Una visión del pasado del país, dolores y esperanzas. Historia plagada de intereses, claridad de algunos y contradicciones de muchos. Un futuro que debemos construir desde este presente.

Resulta interesante, a la hora de pensar qué es lo que estaríamos festejando en estos días, lo que expresa el Frente Darío Santillán, regional oeste, en su sitio web: “Ellos festejan la injusticia, nosotros la resistencia”. Es importante tener visión propia, como ocurre con el 12 de octubre, el 1 de mayo, el 8 de marzo. También se debería tener en cuneta las palabras de Arturo Jauretche, en su Manual de zonceras argentinas sobre la libre navegación de los ríos, quien recuerda cuándo se dio cuenta de que celebrábamos que liberamos a los ríos de nosotros mismos, a favor de las potencias extranjeras.

Si hacemos una breve mirada por nuestra historia, analizando a “los hombres de mayo” nos podemos detener en esta idea: no es posible ser un país libre sin igualdad entre sus habitantes. Esto pensaba Mariano Moreno. ¿Qué habría pasado si las ideas que defendía Moreno hubieran sido el eje de la construcción del país? ¿Habría sido factible? Sin duda la igualdad tiene que ver en forma directa con la libertad. Y si los habitantes no son libres, la libertad del país es tan ficticia como lo es su prosperidad aún cuando los números macroeconómicos muestren grandes logros.

Decía en los comienzos de los 70 Paulo Freire: “El desarrollo de América Latina sólo se dará en la medida en que se solucione su contradicción fundamental o principal, que configura su dependencia. Tal superación se logrará cuando el punto de decisión de su transformación se encuentre dentro de sus sociedades, pero al mismo tiempo fuera de las manos de una elite burguesa superpuesta a las masas oprimidas. Es imposible el desarrollo integral en una sociedad de clases. En este sentido el desarrollo es liberación, por un lado, de la sociedad dependiente como un todo frente al imperialismo, y de otro, de las clases sociales oprimidas en relación con las clases sociales opresoras” (en Las iglesias, la educación y el proceso de liberación humana en la historia).

Al gran pueblo argentino salud… Pero, ¿cuál pueblo? ¿Cuál es el ser nacional?

¿Moreno o Saavedra? Rosas, ¿a quiénes representa? ¿Dorrego o Rivadavia, con su constitución aristocrática y su cipayismo británico? ¿Qué tiene que ver Mitre con mi pensamiento? ¿Es civilización o barbarie la madre de todas las zonceras argentinas, como decía Jauretche? El Gral. Uriburu, presidente de facto, pone preso dos veces al Gral. Mosconi, fundador de YPF, por pensar cosas como ésta: “Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en lugar de reservar tales beneficios para acrecentar el bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera”.

Si pensamos en un proyecto de país, cosa sin duda necesaria para serlo, habría una serie de puntos que podría decirse que son apoyadas por todos los habitantes. Por ejemplo, terminar con el hambre en la Argentina. Pero, a la hora de ir a las medidas que hay que tomar para terminar con la pobreza, vemos que los puntos de vista sobre las causas y las soluciones son muy distintas, es más, se oponen. Y ahí se acabó el “ser argentino”.

Está claro, no hay un solo proyecto de país. Y ahí tenemos temas como el del poder,  la representatividad y la gobernabilidad. El poder para hacer e imponer un proyecto que tenga en cuenta una de las visiones, los intereses de una o de algunas de las partes. Sin tener problemas en dejar en claro a qué intereses se enfrenta. O, haciendo creer, tratando de anestesiar para llevar a cabo un proyecto contra las mayorías, con el apoyo de buena parte de éstas. En nuestra historia está claro que generalmente el poder político o es directamente el mismo poder económico, o es empleado por éste; con lo cual,  a la hora de tomar las decisiones, suelen imponerse las minorías más poderosas económicamente. Y ahí empiezan a presionar con la representatividad y la gobernabilidad.

¿Qué se planteó en Argentina a la hora del “que se vayan todos” del 2001?, ¿quiénes se fueron? ¡Al final terminó en el poder Duhalde! El que perdió las elecciones anteriores cuando la propuesta era terminar con… ¿con qué? Si algo exasperó a una parte de la población fue el corralito y fue Duhalde quien pactó con el FMI que el congreso derogara o al menos modificara la ley de subversión económica. Y se modificó en mayo del 2002, en la recordada sesión donde Alicia Castro llevó irónicamente al estrado la bandera de EEUU, para garantizar lo que en aquellas épocas se llamaba seguridad jurídica y que cada tanto vuelve a escena.

En ese caso significaba la impunidad para los banqueros, pero, siempre se traduce como garantías para robarnos. Después, Puente Pueyrredón, con Maxi y Darío asesinados como consecuencia del consejo que la SIDE le da a Duhalde. Era necesario mostrar mano dura.  Adelanto de elecciones en el 2003 y ¡Menem gana la primera vuelta! Después no se presenta en la segunda. Macri gana en la Ciudad autónoma en la primera vuelta en ese mismo 2003, con Compromiso para el Cambio”. ¡Qué irónico!, ¿cambio o mayor concentración todavía? Sin embargo, pierde en la segunda; pero llegará al poder de la ciudad en el 2007 ya con el PRO ganando la primera y segunda vuelta, en este caso con el 60,9% de los votos.

Y ahora quedamos encerrados en esta actualidad. A esto le llama el gobierno “otro modelo”, pero, ¿qué tan otro es? Por ejemplo, ¿en qué condiciones se van recuperando  empresas privatizadas?

En cuanto al Banco Central, es obvio que Menem no iba a tener a Marcó del Pont, pero, ¿Néstor no puso a Redrado en el 2004? Redrado pasó por Harvard, estuvo con el recordado neoliberal Jeffrey Sachs en Bolivia. ¿No fue Cristina quien le ofreció a Mario Blejer la presidencia del BCRA? Mario Blejer, que ya lo fue durante la etapa de Duhalde cuando era consejero del FMI, es otro con master en Chicago, y que fue asesor del presidente del Bank of England.

¿Qué puede esperarse de un país que no despertó, que es el mismo que tuvo como presidente a un tal Quintana, nombre de avenida oligarca de Buenos Aires, quién fue abogado del Banco de Londres, cuando amenazó con represalias militares británicas a Santa Fe por querer tener su propio banco? ¿Hablamos de la avenida Canning de Buenos Aires? Canning fue ministro de relaciones exteriores británico cuando fueron las invasiones inglesas. Ah, apoyó el movimiento emancipatorio de América del sur. ¿Por qué habrá sido? ¿Festejaba nuestra independencia o la libertad de ellos para meterse en nuestras historias sin España?

Todo esto me lleva directo a los imbéciles que vivaban al secretario de estado yanqui Alexander Haig como esperanza de defensa de nuestros intereses en la guerra de Malvinas.

Así, volviendo al nombre de la avenida, en 1893, presidencia del autonomista Luis Saenz Peña, pasó a llamarse Canning; en mayo de 1974 Perón la hace llamar Scalabrini Ortiz; Videla y sus amigos, defendiendo la Patria contra la subversión antinacional, vuelven a nombrarla Avenida Canning, y el 29 de diciembre de 1985, durante el gobierno de Alfonsín, queda,  ¿definitivamente?, el nombre de Raúl Scalabrini Ortiz, aquel brillante escritor ensayista, historiador, que tanto analizó las relaciones de Argentina con los británicos.

Ni hablar de personajes como Cavallo, presidente del BCRA en la dictadura, quien estatizó la deuda externa privada, fue diputado nacional por el PJ, canciller y ministro de economía de lujo de Menem. Más tarde, como opositor, denunciado a través de afiches por la juventud peronista de capital como funcionario del proceso. Un poco tarde, ¿no? Y después, como salvador de la patria, vuelve al ruedo como ministro de economía de la Alianza, hasta que la reacción de mucha gente lo hizo echar cuando tocaron sus ahorros. Mejor paremos aquí.

Este ensayo pretende clarificar la necesidad de salir de la ignorancia política, promover el debate, llevar a cabo la praxis, con la paciencia necesaria, contra la típica histeria nacional, pero teniendo en cuenta que es urgente■

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