Nuestra última rancierana se caracterizó por un gesto anti-rancierano: el de someter el análisis conceptual sobre la política a la valoración de una serie de manifestaciones y formas de ser de lo político, fuertemente identificables en nuestra actualidad sociopolítica y cultural. Aquellas que se daban a través de la construcción mediática del asco y de una crítica de la democracia a partir de una exigencia de purificación moral de la sociedad. Nada más alejado de los sentidos y matices a partir de los cuales hemos pensado el problema de la democracia, la política, sus sujetos y modos de ser a lo largo de estas notas. Por ello, y promediando el incipiente final de las Once Tesis sobre la Política de Jacques Rancière, invertiremos el gesto en 180 grados. ¿Cómo? Girando la discusión desde la política hacia la Filosofía Política.

 

I Política y Disenso

Este gesto no es caprichoso; las dos últimas tesis de Rancière apuntan directamente a esta cuestión. Pero antes de avanzar sobre estas, retomemos el hilo a partir de la novena tesis, que sentenciaba:

“La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio. Es hacer ver el mundo de sus sujetos y de sus operaciones. La esencia de la política es la manifestación del disenso como presencia de dos mundos en uno solo”.

La esencia de la política es el disenso, que no debe confundirse con la confrontación de intereses o de opiniones. Disenso es la manifestación de una diferencia de lo sensible en sí mismo. La manifestación política hace ver esto que no tenía razón de ser visto, coloca un mundo en otro, por ejemplo, el mundo donde la fábrica es un lugar público en aquél donde es un lugar privado, el mundo donde los trabajadores hablan y hablan de la comunidad, en aquél donde ellos gritan para expresar su solo dolor.

A través de este nuevo elemento –el disenso–, seguimos problematizando la ruptura de la lógica del arkhe que define quién manda, la política como constitución de un espacio, la política como forma específica de un litigio, etcétera. Pero remarcando en este caso que la política en esta forma del disenso no pone simplemente en relación dos tipos de sujetos, sino la presencia de dos mundos en uno. En palabras de Rancière:

“La argumentación política es al mismo tiempo la manifestación del mundo donde ella es un argumento, proferida por un sujeto calificado para ello, sobre un objeto identificado, a un destinatario que es capaz de ver el objeto y entender el argumento que no tiene normalmente razón de ver ni de entender”.

La manifestación política es, entonces, la construcción de un mundo paradojal que pone juntos los mundos separados. La manifestación es política porque su forma es de enfrentamiento entre dos partes de lo sensible.

75_fontenla1II Política y Filosofía

Dijimos al comienzo que en esta rancierana realizaríamos un gesto, un giro hacia la filosofía política. ¿Cómo se relaciona entonces esta construcción de lo político como mundo paradojal con la filosofía política? Aquí ingresa nuestra décima tesis: lo propio de la filosofía política es borrar el litigio constitutivo de la política. Es en la descripción misma del mundo de la política que la filosofía efectúa este borramiento[1] .

Esta tesis encierra una de las hipótesis centrales, no ya de este libro que venimos comentando, sino de la obra de Rancière, y por ello mismo es de una extrema complejidad. A contrapelo de una larguísima y clásica tradición que incluye desde los antiguos Platón y Aristóteles a los modernos y contemporáneos, para Rancière la Filosofía Política es una forma de borramiento de la política.

Que lo propio de la política sea el hecho de ser un sujeto que “manda” por el hecho mismo de no tener título para mandar, que el principio del comienzo/mando sea para ella irremediablemente dividido y que la comunidad política sea propiamente una comunidad de litigio, tal es el secreto de la política inicialmente descubierto por la filosofía, y que la filosofía siempre ha intentado borrar-esconder.

Bajo el término anodino de “filosofía política”, se oculta el choque violento de la filosofía con la excepción filosófica a la ley del arkhe y el esfuerzo de la filosofía para reubicar la política bajo esta ley. De allí que el intento de Rancière sea reubicar la política, fuera de la ley del arkhe, como ruptura de la ley del arkhe y por ello, como distribución de las partes de la comunidad, de lo sensible, principalmente, de la parte de los sin parte.

La intención de borramiento de la “filosofía política” es de doble alcance. Por un lado, Platón funda una comunidad que es la realización de un principio no divisible, una comunidad estrictamente definida como cuerpo común con sus lugares y funciones y con sus formas de interiorización de lo común, es decir, una ciudad ideal. Pero a su vez, Platón inventa también un modo de descripción concreto de la producción de las formas políticas. Inventa las formas mismas de la recusación de la “ciudad ideal”.

La filosofía política, parece decirnos Rancière, imposibilita pensar la política.

III Política y Utopía

El tema de este Andén es la utopía, uno de los núcleos centrales del pensamiento político y del filosófico. ¿Cómo se conectan filosofía, política y utopía?

A lo largo de las Once tesis sobre política, Rancière escribe preocupado por la comprensión filosófica de la política que circula en nuestra época, por un supuesto “retorno de la política” mentado por intelectuales, gobernantes, militantes, periodistas, entre muchos otros. Pero, si nuestras tesis son correctas, tanto la filosofía como la democracia están clausurando la política. ¿Cómo reabrir entonces la política, como romper esta clausura? Una forma sería pensando la relación utopía y política. Hemos dicho: la política a través del disenso pone la presencia de dos mundos en uno; ¿no es acaso el leitmotiv utópico de nuestra época el “Otros mundos son posibles” o “Por un Mundo donde quepan otros mundos”?

Para finalizar, como en tantas otras notas hemos dicho, no hay aquí respuestas, no hay una “fórmula” para crear esos otros mundos, tampoco la receta para “transformar la política”; lo que sí hay es la convicción de que ya no podemos sostener más la división entre la praxis y la teoría, entre la acción y el pensamiento, entre la filosofía y la política; y justamente por ello es que este ejercicio rancierano de reflexión a través de las once tesis no muere en el papel. Muy por el contrario, se prolonga directamente con aquellas otras reflexiones, prácticas, políticas y formas de ser, que andan en busca de los otros utópicos mundos posibles


 [1] Obviamente no existe este término como sustantivo, pero entiendo que está escrito adrede y creo que debemos permitirlo, ¿no?

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