La sociedad instala cuerpos, y estos se instalan en ella: cuerpos docentes, cuerpos ejecutivos, cuerpos solidarios, cuerpos productivos, cuerpos indigentes. Los medios de comunicación construyen y deconstruyen permanentemente imágenes del cuerpo: cuerpos ágiles, deportivos, delgados, livianos; cuerpos que consumen yogures, perfumes, autos, televisores; cuerpos juzgados y sojuzgados por su ropa, por su sexualidad, por sus horarios, por sus celulares. Cuerpos corruptos.[1]

La globalización invade hasta lo que no se puede invadir, avanza desde lo tecnológico y puede reemplazar órganos, manos, puede clonar animales, puede reponer ojos, puede prolongar la vida. «Internetizar» y hacer inmediato cada suceso del mundo global exacerba y produce un agigantamiento de fantasmas que se encarnan; rupturas de imágenes del cuerpo fragmentadas por tanto estímulo mediático. Esto también hace que se quiebre la red de significación y de equilibrio en el vínculo con el propio cuerpo, entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Suele manifestarse con características diferentes, como: desapasionamiento por compartir, falta de deseo, desconocimiento, intolerancia, sexualidad indiferente, irritabilidad súbita, miedo a ser invadido por el otro, acorazamiento ante un gesto o un contacto frente a cada acercamiento.

Las máscaras que personifican estos hechos muestran como resultado situaciones escénicas donde, también vertiginosamente, se pasa del malestar a la desconfianza, del amuchamiento a la impotencia, de la alegría y el entusiasmo al fracaso, todo en brevísimos segundos.

Si los agujeros y heridas durante el proceso militar eran del orden de lo oscuro y lo desaparecido, estos tejidos son hoy del orden «mediático de las trasparencias», van y vienen, sin sospechas explícitas.[2]

Hay un gran espejo que envuelve todo el planeta, más importante que la atmósfera, que es una gigantesca pantalla donde todos capturamos imágenes y somos capturados por estas. Esas imágenes construyen una corporeidad novedosísima, constituida por un grandísimo cuerpo-objeto, donde la pregunta por la identidad no es ya quién soy, sino qué objeto represento. Este cuerpo es “fabricado» por relaciones de fuerzas y poder. Hay un diagrama de poder que actúa como dador de identidad, resalta Foucault en La verdad y las fuerzas jurídicas: «Fabrican artefactos -sujetos a través de técnicas, redes de enunciados que los hacen ser (estudiantes, obreros, normales, locos, etc.)». Este planteo tan extremo, se ejemplifica con la forma en que el cuerpo aparece fusionado con el objeto en los avisos publicitarios. Cuerpos marcados.

Para destacar algunos ejes para encarar estos temas desde el cuerpo, hay que señalar:

  • La permanente necesidad de implementar técnicas que consoliden «la piel ampliada»(concepto que se refiere a que los grupos suelen construir una identidad propia, como una extensión de la piel).
  • Darle espacio significativo al trabajo sobre la propia imagen corporal y la imagen corporal de los otros. Desarmar y asumir la fusión sujeto-objeto. Ser un cuerpo y no poseer un cuerpo, al decir de Le Bretón.
  • Restaurar redes de contención grupal (proyectos, objetivos, discusiones, ejes temáticos, etc.), donde el cuerpo de la desconfianza, del descreimiento, del mundo verdadero o ficcional de la pantalla se reorganice en situaciones concretas y definidas. Y donde se apueste cada vez más a desenmascarar los fantasmas depositados en el cuerpo, como metáfora de la incertidumbre, encontrando los lazos hacia una creatividad compartida.

Los recursos expresivos, como herramientas fundamentales para el despliegue creativo, aplicados a áreas personales, laborales, vinculares y sociales, estimulan a tomar conciencia de la propia creatividad, sus límites y sus posibilidades expresivas. Apropiarse del propio cuerpo con técnicas de concientización corporal. Dar lugar al juego, como espacio de motivación creadora. La creación conjunta de relatos en ceremonias y los juegos de pasaje de lo mítico a lo cotidiano, la utilización de máscaras como objetos facilitadores para investigar los roles, la propia identidad, los personajes internos, aquellos que paralizan y aquellos que potencian. Estas búsquedas posibilitan el fortalecimiento de la propia imagen corporal y su relación con los otros. Recuperar una actitud lúdica frente a la rutina y poblarse de nuevas imágenes suelen ser vías de elaboración expresiva, de reparación, a través de objetos, de textos, de movimientos, de ritmos, de collages, de ese extrañamiento tan frecuente frente al cuerpo del otro yal propio.

En una sociedad que impone que el cuerpo sea una cosa, que sirve para ser usada y luego descartada, la apropiación del cuerpo de uno mismo y la recuperación de la creatividad trascienden las mejores ejercitaciones posibles. Es hablar de libertad, de deseo, de conciencia de vida frente al mundo. El interjuego cuerpo-emoción-escena-juego-máscaras-grupo conforma la base sobre la cual se construirá la identidad. Es la búsqueda de ser persona■

 


[1] Matoso, Elina. El Cuerpo territorio de la Imagen, Ed. Letra Viva – Instituto de la Máscara, 2010.

[2] Matoso, Elina. Ob. cit.

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