La relación entre el ser humano y la basura produce distintas formas de vida. Una de ellas se encuentra en una aldea egipcia Mokattam, donde toda su población vive y se identifica con su oficio: la recolección y reciclado de basura.
En una nota de Imad Marmal para The Arab American News in Beirut[1] 1, la indignación de los libaneses a causa de la crisis de la recolección de basura provoca un comentario que roza lo sarcástico y que puede asombrar teniendo en cuenta el registro y el medio en el que se encuentra publicada:
Luego, concluye: “El Líbano ha sobrevivido estos últimos 14 meses sin presidente pero está desesperado y entrando en pánico debido a la ausencia de recolectores de basura”.
El Líbano no está solo, no es el único país que se ha topado con esta crisis de basura: entre la enorme cantidad de problemáticas derivadas de la crisis en Siria, se puede contar el colapso del sistema de recolección de residuos. Egipto, por su parte, también tuvo que lidiar con problemas de recolección y de reciclaje, sobre todo debido a que El Cairo es una de las ciudades más grandes de la región, pero posee una particularidad que lo separa del resto de Medio Oriente: los zabbaleen. Este término, que significa “recolector de basura”, está íntimamente vinculado a una comunidad asentada en la aldea Moqattam y, aunque existen otros espacios alrededor de El Cairo en el que los zabbaleen operan, Dicha aldea es el hogar de una concentración considerable (el 90%) de coptos, esto es, egipcios de fe cristiana que han desarrollado una identidad particular: la recolección efectiva de basura. Los zabbaleen, de los que se estima que llegan a ochenta mil en Egipto[2], reciclan un 80% de toda la basura que recolectan de las concentraciones urbanas importantes de Egipto, como El Cairo, logrando cumplir aquello que los sectores privados no han podido pese a que estos últimos han recibido amplio financiamiento. Ya en 1992 se reconoció el trabajo de esta comunidad en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y, junto al reconocimiento, también la terrible situación cotidiana en la que está sumida.
¿Cuál es el proceso de recolección que lleva a cabo este pueblo? Los zabbaleen recorren las zonas de El Cairo y recolectan todo tipo de basura para, luego, transportarla a sus hogares. Allí, el proceso de reciclado tiene distintas etapas: mucha de la basura orgánica se la dan a los cerdos, otra se la reutiliza en distintos materiales. Los plásticos y los materiales reelaborados se ofrecen en un mercado como producto, y se crea así una economía rudimentaria en torno al proceso de reciclado.
Esta identidad asociada a la recolección de basura no es positiva pese a su éxito en materia residual: en efecto, el grado de escolaridad y salud es nulo. Algunos escritores y periodistas han expresado su asombro por la organicidad entre lo material, la basura, y el pueblo de Moqattam: la basura no solo es un trabajo, sino que configura múltiples facetas de la vida cultural de los zabbaleen. La gran mayoría de los escritores y periodistas, sin embargo, se ha ocupado de remarcar la necesidad de brindar apoyo a este grupo que no tiene posibilidad aún de mejorar su condición pese a esfuerzos internacionales, como el proyecto “Zabbaleen Environmental Development Program”, iniciado en 1989.
Anna Perera es una de las escritoras que abordó una versión sin filtro ni exotismo de este pueblo. Ha escrito una novela basada en la vida de esta comunidad en Moqattam, titulada The glass collector. La fascinación por este tipo de vida produjo un resultado esperable: predomina en el texto la descripción, el detalle; en suma, una suerte de etnografía involuntaria. En la pura descripción, primó la construcción del entorno zabbaleen por sobre la trama y la acción de los personajes. Una reseña de The Guardian[3] llevada a cabo por el escritor Lacey indica precisamente esta obsesión por la información sobre los zabbaleen que lleva a la siguiente conclusión: “Me pregunto por qué Perera eligió escribir ficción en lugar de una crónica de viaje o un documental”.
Pero, por otro lado, este pueblo ha corrido el riesgo de caer en una visión orientalista. La idea de un pueblo dedicado por entero a la recolección de basura agrega otro matiz capaz de ser explotado al exotismo estético que aún hoy predomina a la hora de abordar lugares “lejanos y orientales”, aquellas imágenes de camellos, pirámides, desiertos y túnicas. Contra esta visión orientalista han luchado las organizaciones que promueven una mejora de las condiciones sanitarias y educativas de los aldeanos de Mokattam. Si bien se ha forjado una cultura particular en un caso excepcional (hablamos, nuevamente, de hasta ochenta mil personas), esto no significa que dicha cultura deba mantenerse ni celebrarse, no es un objeto raro ni fascinante.
Los zabbaleen son un grupo social particular surgido de una de las tantas relaciones entre el ser humano y la basura, en este caso producto de condiciones socioeconómicas y políticas que poseen décadas de historia. Los zabbaleen son una deuda pendiente (y reconocida) de la sociedad egipcia que se espera que en algún momento logre saldarse. Se ha tratado de garantizar buenos salarios y seguridad laboral, contratando a los zabbaleen para tareas de recolección al servicio del Estado, en lugar de hacerlo para compañías privadas y extranjeras, pero no hubo éxito. Se trataría de uno de los pocos casos en la historia en donde la erradicación de una cultura será un motivo de alegría y bienestar para todos■
[2] http://www.burnmagazine.org/essays/2012/04/manfredi-pantanella-leaving-rubbish/
[3] http://www.theguardian.com/books/2011/mar/12/glass-collector-anna-perera-review