El oscuro estado de los trenes genera una gran tristeza, cuando se piensa en lo que eran aquellos trazos ferroviarios que se extendían como venas por el país. El desafortunado destino de las locomotoras tiene su sostén en intereses políticos. Sin culpabilizar, no pondremos la atención en el ayer ni en el hoy, sino en el mañana. Es un llamado a concientizarnos.
“…El ferrocarril, que es la supresión del espacio, obra este portento mejor que todos los portentos de la tierra; el ferrocarril innova, reforma y cambia las cosas más difíciles. Ellos son a la vida local de nuestros territorios interiores lo que las grandes arterias a los extremos del cuerpo humano: manual de la vida”, Juan B. Alberdi acertó en comparar los trazados con arterias del cuerpo humano; ya que son precisamente aquéllas las que transportan la sangre y dan vida a esas ciudades “alejadas” del corazón, pero que son indispensables para que el cuerpo –el país– camine, se mueva. Está claro que para aquel entonces la importancia de un medio de transporte que conecte cada punto tangencial en la inmensidad del país, propulsado por un desarrollo económico in crescendo, era fundamental. El declive de su esplendor, conocido como «ferrocidio» argentino1, es de común conocimiento y es causa de un llamado a su recuperación. El preludio al reclamo del estado de los trenes no hace más que reforzar la importancia de los ferrocarriles para el desarrollo económico, una implicancia social y política.
El simbolismo propuesto, que alude a las arterias como fuente de vida, implica la vida que generan las vías al recorrido que hacen. Algunas de sus características se encuentran en la salud de estas para poder cumplir su función. Al ser el tren un medio sustentable, se adecua perfectamente a una forma de transporte que es sostenible y respetuosa con el medio ambiente, ya que con muy poco consumo de combustible no renovable no ataca furiosamente nuestro entorno natural.
Es sabido que las arterias son un medio por el cual circulan cantidades de vitaminas, de minerales, que brindan la vitalidad necesaria. El tren, con su enorme capacidad de transporte de personas y de cargas, hace las veces de conductor; y tiene los componentes necesarios para una vital comunicación y conexión nacional. Es más que sorprendente la capacidad de carga que tiene un tren –capacidad máxima aproximada de veinteséis toneladas– en relación con un camión de carga –una caja seca (o semirremolques) puede llevar aproximadamente 52.000 libras (23.587 kg)–,. Un vagón de carga de 125 toneladas puede transportar ese tonelaje, es decir alrededor de 4.450 quintales, lo que equivale a unas 250.000 libras (90.719 kg)2. Este ejemplo no hace más que ratificar que la importancia del tren es directamente proporcional con la vitalidad que transporta.
Claro está que este sistema conductor no se encuentra aislado de su contexto, y ya queel tren es solo uno de los tantos medios de transporte, debe funcionar de manera complementaria con los otros. La idea de sistema de transporte multimodal3 establece que los sistemas viales deben trabajar de manera conjunta, generando zonas de trasbordo e intercambio, para generar mayor eficacia del tiempo y del rendimiento de los distintos transportes (tren, subte, colectivo). Eso es a lo que apelamos: a una mayor eficacia en el transporte que, sin ninguna duda, es una forma más de «comunicarnos».
Esta afirmación se materializa en la conformación del que fue un plan estratégico para el desarrollo nacional y regional; tanto en lo económico como en el acercamiento poblacional4.
El territorio argentino –y en especial el AMBA– se fue conformando en gran medida a través del tendido de trenes. Las ciudades y los pueblos se asentaban a los costados de las vías y de las estaciones. Los trenes se implementaron por una necesidad comercial y económica de transportar las mercaderías hasta el puerto (modelo agroexportador). De esta manera el tendido de trenes, al ser extensivo y ramificado, generó la expansión hacia el territorio de la Provincia de Buenos Aires y desde allí. Ha de hacerse notar la diferencia con las autopistas, por ejemplo, que generan barreras urbanas con el trazado concéntrico en torno al puerto (los cuatro anillos delimitados por Gral. Paz, Circunvalación Autovía RPN°4 RNN°8 RPN°201, Circunvalación Autovía Perón y Circunvalación RPN°6).
No obstante el tren significó primeramente un posicionamiento de la Argentina en la economía mundial, el país se comenzó a pensar desde una complementariedad entre sus ciudades, generando así la integración de centros urbanos y sociales en su conjunto. Es decir, la implicancia del tren en el país no significó sólo la conformación de éste, sino que también le otorgó un simbolismo dentro de la historia argentina, que remite a aquellos tiempos de viraje del desarrollo económico y un reposicionamiento social, donde el sentido de pertenencia quedará marcado en la población.
Si la población comenzó a considerar el tren como aquel trasgresor del espacio y del tiempo, que vincula umbrales de una sociedad infinita en territorio y cultura, ¿por qué no podríamos recuperar esa inocencia de ser transportados ininterrumpidamente a un viaje de recuerdos y sueños futuros?
Entonces, yo le digo «Sí» al tren, le digo «Sí» al desarrollo y al crecimiento, a nuestra expansión e integración principalmente social, a un ser conectados a estas valiosas arterias y por sobre todo a reforzar nuestra identidad nacional como un país, como una nación conectada■
2 http://www.ehowenespanol.com/comparacion-capacidad-carga-camiones-trenes-barcazas-sobre_177345/ o http://cgee.hamline.edu/rivers/Inquiry/RTT/Rtt_6.htm
3 http://www.mdzol.com/carta-lector/29418/
4 http://www.importancia.org/ferrocarril.php- Juan B. Alberdi, ver “El Ferrocidio” J.C.CENA – 2d° edición