Andén es contradictorio a internet. Afortunadamente no disputan el mismo lugar al mismo tiempo, por lo que Aristóteles admitiría que podemos continuar con nuestras vidas sin que esta contradicción enloquezca nuestra subsistencia. De hecho podemos ver que andén se aloja en internet si visitamos su sitio web, www.andendigital.com.ar. Asimismo, por el otro lado, en esta ocasión encontramos internet en andén, es decir, detenido, cortado transversalmente, manifestándose como aquello que internet no es. Al adentrarnos en la temática, descubrimos un espacio mucho más amplio que el que imaginábamos. Y esto no viene a modo de anécdota, sino que representa un adelanto de lo que el lector encontrará en las páginas subsiguientes.

Internet es un océano, y existe un sinfín de metáforas filosófico-literarias que dan cuenta de esta inmensidad. Podemos oscilar desde el nihilismo nietzscheano hasta el aleph de Borges. Pues ¿qué es internet sino el advenimiento de la nada?, ¿qué contiene la web sino una inmensidad capaz de ser vista desde la pantalla más pequeña? Nos encontramos frente a un tema que ha transformado el hábito de vida de gran parte de la sociedad humana, y aún no hemos llegado ni a mitad de camino.

Internet ha llegado, por fin. Ha invadido nuestros modos de vivir, incluso nuestros procesos de raciocinio. Hace de la dispersión un modo de trabajo, de la fluidez una actitud, de lo efímero una vida completa. Internet ha revolucionado los modos de comunicación. La radio y la televisión, que aún subsisten, ya son alojados en ella. La prensa gráfica atraviesa el mismo camino, muy al pesar de la resistencia de los románticos del papel. Sin embargo, y dése a esta afirmación el lugar que requiere, el cambio en los modos de relación no ha significado, ni por asomo, el cambio en sus jerarquías.

La red es un reflejo de la humanidad. Es un tema tan presente en la agenda política internacional –aunque sin alcanzar el mismo nivel de cinismo– como lo es el cambio climático. Esto se hace evidente si se observa la puja de intereses que lo disputan. Baste recordar a ese efecto la sanción de las leyes de PIPA y SOPA por quienes se hacen llamar los máximos defensores de la libertad en el mundo. Pero este es tan solo un ejemplo, internet replica en todas sus instancias las prácticas a las que los gobiernos nos acostumbran, esa fantástica ecuación que combina el beneficio de pocos y el perjuicio de muchos. Pues se trata de mucho más que repartir notebooks y tirar cables por todos lados, se trata de ver quién produce los contenidos, qué contenidos se consumen y cómo. Quiénes son los sujetos consumidores, cómo se modifican sus hábitos de consumo y sus mismas costumbres. Se trata también de una política del control, o mejor aún, de auto-control: resulta increíble que los mismos usuarios llenen las bases de datos de empresas y gobiernos con sus gustos, sus intereses, su lugar de residencia, su historia de vida, entre otras muchas cosas que acá tan solo se mencionan pero que tendrán lugar y desarrollo a lo largo de esta publicación.

Como puede observarse, este tren se detiene en un tema amplio y complejo. Así también será su reflexión. Y como decíamos en el comienzo de esta editorial, muy al contrario de las prácticas más usuales de la web, este periódico llama a detenerse y reflexionar, a tomarnos el tiempo necesario para rumiar las ideas y dejar que nuestros sentimientos se expresen. Pues no todo es efímero, fluido y continuamente novedoso, por lo menos no todo lo que vale la pena.

Por último, un cliché: muchas veces se dice que esta nueva tecnología generó una posibilidad de intervención hasta ahora inexistente, donde cualquier ser con una máquina y una conexión puede postear lo que se le ocurra y cualquier otro ser con los mismos instrumentos puede acceder a ello desde un lugar recóndito, inimaginable en tiempos anteriores. Pero esto no debe confundirnos, pues muchas veces se toma la posibilidad por cambio, y esta no es más que una arista de una figura geométrica con millones de puntos posibles: ¿o acaso el muro de Facebook, el Twiter o un blog, pueden considerarse la nueva arena política? Y tal vez, en un nivel un poco más reflexivo, deberíamos preguntarnos: ¿hasta qué punto puede pensarse que lo virtual puede modificar lo real?, ¿o acaso sucederá que lo virtual dejará de ser lo virtual para convertirse en la verdadera realidad?

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