Reflexionar sobre los movimientos culturales desde una visión de resistencia nos hace optar y tomar posición debido a que estos movimientos ingresan al plano de la política. Ya no podemos seguir viéndolos como pulcros y neutros. Se ensucian con la realidad que los rodea. Ahora bien, si vamos a referirnos a resistir, primero tenemos que ponernos de acuerdo sobre de qué hablamos cuando hablamos de resistencia, quiénes resisten, contra qué se resiste y de qué manera se puede resistir.

Si bien el derecho a la resistencia se remonta a la Edad Antigua, cuando Platón trata el derecho del pueblo a defenderse del el tirano, este no va a ser el eje central de sus tratados, lo que le preocupaba a Platón era cómo generar gobiernos estables; y no, tratar la problemática de la resistencia en todo su potencial. De manera análoga, en la Edad Media, Santo Tomás de Aquino retoma esta temática y analiza la cuestión del tiranicidio en caso de que la opresión atente contra el bien común, aunque aclara que si no hay excesos por parte del tirano, es preferible una tiranía moderada que oponerse a ella. Hay que esperar hasta la modernidad, cuando la legitimidad del poder se encuentre definitivamente en el pueblo, para que se desarrolle una teoría de la resistencia y en algunos casos de la Revolución.

John Locke en el Segundo Tratado Sobre el Gobierno Civil dice: “Un pueblo que es maltratado y gobernado contra Derecho, estará siempre dispuesto a quitarse de encima una carga que le resulta pesadísima” (1997: 138). Si Locke, uno de los padres fundadores y héroe de la teoría liberal proclama el derecho del pueblo a revelarse cuando es maltratado, imaginemos lo que puede decir Karl Marx sobre el derecho a resistir y en definitiva a revelarse contra el orden instituido. Claro está que, en Marx, este derecho va a tomar un carácter de clase y la resistencia se va a transformar en una teoría revolucionaria.

Si a todo lo dicho anteriormente le sumamos la visión de Antonio Gramsci ─que desarrolla el concepto de hegemonía cultural en el cual recae el poder de la ideología dominante, y es menester de las clases subordinadas romper con esa hegemonía─, se puede entender fácilmente cuál es la importancia de pensar “la resistencia” en los movimientos culturales y desde dónde se debe resistir.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el Heavy? Más aún si pensamos el Heavy desde la visión dominante que expresan los medios y que suelen caricaturizarlo como un movimiento que oscila entre el conservadurismo y la violencia. En este punto, nos vamos a diferenciar drásticamente de esa visión. Nuestra postura interpreta el Heavy desde su irrupción en la Argentina en los años ochenta (años en los cuales se desarrollaba la última dictadura cívico-militar) como un movimiento que va a resistir a la ideología dominante.

La resistencia en este espacio cultural va a surgir desde las clases subordinadas que sufrían y le ponían el cuerpo a esa dictadura, y esto lo podemos ver tanto en los lugares en los que se desarrolla el Heavy como en las letras de las canciones. Ya desde ese momento, se plantea un discurso disruptivo que pone en el centro las vivencias de las clases populares y denuncia la dictadura por la represión. De esta manera, es que podemos analizar cómo en el tema “Torturador” de V8 se pone en evidencia, a través de una supuesta sesión en el dentista, la violencia ejercida por ese gobierno dictatorial. Además se critica parte de la sociedad y, en especial a los Hippies, por el pacifismo ante la violencia del Estado. “Basta de engaños/ el presente es dolor/ yo vivo la realidad/ y de ella es mi reacción/ pues estoy cansado del llanto/ que nunca algo me dio/ de la calma/ a la paciencia ante la represión” (Momento de luchar, Un paso más en la batalla, V8, 1985). Otra crítica que podemos encontrar hacia ese período de la historia Argentina es a través de las abundantes letras que, en diferentes bandas, se interpreta sobre la Guerra de Malvinas, donde se recupera la figura del conscripto, pero se denuncia la traición de los militares.

Si bien durante la recuperación democrática siguen las críticas a la ideología dominante, un punto álgido donde la resistencia se hace carne es durante el menemismo. Allí la resistencia ante las políticas neoliberales que se imponían sobre el sudor y la sangre de la clase trabajadora es evidente. Son muchas las bandas de este género que denuncian el impacto de esas políticas; el hambre y la desocupación comienzan a ser temas centrales que aparecen en las canciones. Solo para dar un ejemplo podemos citar la letra de “Clase Trabajadora” de Tren Loco: “Desocupados y bajos salarios de hoy/ La libertad tiene un precio demasiado alto/ Vivimos entre mentiras y la frustración” (¡No me importa!, 1996).

La crisis del 2001 y los años posteriores encontró al Heavy de pie y resistiendo en las calles y como dice Emiliano Scaricaciottoli, no es casual que en la masacre del puente, cuando fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, uno de ellos tuviera puesta la remera de Hermética. El Heavy resistió a la ideología dominante desde su surgimiento, y esto lo convierte en un movimiento cultural sucio y desprolijo sobre todo para ciertos sectores que prefieren la pulcritud de los que se mantienen al lado del camino.


Bibliografía:
-Boron, Atilio (Compilador). La filosofía política clásica: de la Antigüedad al Renacimiento, Buenos Aires, Eudeba, 2000.
-Gramsci, Antonio. Antología, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2006.
-Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil, México, Editorial Porrúa, 1997.
-Marx, Karl; Engels, Friedrich, Manifiesto Comunista, Buenos Aires, Editorial Prometeo Libros, 2003.

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