En esta oportunidad y con el tema “cuerpo” como eje, Andén encuentra en una de sus paradas a Lautaro Posadas, Natalia Pusineri y Gabriela Tejeiro, integrantes de la asociación civil ABC LO CURA quienes, gracias a su trabajo en el Hospital Borda, nos dan un panorama de cómo y en qué medida las personas que padecen enfermedades mentales pueden reinsertar-se en la sociedad, ponerle el cuerpo a un quehacer activo para mejorar su calidad de vida, hacerse cargo de sus conductas y hacer responsable de forma coextensiva a la sociedad y a las instituciones de la locura latente en todo el conglomerado social.
ANDÉN: ¿Qué es el servicio 74 y cuál es el rol de abc locura en ese servicio?
ABC: ABC LO CURA es una asociación civil, una ONG. Es un centro de capacitación continua para la prevención y la salud mental que tiene ya muchos años de trayectoria. Como organización desde 1996 pero el trabajo se remonta al año 1985. 2 años después de finalizada la dictadura arranca nuestro trabajo junto a los otros grupos que trabajan en el hospital Borda. Y se le dio luego un marco jurídico para que tuviese más presencia en el afuera. La idea de ABC LO CURA es promover la salud mental a través de la solidaridad social. Que toda persona que tenga una problemática mental pueda reintegrarse a la vida comunitaria. Más allá de la problemática psiquiátrica severa que pueda llegar a tener un paciente institucionalizado es una problemática social que puede afectar a cualquier persona independientemente de haber pasado o no por una situación de internación psiquiátrica. Esto hasta el año ‘94 en que el hospital decide darle un espacio a través del licenciado Valenzuela, nuestro referente, que es un psicólogo. Hago la salvedad porque si bien la psicología tiene cada vez más relevancia, la psiquiatría sigue siendo predominante. El paciente es medicado. Se considera que la medicación puede tener efectos terapéuticos. De hecho, se considera que es la única terapéutica posible, cosa a la que nosotros nos oponemos. El paciente debe ser asistido cuando es una problemática severa pero en la medida que se vaya reduciendo la medicación le proponemos a la persona actividades en donde haya que poner el cuerpo, que la persona haga algo para su rehabilitación, para que empiece a adquirir habilidades sociales, para saber cómo estar en una reunión, por ejemplo. Una vinculación que la sociedad misma muchas veces le niega por ser institucionalizada. Como el loco lindo o el loco peligroso.
¿En qué se basa la actividad con las personas institucionalizadas o no?
ABC: Trabajamos de manera grupal instrumentando una técnica de grupo operativo buscando la rehabilitación psicosocial del paciente a través de distintos elementos de la cultura, como juegos, salidas, preparación de refrigerios, bailes. Todo tipo de actividad que le permite a la persona que concurre mejorar sus relaciones personales al ir adquiriendo habilidades sociales para que, de a poco, mejore su calidad de vida dentro del hospital y de ahí empezar a tener contactos mas fluidos con el afuera. Todo esto en una tarea grupal; se trabaja en grupo y se evalúa de la misma forma. Pretarea, tarea y postarea. Pichon Rivière hablaba de proyecto; nosotros, de tarea; como un espacio para ver cómo trabajamos ese día determinado y cómo plantear la continuidad para los próximos días.
Tratamos de potenciar capacidades dormidas. Nosotros tratamos de recrearlas a través de los mediadores, dándoles la posibilidad de que las personas recuerden esas capacidades perdidas.
¿Lo que ustedes hacen está focalizado en el grupo o en el individuo?
ABC: Nosotros entendemos lo grupal como una fuente productora de subjetividad, a partir de allí puede advenir el individuo, puede surgir y cambiar y modificar ciertas relaciones que han sido perjudiciales para él porque lo han llevado a la segregación y al alejamiento. Lo que buscamos es que la persona se haga responsable de la problemática que tiene pero también que sepa hacer responsables a los otros en relación a su degradación. Trabajamos desde lo grupal para volver al individuo.
El paciente, con esta tarea, ¿se reestructura o es reestructurado?
ABC: Nosotros tratamos de pautar conductas, recuperar estructuras para que el paciente se vaya adoptando por gusto, por interés, por motivación, cierta continuidad, ciertas formas de relacionarse que son diferentes a las que aprendió toda su vida. Esa experiencia que va teniendo la va trasladando paulatinamente en principio al propio hospital y luego a su vida cotidiana. En el hospital ya está todo predeterminado y a veces no tienen ni para comer. Las conductas resultantes de nuestra tarea, aunque parezca algo pequeño, apuntan a que elijan hacerse una comida, elegir una comida que es algo que no saben.
¿El trabajo que ustedes realizan es obligatorio para los pacientes?
ABC: No. Los pacientes elijen venir, deciden hacerlo. Saben que vienen en un horario específico, a una serie de tareas que tienen un principio y un final pero vienen porque quieren hacerlo. Elijen con quién trabajar, qué tipo de actividades realizar. Los pacientes vienen muy desestructurados y nosotros, junto con el paciente, estructuramos una tarea. Con ellos, no sobre ellos. Es para ellos, pero no es asistencialismo. Buscamos una solidaridad entendida como un compartir con el otro y un hacerlo compartiendo la responsabilidad. Si la comida que hacemos sale sin sal, no buscamos un culpable, reflexionamos entre todos por qué ocurrió que la comida no esté salada.
¿No hay una búsqueda de disciplinamiento de la conducta del paciente?
ABC: No, para nada. La idea es buscar que la persona vuelva a adquirir cierta responsabilidad en la acción, que haga uso de una libertad dentro de un marco. Que la persona se encuentre a sí mismo pero sin que nosotros le digamos cómo tiene que ser. No proponemos un modelo prototípico de vida sino que la persona pueda ser alguien. No hacemos por ellos, ni para ellos sino con ellos. No están en una posición de desigualdad sino que laburamos a la par de ellos.
¿Es una actividad abierta a la comunidad institucional o a toda la comunidad en general?
ABC: Cualquier persona puede participar de esta actividad. Lo que nosotros hacemos es capacitar a la gente, prepararla, le damos un encuadre, le contamos cómo trabajamos; pero si quiere ser voluntario no necesariamente tiene que pertenecer a una disciplina determinada. No hay que ser profesional o estudiante de una actividad que se considere a fin para trabajar con personas con este tipo de problemática. Nosotros damos un curso práctico donde tratamos de que los que puedan vivenciar la tarea primero lo hagan entre nosotros y luego con los pacientes. Porque es una práctica. La gente no está acostumbrada a trabajar en grupo. Nosotros les mostramos el dispositivo y las herramientas de trabajo para que se acostumbren a trabajar con ellas, para que primero se vean qué pasa con uno en relación a todo eso.
¿Qué le aporta este espacio de rehabilitación a la persona?
ABC: Nuestro trabajo no es estrictamente terapéutico desde la posición “vamos a hacer terapia con el paciente”. Hacemos un abordaje psicológico sobre una problemática que termina siendo terapéutica desde la responsabilidad social, desde el momento que la persona pasa de vincularse con el otro de una manera totalmente distorsionada a cambiar por un vínculo mejor. Tratamos de que la persona que esté tirada en una cama de unos de los servicios del hospital comience a relacionarse con los otros, que mejore sus relaciones con el personal de la institución, que realice salidas y que en algún momento pueda salir del hospital.
¿En qué medida institucionalizar al paciente, poner su cuerpo en un lugar estanco, lo ayuda y en qué medida no?
ABC: Antes había que llenar muchos requisitos para decidir por qué una persona no debía ser internada y ahora, con la nueva ley de salud mental, se deben llenar muchos requisitos para poder decidir si alguien debe ser internado. La internación en sí es viable cuando la enfermedad está en su pico pero luego de ese pico no es necesaria. Hay gente que hace cuarenta años que está internada. Y está ahí como si hubiese cometido un delito. Y el hospital termina siendo un depósito. Como si fuera suficiente una cama y una comida en malas condiciones. Pero esto es algo del sistema, así como el paciente se cronifica y se acostumbra, al profesional le pasa lo mismo. Termina no buscando un cambio, da siempre la misma medicación, asiste de la misma manera. Y la sociedad termina aceptando esto, como si el Borda fuera un grano que salió en la sociedad misma y el problema se concentra solo ahí. Es más fácil encerrar locura y que nadie se entere.
¿No corren el riesgo de que la asociación se institucionalice?
ABC: Claro. Por eso nuestra técnica nos exige permanentemente una autoevaluación. Por eso tenemos que estar viendo cómo trabajamos para no caer en lo rutinario. Por eso el espacio de la pos tarea, para retrabajar sobre lo hecho, para que el error no sea del paciente.
¿El tratamiento que realizan ustedes es accesorio a otro tipo de tratamientos o es troncal? ¿Puede ser el único tratamiento que reciba un paciente?
ABC: En realidad, desgraciadamente, puede ser el único. No debería pero sin proponérnoslo el paciente comienza a participar de otro tipo de actividades porque encontró un modo de relacionarse. Pero no estamos directamente interrelacionados con otras instancias de la institución. En ocasiones eso deriva en que visitemos, como nos pasó, centros de jubilados donde la gente que tenía cierto temor terminó diciendo que estos locos no lo estaban tanto, o por ahí en una visita a la confitería La Ideal terminaron bailando tangos sin ninguna diferencia con el resto de los asistentes. Pero lo cierto es que deberían tener su atención en su servicio, para luego llegar a nuestro espacio. Deberíamos ser un complemento. Pero a veces el resto de las otras tareas adolecen de falta de continuidad, organización y método. Igualmente, nosotros buscamos tener una buena relación con la institución, estamos permanentemente en contacto con los psiquiatras.
Por ahí es una pregunta inocente pero ¿el paciente consigue efectivamente reinsertarse en la sociedad?
ABC: No buscamos resultados efectivos. No podemos decir que sí o que no. Pero sin espacios seguro que no. Cotidianamente vemos avances, vemos cambios en conductas, en la forma de relacionarse, comienzan a tener más cuidado personal, a estar más limpios. No basta solamente con la palabra, es la palabra puesta en acción. Es el campo grupal, de palabras y de actos lo que permite resultados. Si queremos generar un cambio tenemos que saber nosotros realizarlo. Por eso es abierto a la comunidad, para que exista la posibilidad de que aparezca gente que pueda mostrar otras cosas desde otros ángulos. Y a partir de ahí, uno debe cuestionar qué es la racionalidad. Y eso exige descentrarse de cuestiones personales para trabajar con personas de salud mental grave. Todos tenemos la locura adentro y el imaginario social sobre eso tiene que empezar a moverse. La gente tiene miedo de aceptar su propia locura■