Cuando alguien menciona el cuerpo, todos sabemos de qué se trata, sin embargo un cuerpo implica mucho más que la parte física y material de un ser o “eso que nos lleva a todos lados”; y a esto se dedica el psicodrama. Una de las tantas definiciones circunscribe el cuerpo como: una extensión limitada que es perceptible por los sentidos. Desde el psicodrama, preferimos pensarlo como: la intención ilimitada de abrir nuevos sentidos posibles.
Es casi una paradoja hablar del cuerpo en psicodrama.
Jacob Levi Moreno, creador del psicodrama, lo define como:
en El Psicodrama. Técnicas de acción y principios de su práctica. Poner el alma en acción, a través del cuerpo que la sostiene.
Desde que nacemos, somos atravesados por múltiples estímulos que dejan marcas en nuestra historia de vida: personas, escenas y situaciones que van estructurando nuestra personalidad y definen de alguna forma nuestra identidad; marcas que también están en el cuerpo.
La dicotomía psique o cuerpo es antigua y muy discutida, sin meternos en este enredo teórico-existencial, vamos a pensar el cuerpo como lo piensa el psicodrama, recuperando algo del entrecruzamiento y la indivisibilidad que tienen alma y cuerpo. Corriéndonos de lo binario que propone la oposición mente o cuerpo, pretendemos devenir en la posibilidad de la conjunción mente y cuerpo como un encuentro de saberes.
El psicodrama propone la exploración de todo aquello que ha dejado huella en nuestra historia, volviendo a ponerle el cuerpo a la escena que en ese momento quedo congelada, insistiendo en volver, reclamando que hagamos algo diferente con ella y sublevándonos contra el instinto de muerte.
Pulsión de muerte, aquello que se repite, que insiste, algo que no puede inscribirse. ¿Por qué tenemos el mismo sueño una y otra vez? ¿Por qué no podemos reprimir ese momento de nuestras vidas? ¿Por qué esas palabras que me dijeron hace tiempo no dejan de doler? ¿Por qué no puedo olvidar a esa persona?, etc. y podríamos seguir haciéndonos preguntas acerca de todo aquello sin encontrar una respuesta posible, y aquí es donde aparece el psicodrama, revolucionando el sistema desde la pulsión del Eros, como potencia de creación.
Trabajamos a partir de una escena, esta se despliega en un espacio dramático y quien la haya vivido será el protagonista, éste elige entre los integrantes del grupo los yo auxiliares que necesite para recrearla, un director será quien guíe este recorrido y se formará un público con el resto de los participantes del grupo. El público, en nuestro dispositivo, no es pasivo, está listo para intervenir en escenas cuantas veces el director lo solicite, invitándolo a multiplicar la unidireccionalidad de la escena primaria con la que se ha afectado el protagonista.
Al recrear una escena en psicodrama, buscamos que aquello congelado que ha quedado capturado pueda desplegarse; en palabras de Tato Pavlovsky, que aquello que se nos vuelve siniestro, reiterativo y por eso insoportable devenga patético y tolerable en su re-creación para transformarse finalmente en algo lúdico, y se inscriba de una manera novedosa.¿Y por qué lo novedoso sería sanador? Antes, lo novedoso nos lleva a pensar la noción de espontaneidad y la de acontecimiento.
En nuestro espacio, y de la forma en la que yo elijo trabajarlo, caminamos desde el psicodrama de la Multiplicidad, éste persigue una línea trazada sobre la filosofía de Gilles Deleuze, que es quien desarrolla la noción de acontecimiento. Un acontecimiento es algo que sucede sin que se lo programe, algo que irrumpe produciendo un nuevo sentido, que sorprende, algo que se presenta escapando de la representación previa, o algo irrepresentable.
Sobre esta noción, se despliega nuestro trabajo, permitiendo que la vivencia se ponga en juego en el grupo, donde los integrantes, a través de sus propias sensaciones, transformarán aquello individual en una multiplicidad de experiencias grupales.
Luego, dando lugar al despliegue de la espontaneidad, algo de los afectos capturados se libera, ya no se sujeta a las formas conocidas, sino que se suelta de estas para permitirse una transformación.
Al culminar el despliegue de la escena en sí, se propone el dispositivo de la Multiplicación.
La Multiplicación Dramática permite que, luego de trabajar con la escena propia, el grupo proponga todas aquellas escenas que se le presenten y las lleve a la acción, invitando a explorar lo propio, desde una perspectiva múltiple; abordando la complejidad de “lo identitario”, desde la vivencia grupal; rompiendo la visión monocular de cada participante, a través de la multiplicidad de visiones que aporta el grupo.
Deleuze también nos habla del cuerpo sin órganos, lo cual no significa un cuerpo vacío, sino la posibilidad de desterritorializarlo.
Es por esto que es casi una paradoja hablar del cuerpo en psicodrama, ya que el psicodrama es cuerpo, podríamos decir que es muchos cuerpos, y la posibilidad de transformarlos/nos, de sacudirnos de ese único cuerpo disciplinado que nos da una identidad única para pensarnos como infinitas posibilidades a través del otro.
¿O alguien tiene una sola respuesta posible a la pregunta: “¿Quién Sos?”?
¿Y si somos infinitas posibilidades de devenires?■
[2]Texto de Maite Larrauri, Editorial Tándem El deseo según Gilles Deleuze (http://deleuzefilosofia.blogspot.com.ar/2011/01/liberar-la-vida.html