I – De Banquetes y recetas

¡TILÍN- TILÍN-TILÍN! (sonaban las campanas).

¡La mesa está servida y la comida a la espera! ¡Acérquense los comensales y degusten el  plato!

Ansiosamente me sumé a la mesa, abrí la fuente y adentro se encontraba la tapa de la Revista Barcelona del 4 de Junio cuyo título era:

“Los grandes ausentes también alientan a la selección en el mundial de Sudáfrica. ¡Vamos, Vamos, Argentina!”. El diseño de la tapa tenía como fondo a la bandera de Argentina y sobre ésta a  Zanetti,  Cambiasso,  Luciano Arruga y Julio López.

Sorprendida quedé mirando el exótico plato y sin dudarlo casé el tenedor y lo probé. ¡Delicioso! ¿Qué tendría? Le pregunté la receta al cocinero y me dijo:

—El plato está hecho a base de mucha patria y mucho pueblo. Hay que ser generoso: póngale una buena cantidad, es la clave para que el plato salga rico.

Revuelva un rato largo; cuando la patria se esté evaporando; agréguenle una buena cantidad de folklore y déjelo un rato a fuego moderado. Si la patria continúa  evaporándose y el pueblo comienza a rebalsarse de la olla agréguele una buena porción de fútbol, eso va a resaltar el sabor de la patria y a su vez va a tapar el sabor del subalterno. No se tienen que olvidar de un ingrediente fundamental (si no ponen este ingrediente el plato no le va a salir igual). Mientras cocine encienda la Radio, la TV y lea el diario. La mezcla de estos Medios permite que todos los ingredientes se liguen y salga este delicioso plato. ¡Ah!, me olvidaba, también tiene “el secreto de la abuela” y éste es… ¡La Argentinidad!

Tomando esto como disparador, y aprovechando las grandes corazonadas Messiánicas de la selección en los bares de Palermo Returns urge preguntarnos: ¿Qué tiene que ver la argentinidad con el Fútbol, el folclore, el  bicentenario y los “grandes ausentes” que también  alientan a la selección en el mundial?

II – Construyendo el mito de origen

El mundial exacerba la patria, las banderitas… la  Argentinidad y cuando hablamos de ella inevitablemente la relacionamos con un tipo de identidad de  un “ser argentino”, y para narrar la continuidad de esta identidad es necesario comenzar con un mito de origen.

El mito de origen, referente al “ser argentino”, nace a principios del siglo XX, en el momento donde “la Argentina se integraba al escenario global de intercambio de mercaderías, vastas migraciones internacionales, rápida urbanización, nuevas formas de consumo urbano, competencias deportivas mundiales y circulación de productos de cultura de masa”[1].

Para este naciente capitalismo argentino era fundamental poblar.

“¡Gobernar es poblar!”,  decían las frases de la época pero también gobernar era educar. En este contexto, y  producto de la gran oleada migratoria, la identidad argentina debía ser reforzada. Por eso, los inmigrantes tenían que asimilarse a lo nativo, pero como lo nativo había sido literalmente aniquilado había que inventar algo que sirviera para asimilar a los inmigrantes, fundir todo lo existente en el fuego de la argentinidad, hacer aparecer un sujeto nuevo, dócil, feliz, superior, civilizado, totalmente adaptado a los requerimientos de la naciente sociedad capitalista argentina. La idea de  nación y todos los símbolos patrióticos escolares tenían que penetrar en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana.

 III- La escuela y el folklore: ¿pasados pisados?

La identidad Nacional no puedo construirse sin un “mito de origen”, quien se encarga de narrarlo principalmente es el Estado Argentino. Estos mitos tratan de responder al sentido de la vida  y la historia del país a través de narraciones simbólicas y representaciones sobre la Argentina.

En un primer momento, cuando el Estado Argentino estaba en formación las instituciones estatales (escuela en particular) funcionaban como un  eficaz mecanismo productor de nacionalidad,  paralelamente el folklore hacía uso del desarrollo de la cultura de masas y también comenzaba  a difundir  un tipo de narración discursiva dominante.

El folklore, a principios del siglo XX, nos hablaba, y nos sigue hablando, de aquello que debe ser reconocido como “el Pueblo” y como “la Nación”. Para esto utiliza formas de enunciación discursiva y musical,  paisajes regionales, costumbres, fiestas populares; en el folklore aparece un héroe épico: el gaucho en representación del imaginario de una nación que debía ser laboriosa para el naciente Capitalismo Argentino.

Actualmente, las instituciones estatales, las narrativas musicales y poéticas que producían nacionalidades se han deteriorado y han dejado de surtir efecto en las subjetividades de los argentinos. Tal es el ejemplo del folklore, el campo de la cultura popular y masiva se expandió y diversificó, cambió su significación en la sociedad y  de alguna manera eso diluyó un poco su capacidad para estar en el centro de ese relato.

 IV – La Argentinidad al palo con el fútbol y el Bicentenario

Múltiples fueron los cambios económicos, políticos, sociales e institucionales que atravesó la Argentina a lo largo de la historia, lejos de hacer un recontó histórico, no se pueden dejar de mencionar las transformaciones estructurales que se aplicaron en la década de los 90. Comprenderlas  nos ayuda a entender mejor la manera en que la desintegración de los lazos culturales y las identidades sociales han pasado a ser uno de los principales problemas de las últimas décadas. En este sentido, Alabarces dice que “este vacío material, significa a la vez un vacío simbólico, porque implica el escamoteo de un discurso que volvía a los sujetos pueblo, y en esa operación ciudadanos, hoy esos sujetos son simplemente interpelados como consumidores”[2].

Es en este contexto que el fútbol pasa al primer plano ya que, parafraseando a Sarlo, aglutina e incluye  de manera fácil, universal y televisiva a las distintas identidades que, por otros lados, son expulsadas.

Es en este sentido que se caracteriza al fútbol como parte de un movimiento cultural que tiene un doble movimiento: por un lado tiene una concepción política que remite a un “mito de origen” ficcional; pero paralelamente incluyen y aglutinan identidades diversas, dándoles voz a los subalternos, permitiéndoles narrar su propia historia. Esto significa que si bien, por un lado, el fútbol funciona como reproductores de un relato ficcional nacional y popular; por otro lado, le da voz al subalterno, o mejor dicho, el subalterno ocupa el espacio en tanto puede relatar su condición de clase y encontrar su voz y su símbolo en jugadores que ocupan su misma posición de clase. Claro que, lejos de representar relatos puramente subalternos, se encuentran mediados por las industrias culturales y los poderes que las representan.

En este sentido el Bicentenario, como todas las fiestas patrias, nos recuerdan cómo debemos ser los argentinos, qué rol deben ocupar los próceres en la historia oficial y qué tipo de símbolos nacionales debemos reforzar. En este recordar aparece la memoria selectiva, la captura de algunos personajes y el “olvido” de otros. Aparece nuevamente el relato ficcional; “los grandes  ausentes que también alientan a la selección en el mundial de Sudafrica” son sólo incorporados como hinchas de Argentina. “Conviene” que sean incorporados como hinchas que alientan a “la Argentina” para que permanezcan en los márgenes de la selección de aquello que la Argentina selecciona para incorporar o selecciona para desplazar. La revista Barcelona lo muestra claramente: Las figuras de Julio López y Luciano Arruga, desaparecidos en democracia, se encuentran en los márgenes de la patria.

Es así como estas selecciones, luchas de poderes y espacios políticos en disputa se pierden en el futbol y en las fiestas patrias como el bicentenario, porque son planteadas como espacios carnavalescos donde, por un lado, se exacerban las fiestas, las pasiones, los ritos, mitos y “la Argentinidad” pero, por otro lado, se esconden cuestiones políticas que tienen que ver con la imposición. Un tipo de  relato y visión del mundo que proceden  de las clase dominantes y se impone como verdadera por sobre las clases subordinadas., dejando a estas últimas al margen del relato y construyendo un tipo de realidad cuya “verdad” es parcial■

 

 


[1] Archetti Eduardo. El gaucho, el tango, primitivismo y poder en la formación de la identidad nacional arbgentina, p.2

[2] Futbol y Patria. Pablo Alabarces. P: 29

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