Junto a mi netbook dejé una postal (de esas que uno agarra en los bares) que dice: “Cucinare una cultura”. Y en el reverso aparece el nombre del ristorante italiano. Lejos de instaurar una verdad universal y a des-tiempo, las postales -tal y como señala Derrida- nos hablan de circunstancias, de espacios y de tiempos.

Cucinare una cultura”: hay algo que nos entra por la boca.

Cucinare una cultura: es como decir “alimentar el logos”, alimentar el discurso. Pero la alimentación es en sí misma, también, un discurso. Y como tal, la alimentación dice.

Sabemos que la producción del discurso en la sociedades está controlada y delimitada por diversos procedimientos. Y ello porque el discurso se vincula con el deseo y con el poder.

Tal y como señala Foucault en El orden del discurso,[1] el discurso no sólo se vincula con… sino que es también objeto del deseo:

“El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”.[2]

Foucault describe y analiza dichos procedimientos de control de discurso. Me interesa destacar uno de ellos: el llamado voluntad de verdad que es la voluntad de decir un discurso (pretendidamente) verdadero. Este tipo de procedimiento de control y delimitación del discurso es reforzado por una base institucional, que comprende prácticas como la pedagogía, el sistema de libros, las sociedades de sabios de antaño y los laboratorios actuales; prácticas que acompañan y refuerzan procedimientos de exclusión de discursos.

El discurso-alimento. O el alimento como discurso de, por ejemplo, grandes corporaciones, como Monsanto y sus herbicidas del tipo Roundup, que contiene glifosato como su principio activo. El glifosato es un herbicida de amplio espectro que se usa en la agricultura en todo el mundo. Asociados de manera inseparable a este herbicida, que forman parte de un paquete tecnológico, se encuentran los desarrollos tecnológicos de plantas y semillas transgénicas, modificadas genéticamente haciéndolas resistentes al glifosato.

Gilles-Eric Seralini, especialista en biología molecular, ha investigado durante 25 años los efectos de estos herbicidas como el Roundup. Ha demostrado sus efectos letales en células humanas de embriones, placenta y cordón umbilical. Según el trabajo de este investigador, dosis de glifosato muy por debajo de las utilizadas en campos de soja provocan la muerte celular:

“estimula la muerte de las células de embriones humanos (…) malformaciones, abortos, problemas hormonales, genitales o de reproducción, además de distintos cánceres”.[3]
 Pero además, Seralini advierte y alerta los efectos sanitarios no ya de los agrotóxicos, sino de los alimentos transgénicos y sus derivados. En efecto, del maíz transgénico (también tratado con Roundup) se alimentan los animales que luego come la población. El glifosato es el principal contaminante de los OGM (organismos genéticamente modificados), como la soja y el maíz transgénico. Este herbicida non sancto contamina toda la cadena trófica: aguas, suelos, plantas, animales, hombre…

Pero de esto, ni Monsanto ni ninguna de los laboratorios y corporaciones de agronegocios dice nada. La voluntad de verdad de Monsanto, por ejemplo, es clara: sus prácticas de control del discurso van desde publicidades engañosas, la falta de estudios públicos y desacreditaciones de reconocidos y prestigiosos científicos e investigadores; como algunos de sus procedimientos.

Pero hay un otro espacio que Foucault denomina una “exterioridad salvaje” en donde siempre puede decirse la verdad aunque no se esté en la verdad. Sólo se está en la verdad “obedeciendo a las reglas de una policía discursiva”.[4] En la verdad del discurso de Monsanto, en su voluntad de verdad, nada de lo anterior ocurre.

Pero hay una exterioridad, un otro lado del límite del discurso impuesto por la voluntad de verdad. En esa exterioridad habitan investigadores como Seralini, el Dr. Andrés Carrasco y otros. Ellos proponen un discurso científico que dice, que denuncia, que demuestra, que cuantifica, que mide, que experimenta, que encuentra el número de la voluntad de verdad del discurso.

Se suman otras exterioridades salvajes: la del arte como metáfora, como discurso que desplaza sentidos, como contra-espacio, como utopía situada, emplazada en un lugar real fuera de todos los lugares. Una heterotopía y una denuncia.

P.C.B. Peces Comiendo Barro[5], obra de Damián Luciani, que tendrá dedicado una de las muestras en la Biblioteca de la Sociedad Científica Argentina, en 2012-2013. El discurso de los agrotóxicos, el agrotóxico del discurso, el discurso agro del tóxico, el tóxico discurso neoagro, de los alimentos transgénicos, del glifosato, de los bifenilos policlorados (PolyChlorinated Biphenyls) es enunciado en P.C.B. Peces Comiendo Barro.

El glifosato y sus productos de degradación están en las lluvias, en las napas, arroyos y ríos, en el agua de todos los organismos (vivos y muertos), poniendo en riesgo el recurso de agua, vida acuática. GOTAS. He aquí a la cadena trófica toda. PolyChlorinated Biphenyls nos entra por la boca: discurso que nos comemos, alimento que nos ofrece Monsanto, farmacéuticas y otras compañias.[6]

No tragar-nos: ni tragar discurso-veneno ni tragar-nos a nosotros mismos. Nos vamos comiendo, consumiendo, porque es nuestra propia carne, nuestro propio cuerpo el suelo y el alimento de las grandes voluntades de verdad como Monsanto.[7]

Somos alimento y alimentados. “Todos tenemos que comer el mundo del cual somos parte para finalmente ser devorados”.[8] Tal es el principio de todo ser orgánico. Es un mutuo dar y tomar el vínculo con la Madre Tierra. Tragar-nos no es alimentarnos.

La obra Peces Comiendo Barro muestra fragmentos de discursos. Más bien, sus rupturas. Sus fisuras. Sus límites completamente desdibujados como pórticos a la exterioridad. P.C.B está hecho de textos rotos, dispersos, abiertos, lascerados, arrancados, des-hojados. La obra dialoga con la voluntad de verdad: la enfrenta desde esa exterioridad o heterotopía.

Recortes de discursos. Recortes de interpretaciones de la interpretación del recorte. Libros cortados y/o amputación del discurso amputado. Amputación de la definición de interpretación del interpretado. Ablación de la palabra en recorte amputado de la interpretación. El barro de la palabra. La tercer margen del río de Caetano Veloso. La palabra en discurso, el relato del relato del relato. Teléfono descompuesto… -«Hola, Sr presidente…», decía TATO…
…Recortados, cortados, amputados los discursos del recorte.
Y nosotros pobres pescaditos comiendo de ese barro.”[9]

Cucinare una cultura, decía al comienzo de este texto. Y decía también que el alimento es también un discurso.

P.C.B. o Peces Comiendo Barro es alimento.

 [1] “Psychrolutes marcidus» P.C.B. (Pez Gota), libros cortados, collage. 22 x 24 x 19 cm, Damián Luciani, 2012.

Quizás sean estos peces de Peces Comiendo Barro aquellos que no mueren por la boca. Estos peces, en su presente continuo, van alimentándose del barro de los discursos que rompen, que quiebran. Comen la fisura, son la fisura: nadan en ella. Y nos recuerdan el principio orgánico: “ahora me comes tú a mí, ahora te como yo a ti”; el constante dinamismo de los paisajes en transformación permanente; el movimiento vegetal y animal que produce alimentos y abono.

-Materiales de fin de año, materiales de fin de modelo, materiales del fin del mundo, materiales del fin de la humanidad, materiales de comienzo de año, materiales del comienzo del mundo, materiales del comienzo de la humanidad, materiales en constante proceso de vida…”.[10]


[1]Foucault, M., El orden del discurso, editorial Tusquets, trad. Alberto González Troyano, Bs. As., 2012.

[2] Foucault, M., op.cit., p.15.

[4] Foucault, M., op. cit., p. 38

[5] P.C.B o Peces Comiendo Barro se expondrá en la Biblioteca de la Sociedad Científica Argentina.

[6] Recordemos que empresas como Monsanto, Dow Chemical fueron las compañías químicas que durante la Guerra de Vietnam suministraron el Agente Naranja. El agente naranja es una mezcla de dos herbicidas: “Fue usado como defoliante por el ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam. Ambos constituyentes del Agente Naranja tuvieron uso en la agricultura, principalmente el 2,4-D vendido actualmente en productos como el navigate.” Fuente: Wikipedia.

[7] Ver Córdoba. Ituzaingó anexo. Un cóctel de contaminantes y enfermedades. Fuente: http://www.funam.org.ar/coctel.htm

[8] ECO-Agro, Agricultura Orgánica, ed. Planeta Tierra, Bs. As., 1992. p. 279.

[9] Fuente: Peces Comiendo Barro de Damián Luciani (página de facebook).

[10] Fuente: Peces Comiendo Barro de Damián Luciani (página de facebook).

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