¿Hay en nuestro país algo capaz de relacionarse al mismo tiempo con el poder y con la utopía? Sí, el peronismo. Museo Ezeiza es una obra teatral dirigida por Pompeyo Audivert que parece tenerlo en cuenta: revisa la Masacre de Ezeiza, ese día de 1973 que Perón volvió al país, y la derecha del movimiento mató a 13 militantes.

«Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista»

20 de junio de 1973. Perón vuelve a la Argentina luego de 18 años de exilio. En los bosques de Ezeiza, lo esperan unas dos millones de personas. El lugar está custodiado por el coronel Jorge Manuel Osinde. Osinde tiene la orden de evitar el acercamiento de la izquierda peronista. Las columnas de la FAR y de Montoneros quieren entrar. Los militantes son asesinados a tiros desde el palco. Hay 13 muertos y 365 heridos. Hacía un mes había asumido Cámpora. Menos de tres años después se llevó a cabo el golpe de estado.

La masacre de Ezeiza significa, para muchos, el cierre de una etapa y el comienzo de otra. Ella precipita la ascensión del lopezreguismo, el surgimiento de la Triple A y genera una escalada de violencia inaudita que termina concretándose en marzo de 1976. Pero si bien la dictadura es el período más oscuro de la historia argentina del siglo xx, por suerte se ha vuelto sobre ella muchas veces, desde diversos enfoques, disciplinas y ramas del arte, intentando hacer justicia y re-pensarla para que nunca más pueda repetirse. Sin embargo sobre la Masacre de Ezeiza no se volvió tanto, siendo lo clave que es para la historia posterior. La obra de Pompeyo Audivert la retoma y lo hace de una forma muy original.

Y sin embargo…

Todo es mucho más complejo. El peronismo y esta obra: el sentido de esta no viene dado, sino que debe ser descubierto. ¿Por qué? Porque Museo Ezeiza es una performance, una instalación teatral, un amplio galpón donde los actores se hallan distribuidos sobre mesas y es el espectador el que se mueve y elije dónde hacer foco. Debemos transitar el espacio para recuperar lo que dicen los actores, que actúan en simultáneo, y el sentido que armamos es resultado de los fragmentos yuxtapuestos que juntamos. Además de esto, la obra se presenta en el Centro Cultural Haroldo Conti, donde era la ESMA y que hoy funciona también como museo (de la Memoria). De esta forma, la puesta de Audivert tiene múltiples conexiones; nos pone como espectadores en un lugar activo, incitando a ver cómo se ve en el museo, a pasearse por el espacio, a detenerse, a elegir, pero también pone en entredicho la calidad de estas instituciones como conservadoras de la Memoria.

La obra se plantea como un museo que recrea la masacre “exhibiendo” objetos que quedaron luego de la huida y que son representados por actores –“Soy el largavistas de Juan Ramírez”, dice uno–. Sin embargo, a poco de estar ahí, se nos confiesa algo: ciertos militantes se infiltraron en los objetos para dar una versión distinta a la impuesta y para tomar el museo y convertirlo en un Hotel de Inmigrantes. Como sostiene el director: “Los objetos se revelan a ser usados como coartada de una interpretación histórica institucional museológica, siempre vinculada al poder. Los cuerpos que se infiltran en ellos son lo subversivo, lo inasible, la sangre viva del hecho, lo indomesticable. La instalación finalmente es eso: una superficie de inscripción de la ruptura poetizante que sobre el suceso histórico tienen los actores en su situación teatral, en contacto con el público a través de un enmascaramiento en el objeto”.[1]

La relación de esta instalación con la Historia entonces es así, indirecta. Los textos de los personajes no buscan ser el relato del hecho, sino que son más bien evocativos, hacen uso de un lenguaje altamente poético que escapa a la crónica de los acontecimientos y encarna los sueños y las utopías de esas generaciones del 60 y del 70, subversivas e indomesticables. Los actores se dividen entre aquellos que representan a objetos-militantes, y aquellos que son parapoliciales, estos últimos circulando por el espacio, interrogando a los objetos constantemente en búsqueda de algún izquierdista infiltrado.

Traición o destino

Una de las cosas más interesantes de Museo Ezeiza es que se llama a Perón Edipo y se dice que fue víctima de un brujo (alusión a López Rega, apodado así). Edipo Rey, la tragedia griega, se inicia con la catástrofe de una plaga, cuya causa se desconoce, en Tebas. El desconocimiento permanece hasta que se descubre la verdad: Edipo en realidad es hijo de su esposa y del anterior rey Layo, al que asesinó por error. Todo esto él no lo sabía, claro. Sus padres conocían esta verdad porque, al nacer el niño, el oráculo había augurado este desenlace. Con miedo por el cumplimiento de la profecía, sus padres decidieron matar a su hijo (que obviamente nunca murió). Más allá de la historia concreta, la enseñanza es que no se puede escapar del destino; por “no haber visto”, Edipo terminó sacándose los ojos. Ahora, ¿Perón no vio ni supo que estaba traicionando (y concretamente, asesinando) a sus militantes de izquierda? ¿Su deslealtad fue algo inevitable y que en cierta medida lo excedía, la marca de un destino, la víctima de un brujo que lo engañó? ¿O fue una traición limpia y llana, la consecuencia de una ideología, de un Perón realmente de derecha que los últimos años se había exiliado en la España franquista? La obra deja ese interrogante. Es más, parece no interesarle dar una respuesta.

Lo atractivo de la obra-instalación, entonces, es que no da una versión del hecho: el lenguaje poético y fragmentario, la simultaneidad de las actuaciones y el espectador circulando, así como el uso de metáforas como la de Edipo, hacen que sea imposible establecer una única versión histórica. El interés no es la fidelidad al acontecimiento, sino envolvernos en la energía colectiva del espectáculo. Este tipo de teatro rompe con la tradición en la cual el espectador ve una apariencia ignorándola y permanece inmóvil en su sitio; en Museo Ezeiza toda la mecánica está a la vista y eso es lo bueno. Imposible arrancarse los ojos

 Dónde verla: Centro Cultural Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151). Primer sábado de cada mes a las 21h Próxima 7/9. A la gorra. http://museoezeiza.blogspot.com.ar/ museoezeiza@gmail.com


[1]  Citado de Tiempo Argentino. Méndez, Mercedes, (2010, Dic. 02) “Perón, su regreso y la muerte como si fuera una exposición de museo”

Entrada anterior En la Argentina, esta es mi utopía – Andén 75
Entrada siguiente El fin de la política, el comienzo de la utopía – Andén 75

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *