Hemos llegado a la onceava y última tesis del libro de Jacques Rancière al cual nos hemos dedicado casi un año entero. Y, si bien queda tan solo una tesis, utilizaremos ésta y una próxima publicación para dar fin a este ciclo de reflexiones político-filosóficas.
Para la nota final, intentaremos realizar una reflexión sobre el proyecto general de estas proposiciones y sobre la forma en que podemos trabajar la articulación entre periodismo, filosofía y política, en el marco de un programa de producción social del conocimiento. En cambio, para esta nota, nos focalizaremos en la obra de Rancière y en su última tesis.
Esbocemos un breve y necesario resumen a través de algunas de las tesis centrales analizadas a lo largo de estas notas:
-La política no es el ejercicio del poder. Debe ser definida por sí misma, como una modalidad específica de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto. -Es la relación política la que hace posible concebir al sujeto político, no a la inversa.
-Lo peculiar de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en opuestos.
-La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé, dado que no presupone simplemente la ruptura de la distribución “normal” de las posiciones entre quien ejercita el poder y quien lo sufre, sino también una ruptura en la idea de las disposiciones que hacen a las personas “adecuadas” a estas posiciones.
-La democracia no es un régimen político. Es una ruptura de la lógica del arkhé, en otras palabras, la anticipación de la regla en la disposición por él. La democracia es el régimen de la política en tanto forma de relación que define a un sujeto específico.
-El pueblo, que es el sujeto de la democracia y por lo tanto el sujeto matricial de la política, no es el conjunto de los miembros de la comunidad ni la clase obrera ni la población. Es la parte suplementaria en relación a cualquiera de las partes contables de la población que hace posible identificar la cuenta de los incontadoscon la totalidad de la comunidad.
-La política sucede siempre como un accidente recurrente en la historia de las formas de la dominación. El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.
-La política es específicamente antagónica a lo policial. Lo policial es una distribución de lo visible, cuyo principio es la ausenciadel vacío y el suplemento.
-La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio, lograr que el mundo de sus sujetos y sus operaciones resulten visibles. La esencia de la política es la manifestación del disenso, en tanto presencia de dos mundos en uno.
-La característica fundamental de la filosofía políticaconsiste tanto en anclar la acción política en una modalidad específica del ser como en ocultar el litigio que es constitutivo de la política.
Habíamos finalizado este recorrido con dos ideas fuertes e importantes: por un lado, la idea de que la política, a través del disenso, pone la presencia de dos mundos en uno; y, por el otro, la idea de que la filosofía procura un “borramiento” de la política, al intentar ponerla bajo la ley del arkhé.
De esta manera, para Rancière, la posibilidad de pensar la política como ruptura, como práctica específica de un sujeto, como condición de la democracia, y esta como forma de vida, implica un análisis, una critica filosófico-política, de las operaciones a través de las cuales, en la actualidad, la política es “borrada”, dominada, encarcelada, invisibilizada, imposibilitada y clausurada por una lógica del principio, del arkhé, del fundamento, de la ausencia de título, de la división de la comunidad, del consenso del marcado y la ley. En cuestión, una crítica del control de un orden policial que administra los espacios, los tiempos, los cuerpos y las voces.
El consenso, ¿pilar o puñal de la política?
La onceava tesis profundiza y agudiza esta última idea, llevando la crítica rancierana a un punto nodal en la construcción contemporánea de todas las formas políticas vigentes, me refiero, ni más ni menos, que a la idea de Consenso.
Esta tesis enuncia:
El “fin de la política” y el “retorno de la política” son dos maneras complementarias de cancelar la política a través de una relación simple entre el estado de lo social y el estado de los aparatos estatales. “Consenso” es el nombre vulgar de esta cancelación
En este punto, la ruptura con la teoría política clásica y contemporánea, pero también con el mas rayano sentido común, es irreversible; para Rancière:
“La esencia del consenso no es la discusión pacífica y el acuerdo razonable opuesto al conflicto y a la violencia. La esencia del consenso es la anulación del disenso como diferencia de lo sensible en sí mismo, la anulación de los sujetos sobrantes, la reducción del pueblo a la suma de las partes del cuerpo social, y de la comunidad política a las relaciones de intereses y de aspiraciones de estas diferentes partes”.
La confrontación es innegociable. Si sostenemos que la “esencia de la política reside en los modos de subjetivación disensuales que manifiestan la diferencia de la sociedad en sí misma”, entonces el consenso es la definitiva reducción de la política a la policía. Si sostenemos que la política es la creación de un espacio de visibilidad, el consenso es su cancelación. Si lo propio de la política es el litigio, el consenso es el acuerdo que imposibilita la política.
Esta práctica del consenso, no queda en las formulas teóricas, por el contrario encuentra formas históricas actuales en la más perfecta de sus versiones. Por citar un ejemplo, en el 2003, el mismo Rancière escribe un artículo en la revista francesa Ligne, a propósito de la “guerra” de Estados Unidos a Irak. Allí sostiene: “La guerra como forma suprema del consenso plutocrático avanzado”[2], afirma que: “la gestión de la inseguridad es el modo de funcionamiento adecuado de nuestras sociedades de Estados consensúales”. Es decir, el Estado capitalista avanzado no es el del consenso automático entre la negociación cotidiana de los placeres y la negociación colectiva del poder y sus redistribuciones, tampoco el de la despasionalización del conflicto o la desinversión de los valores; cuando, en el Estado capitalista avanzado, lo que prima es el reino de la mercancía sin límites, “la forma de consenso óptima es la que está cimentada por el miedo de una sociedad agrupada en torno al Estado guerrero”. Cuando el Estado “moderno” es relevado de sus funciones de intervención social y da rienda suelta solamente a la ley del capital, el consenso muestra su cara más limpia. El Estado consensual, en su forma acabada, no es el estado administrador, es el Estado reducido a la pureza de su esencia, es el Estado policial. La conclusión que sigue, es contundente:
“el sentido común que apoya este Estado y que administra en su propio beneficio es la comunidad del miedo […] el Estado más avanzado no es el del Estado-árbitro de los intereses sociales, sino el del estado administrador de la inseguridad”.
Sin entrar en detalles, con todas las diferencias y particularidades imaginables, esta forma del Consenso puede ser fácilmente localizada y analizada en la actual conformación de las lógicas políticas en muchos de los Estados, gobiernos y partidos, liberales conservadores de Latinoamérica, que insisten en las doctrinas de la seguridad, en las comunidades del miedo y en los consensos del capital con el reino de la mercancía.
La política, como puñal del capitalismo.
Para los que compartimos, a grandes rasgos, esta caracterización de buena parte del funcionamiento de los actuales estados y economías mundiales, donde lo que prima por excelencia son las formas de dominación y control (las detalladamente analizadas en El odio a la democracia y El desacuerdo), los aportes de Jacques Rancière para pensar la democracia, la política, la filosofía y los sujetos se presentan de una riqueza y una fertilidad enorme y con mucho por aportar todavía. Esta riqueza puede provenir tanto de su capacidad para comprender, describir y descifrar las configuraciones políticas, culturales, económicas e históricas de nuestras actuales sociedades como de sus propuestas de otras formas posibles de ser de la política, de otros posibles modos de ser de la democracia como formas de vida. En esta línea, podríamos cerrar estas notas, recordando que cada una de sus intenciones ha sido, justamente, la de abrir las posibilidades del pensamiento y de la imaginación, en la búsqueda de afrontar aquello que nos es inevitable en la actualidad de las necesidades globales. Me refiero a la construcción de una perspectiva política capaz de enfrentar la crisis democrática, económica, social, cultural e histórica, en la cual nos sitúa el capitalismo y que profundiza el consumismo, como modo de ser cultural, y el neoliberalismo, como forma de gobierno.
Frente a ellos, valga esta última apuesta rancierana, que, como hemos remarcado siempre, no provee soluciones ni recetas mágicas, apunta más bien a las condiciones que, como sujetos políticos, debemos poner en práctica, realizar y llevar a la lucha diaria:
-“La política solo existe por la acción de sujetos colectivos, pero la propia consistencia de los mundos alternativos que estos construyen depende de la batalla incesante de las interpretaciones –estatales, mediáticas, científicas y otras– que se apropian de ellos”.
-“El futuro de la emancipación sólo puede consistir en el desarrollo autónomo de la esfera de lo común creada por la libre asociación de los hombres y las mujeres que ponen en acción el principio de lo igualitario”■