,
incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía!


Quieren ponerle cadenas
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte.


¡Ay! Utopía,
cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles
del nuevo día!


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