Comprobé lo difícil que es pensar Malvinas como algo más amplio, anterior o registrable en muchas otras dimensiones diferentes a la bélica cuando buscando libros sobre Malvinas en plena calle Corrientes, solo encontré libros de la guerra de Malvinas. Eso me obligaba a un ejercicio ridículo, repetitivo, absurdo. La secuencia se iniciaba cuando yo decía: “Quiero un libro sobre Malvinas pero no sobre la guerra sino algo más amplio, más histórico o anterior”. Acto seguido, ante la mirada perpleja de algunos vendedores, el recuento memorístico de los libreros de pura cepa o la búsqueda informática por los demás, me informaban que todo lo que tenían sobre Malvinas era sobre la guerra.

Esto reactivó muchas inquietudes que creía propias de una ignorancia exclusivamente personal pero en una versión más ampliada. Volví preguntándome: ¿es que los argentinos creemos que Malvinas es solo (aunque no es poca cosa) una guerra en la que participamos? ¿No tiene una historia previa? ¿Es que no existieron acercamientos náuticos, emprendimientos comerciales, actividad diplomática, argumentos jurídicos, etc.? Sí, Malvinas también (y mucho antes que una guerra) es todo eso. Es por ello que nos proponemos un recorrido por aquellos eventos que la guerra -con su suceder encandilante y los sentimientos/sentimentalismos a los que apela- no nos deja ver y que también son parte de las Malvinas, porque conforman los argumentos histórico-jurídicos que vierte cada parte, Argentina e Inglaterra.

El descubrimiento: Muchos son los navegantes que se han atribuido el avistamiento de las Islas. A título de ejemplo, podemos mencionar desde el más alejado en el tiempo, casi contemporáneo al “descubrimiento de América” –Américo Vespucio en 1501/02- hasta el más cercano –Jacob Roggeveen en 1721-. Más allá de lo entretenido que resultaría detenernos en este ítem, reviste una importancia relativa a la hora de entender las argumentaciones de soberanía de los Estados sobre Malvinas. Lo cierto es que sea quien fuere el descubridor, el nudo histórico parece sucederse más adelante.

La colonización francesa y el reclamo español

Los franceses, a través de Luis Antonio de Bouganville, ocuparon las Islas en Enero de 1764 desarrollando en ellas una colonia con unas 150 personas. Cuando España toma conocimiento de esta circunstancia, protesta ante el Rey Luis XV y Francia, como respuesta, devuelve en 1766 las Islas a las autoridades españolas. Esto es todo un signo de que existía un reconocimiento internacional respecto a la propiedad de las Islas por parte de España. A cambio de la restitución, España pagó los gastos de la expedición francesa.

La instalación inglesa y su retiro

Mientras tanto, en 1765, Gran Bretaña ingresa y se instala en las Islas permaneciendo sin ser percibido por España hasta 1769, año en el que se enfrentan las fragatas de ambos países. Como resultado de este enfrentamiento naval, Inglaterra considera que su pabellón y con ello, su honor, han sido ofendidos. Aquí podemos ver como la argumentación no se basa en una invocación de derechos sino que se apela a un valor de corte caballeresco. España, como salida intermedia, acepta la permanencia de los ingleses en el Puerto Egmont con la condición de que, salvado su honor, se retirarían. Este retiro se produjo en 1774 pero permaneció como signo de posesión una placa en la que sostenían que las Islas Falkland “son de exclusivo derecho y propiedad” de Jorge III, Rey de Gran Bretaña.

La independencia

España sigue a cargo de la gobernación de las Islas durante 44 años (generando un gran desarrollo en actividades económicas e infraestructura en convivencia con la depredación salvaje y clandestina de la fauna marina por parte de loberos norteamericanos, franceses e ingleses) ya que estas formaban parte del Virreinato del Río de la Plata. En este período se produce el único ejercicio de soberanía indiscutible y continuo. De allí que, cuando se produce la Revolución de 1810 España se repliega para que sus hombres, armas y navíos se dirigieran a pelear contra la sublevación. En el momento mismo de la Independencia, el Estado Argentino que se conforma, extiende su soberanía por herencia sobre las Islas. Sobre este punto se despliega el argumento de la “adquisición por emancipación”, que significa que, al dividirse el Virreinato, la división política de los nuevos Estados emancipados abarca todo aquello que formaba parte del Virreinato.

La bandera argentina

Desde 1811, las Islas permanecen sin autoridades hasta que en 1820 se enarbola la bandera argentina y se realiza -entre múltiples actos de soberanía-, la comunicación a los loberos de otras nacionalidades de que ya no podrían destruir las fuentes de recursos libremente. Inglaterra no protesta.

1829. Un año complicado

Se crea la Gobernación Civil y Militar específica de las Islas y se designa en su puesto a Luis Vernet. En este caso, Inglaterra sí protesta y reclama su soberanía. Cuando Vernet ordena la detención de los loberos norteamericanos (cuya importancia venimos intentando resaltar en este brevísimo relato) se produce una puja de poder/ escaramuza entre la diplomacia norteamericana, inglesa y argentina que culmina con la invasión inglesa en 1833 de las Islas. Desde 1833 hasta 1982, se desplegarán infinidad de recursos diplomáticos, protestas formales, Resoluciones de la ONU, correspondencia, influencia de la Opinión pública internacional, etc. Sin embargo, la ocupación inglesa resulta inamovible hasta la actualidad. De esta permanencia surge el argumento inglés de la adquisición por la “administración y posesión efectiva e ininterrumpida” de la Isla. El punto que se sigue discutiendo es que la adquisición de la propiedad no sucede cuando la posesión no es “pacífica” (que sería el caso) en virtud de las múltiples quejas y reclamos, es decir, en virtud de que la posesión fue tomada por la fuerza.

1833. La ocupación y el gaucho Rivero

Como resultado de los problemas para imponer la sanción a los loberos, Vernet renuncia pero sus explotaciones comerciales en las Islas continúan. Antonio “el gaucho Rivero”, peón de Vernet, lidera una sublevación –junto a 7 hombres- cuyos motivos detonantes se desconocen: su causa podría haber sido el estado de descontento generalizado entre los trabajadores, la ocupación inglesa o ambas. Como resultado, fueron asesinadas 5 personas, entre ellos el administrador británico de las Islas. Sigue vigente la discusión sobre si Rivero fue un simple asesino, un patriota o ambas.

Los isleños

Desde 1833 se instalaron habitantes ingleses en las Islas (llamados Kelpers o isleños). Esta circunstancia abre la discusión entre dos principios que –en el caso específico- se presentan como contradictorios. Por un lado, el argumento inglés de la “Autodeterminación de los Pueblos” (Resolución 2065 de la ONU), es decir, que como “Pueblo” tienen el derecho de diseñar sus formas de gobierno, sin injerencia externa. Esto abre un vendaval de preguntas: ¿son un Pueblo o son habitantes ingleses que fueron “implantados” en otro espacio geográfico por razones estratégicas? ¿Se es Pueblo aún si no se cuenta con autonomía comercial? Como estas, podríamos enunciar miles de preguntas.

Por otro lado, se presenta el argumento argentino de la “Unidad nacional e integridad territorial”, es decir, es una explicación geográfica que se basa en la unidad de la plataforma marina respecto del territorio continental argentino. Este argumento, si bien cuenta con un fuerte respaldo en la Convención de la ONU sobre los Derechos del Mar y la Resolución 1514 de la ONU, no resuelve el problema de la presencia ineludible de los isleños.

Hasta aquí, un cierto relato fáctico recortado. Por supuesto que dejamos por fuera las empresas comerciales que operan como influencias constantes; las “aventuras” de ciertos grupos, como el “Operativo Condor” –en el que unos 18 jóvenes peronistas nacionalistas secuestran un avión, lo dirigen a las Malvinas para izar allí la bandera argentina y cantar el Himno nacional-; la importancia estratégica; los recursos naturales en juego, etc. Este “recorte” no intenta ser neutral sino que obedece a cierto objetivo: conocer los argumentos histórico-jurídicos en los que se lleva adelante la discusión y que suelen permanecer en un segundo plano, a diferencia de aquellos de orden bélico, por demás presentes.

Por último, resulta interesante tomar a las Malvinas como objeto a través del cual vemos la coincidencia de lógicas más amplias: las lógicas del “daño al honor” invocado por los ingleses junto con las lógicas propias de los Estados Nación Modernos de invocación de Derechos, en convivencia con exabruptos bélicos o, por qué no, el uso de la fuerza como obturación de toda argumentación posible. Aún más específicamente, es posible tomar al tema Malvinas como una especie de mirilla diminuta -y por lo tanto injusta para ser concebida como un reflejo automático de la Argentina- por la cual se pueden establecer relaciones y, más que nada, preguntas interesantes que no obtendrán una respuesta correcta y reciente sino, más bien, respuestas impresas con el carácter de la realidad: múltiple y compleja

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