Cuando se transita por el oeste del conurbano bonaerense, tarde o temprano uno se topa con el ferrocarril Sarmiento. Esa mole llena de trabajadores y punguistas, esos vagones donde se fuma porro y se escucha cumbia aun a riesgo de la propia integridad es el hábitat de gente como Gustavo Guevara, que conoce a todos los vendedores ambulantes y a todos les quedó debiendo. Este es su sentido homenaje a la fauna más exquisita y heterogénea de extramuros.


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