Existe todo un universo de historias de amor o sexo entre hombres, producidas por autoras mujeres y consumidas principalmente también por mujeres. El yaoi y el material gay tienen muchos puntos en común y muchas coincidencias, pero también diferencias fundamentales. El yaoi es además, un buen indicador de las transformaciones sociales.  El Yaoi abre cabezas, corazones y otras cosas…

¿Qué es?
La palabra “YAOI” la tomamos prestada del japonés, aunque es un fenómeno universal, en Japón tienen un nombre para todo. Es una contracción de la frase “Yama nashi, ochi nashi, imi nashi”, que significa algo así como: “sin sentido, sin clímax, sin desenlace”, hace referencia a las primeras historias yaoi que se publicaron en forma de historieta (manga) en Japón, alrededor de 1970, y eran parodias cortas en las que personajes conocidos mantenían relaciones o romances homosexuales. En aquellos tiempos, no se hacía explícita la relación sexual porque hubiera sido un escándalo. Pronto las autoras comenzaron a crear personajes propios y a producir historias originales, y estas sí que tenían sentido, desenlace y clímax. Uff…, vaya que sí.

Actualmente, se produce yaoi en cada recóndito lugar del mundo y podemos encontrar desde historias con tramas sumamente complejas y ricas en detalles y poesía, a otras muy sencillas que sirven solamente como excusa para mostrar hombres hermosos en situaciones eróticas entre sí. El “voltaje” de las historias también es muy variado, desde las muy tiernas, en las que el romance es solamente insinuado (yaoi “tutti frutti”, suave), hasta otras completamente explícitas, eróticas o pornográficas (yaoi Lemon, hard yaoi). Las temáticas que se tocan son tan variadas como las autoras, existe yaoi romántico, de terror, de ciencia ficción, tragedia, acción, policial, etc… Conjugan características y clichés propios de cada género con otros que son propios del yaoi. El yaoi lo pueden encontrar en formato historieta, literatura, audio (cd, dramas), videojuegos, incluso cinematográfico.

¿Quién consume yaoi?
¿A quién puede interesarle ver a dos (o más) hombres dándose (amor)?, a un montón de chicas. Si bien no hay estadísticas formales, basta ver la cantidad de seguidoras de páginas, foros especializados y series de temática yaoi que existen en internet para sospechar que las Yaoistas (latinismo para “consumidoras de yaoi”), no somos minoría. También hay hombres (gay o no) que disfrutan del yaoi y sobre todo estos últimos se animan cada vez más a decirlo y a buscar material abiertamente.

¿Pero el yaoi son historias  gay, entonces? No
El yaoi y el material gay tienen muchos puntos en común y muchas coincidencias, pero también diferencias fundamentales:

El principal objetivo es el disfrute. El yaoi puede plantear problemáticas sociales, pero secundariamente a los fines del disfrute. En el material gay suele ocurrir lo inverso.

El yaoi es producido principalmente por mujeres y, por lo tanto, refleja las problemáticas de las mujeres en la sociedad, como: el temor a la violación, el acoso constante, la violencia dentro de la pareja, los tabúes de la virginidad y la promiscuidad, temores relacionados con el embarazo y la maternidad, con la capacidad de decidir acerca de nuestros cuerpos en estas circunstancias (estas últimas problemáticas, así como la subordinación social de un género con respecto al otro, se retratan y problematizan fuertemente en la rama del yaoi conocida como “Omegaverse”, donde los hombres pueden quedar embarazados). Como he mencionado en el párrafo anterior, la crítica social o la problematización de estos temas no son el objetivo principal de las historias yaoi, pero aparecen insistentemente, quizás como indicio de cuáles son las situaciones que más ocupan el pensamiento de lectoras y autoras.

En la historieta o literatura gay, encontraremos personajes que son reflejo del hombre gay normal, real. En el yaoi los hombres son bellos… O, por lo menos, disfrutables. En los inicios de la difusión global del yaoi, era común encontrar personajes muy feminizados o andróginos (en algunas historietas, era difícil distinguir si el personaje era hombre o mujer) y fuertemente estereotipados: el “seme” era siempre sexualmente activo, era más alto que el resto y encajaba con todos los roles sociales prescriptos para la masculinidad. En cambio el “uke” era el pasivo (tanto social como sexualmente) y solía encarnar el rol que la sociedad consideraba femenino. Con el correr del tiempo y acompañando al avance de los feminismos y la deconstrucción de los roles sociales de género, sumado al mayor acceso de las mujeres a la educación y a la información, los estereotipos de personajes se van flexibilizando. Aparece la pareja versátil, donde los personajes no son solo pasivos o activos, se desdibujan las características femeninas/ masculinas, se nota un mayor conocimiento de las autoras sobre la anatomía y fisiología del cuerpo del hombre, aparecen personajes variados (con vello corporal, o que no son extremadamente bellos y perfectos, como eran los de la primera época), va quedando atrás la androginia. También comienzan a ser relevantes los personajes femeninos, que antes eran omitidos o aparecían denigrados o ignorados. Actualmente se proponen personajes femeninos interesantes e importantes para la trama, que en ningún momento ocupan el lugar de objeto sexual, y es privilegio del hombre en el yaoi. O sea: en un yaoi es muy difícil que encuentres mujeres maltratadas, violadas, desnudas porque sí, o humilladas.  

¿Cómo está cambiando el yaoi al mundo?
No diría que el yaoi está cambiando a la sociedad, pero sí que es un buen indicador de las transformaciones sociales. En 2009, comenzamos a publicar un fanzine yaoi en San Salvador de Jujuy. Al comienzo, teníamos que venderlo a escondidas, las chicas se acercaban a mirarlos debajo de una mesa, porque les daba vergüenza, porque sentían que estaba mal, algunas incluso se indignaban porque estábamos exponiendo yaoi “a cielo abierto”(eso nos pasó en Salta). En nuestra cultura, está naturalizado que a los hombres les guste el erotismo lésbico, no tanto lo inverso, o sea, que a una mujer le guste (mucho, mucho, mucho… MUCHO), ver a unos cuantos muchachos franeleando entre ellos como gatos, o directamente dándose duro (contra el muro). En Tucumán, vinieron de la organización de un evento a pedirnos que “no vayamos a estar exhibiendo hombres desnudos”, cuando estábamos rodeadas de póster con mujeres desnudas en los otros estand, pero eso no escandalizaba a nadie, aparentemente. En 2016, Feria del Libro de Jujuy, evento bien elegante: un tropel de chicas de secundaria ve nuestro cartel desde la entrada y viene gritando como un ejército bárbaro: “¡yaoi, yaoi!”, sin ningún problema ni vergüenza. Las cosas están cambiando.

Creo que hoy se puede hablar mucho más de erotismo por sí mismo, de disfrutarlo y de ejercer la sexualidad como mero goce, escindida de lo reproductivo e incluso de la relación de pareja, porque hablar de yaoi habilita a hablar de masturbación (femenina), aunque haya quienes juran que “solo ven yaoi por la trama”, y quienes consideran que “no es de señorita, excitarse”. El yaoi propicia además, gracias a internet, el encuentro entre mujeres de diferentes edades y procedencias y el intercambio de saberes. En los grupos de yaoi se habla de todo. El disparador suele ser alguna historia o pareja que estamos siguiendo, su manera de tener relaciones y cómo nos sentimos acerca de eso, a partir de ahí comienza un intercambio de conocimientos, opiniones y experiencias que nos lleva a hacernos un montón de preguntas y a cuestionar muchos estereotipos y aprendizajes de la infancia. Conocemos a otra a la que le gusta el mismo fetiche que a nosotras y ya no nos sentimos tan raras, conocemos a otra que ha leído un montón sobre el tema y nos explica por qué nos gusta, y conocemos a otra a la que también le late fuerte el corazón cada vez que tal y cual se están por besar y que ha llorado con la misma escena que nosotras, y entonces reconocemos en la otra a una hermana, a una compañera, a una igual, y esto cambia para siempre la manera que tenemos de relacionarnos con otras mujeres y de percibirlas. Nos sentimos apoyadas y nos sentimos parte de algo. Una vieja frase yaoista dice: “Lo único que necesito para quererte, es saber que también te gusta el yaoi, amiga”.

El yaoi abre la cabeza y el corazón (y dicen, las mal pensadas, que también el culo).

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